El filme “Hospital de día”, opera prima del cineasta y psiquiatra Nicolás Savignone, que propone una mirada aguda sobre la salud mental en el país y que cuenta con los pacientes como protagonistas, se estrenará el lunes 6 en la sala La Máscara.
“Lo clave de la película es la voz de los pacientes y lo que ellos querían contar, mientras que con la cámara busqué representar la mirada del resto de la sociedad”, expresó Savignone.
El filme, que transita entre los formatos de documental y ficción y propone que cada paciente escriba el guión de su propia vida, tiene como protagonista a Fernando, un joven que guía al espectador en el ambiguo universo de la salud mental y sus problemáticas en el marco del dispositivo de hospital de día que funciona en las instalaciones del Alvarez.
Fernando muestra la fragilidad de la superficie en un mundo donde los límites entre lo real y la ficción son difusos y en su recorrido presenta de manera íntima a distintos personajes que circulan por una institución psiquiátrica, reflejando sus miedos, sus dolores, sus angustias y sus deseos.
“Lo que hice fue prestarles las herramientas cinematográficas a los pacientes para que ellos construyeran el discurso que quisieran sobre sí mismos, sin la palabra de especialistas y sin rótulos”, explicó el realizador.
El filme ofrecerá cuatro funciones que se realizarán en el Espacio INCAA km2, sala La Máscara (Piedras 736, Capital), el lunes 6, martes 7, lunes 13 y martes 14, a las 20.30.
¿Qué te motivó a realizar “Hospital de día”?
Nace como idea en el año 2007. Estaba dando un paso definitivo hacia el cine, entonces pensé la película como una especie de despedida de mi labor como médico psiquiatra y decidí hacerla en el hospital que venía trabajando, que era un lugar muy familiar para mí.
Al comienzo hubo una especie de exploración para ver cómo los pacientes se iban a familiarizar con la cámara. Dentro de un taller de teatro, que pertenece al dispositivo de hospital de día introdujimos otro de cine.
Si bien había dejado de atender individualmente a los pacientes, como requisito para hacer la película, me pidieron que supervisara semanalmente lo que pasaba en el taller con los pacientes.
Desde tu condición de psiquiatra y a la vez, de cineasta, ¿qué buscaste reflejar?
Un mensaje muy claro que no podía decir como médico, que tiene que ver con lo incómodo que me sentía con las etiquetas que pone la medicina, con el manual de psiquiatría y con la posición tan categórica de los consensos internacionales que viene de los países del norte y que muy poco tiene que ver con nuestra realidad.
En cambio, el cine me lleva a poder ver a los pacientes desde otro punto de vista completamente distinto y me pone el desafío de tener que construir un discurso de esa realidad y en donde ahí iba a estar puesta mi perspectiva teniendo que contar eso que estaba pasando, pero no desde una perspectiva médica.
¿Cómo definís ese discurso?
Quería contar el aspecto humano de estos pacientes y no sus patologías. Dejar de verlos como otro distinto, sino, otro con el cual poder identificarse. Por ejemplo, una de las problemáticas que salen en la película se da cuando uno de los pacientes manifiesta que no tiene empleo y que le tiene que pasar plata a sus hijas y se plantea cómo hace si tiene que estar internado para conseguir trabajo. En ese terreno se mueve la película, en lo cotidiano.
¿Cuáles son los beneficios de un hospital externo, contemplando que hoy se plantea la propuesta de la desmanicomialización?
Esa propuesta tiene el riesgo de que se puede tomar desde otro punto de vista y terminar en la desinversión de la salud pública, de desinvertir en las instituciones.
En cuanto al hospital externo, me parece que es necesario que exista esta alternativa porque básicamente la misma enfermedad aliena, la psicosis aliena y aísla, por lo cual estos dispositivos institucionales son los que le permiten a los pacientes empezar a generar nuevos lazos y que su palabra sea escuchada por otros.
¿Cuál es la diferencia con un hospital como el Borda?
Si bien en el Borda funciona el dispositivo de hospital de día y de terapia grupal, la situación de estas instituciones es más compleja, porque hay internos que viven ahí porque no tienen a dónde ir y esa es la mayor problemática. Si les dan el alta a esos pacientes irían a la calle y volverían rápidamente, porque son abandonados por sus familias.
Por otro lado, hay una política del Estado, en este caso la del gobierno de la ciudad de Buenos Aires, en la que la salud mental queda relegada en cuanto al presupuesto.
¿Qué pasaría si se lleva a cabo esta propuesta con esos pacientes que no tienen dónde ir?
Ideológicamente, estoy de acuerdo con la desmanicomialización, de hecho en Cuba funciona muy bien, pero en este momento, creo, que como están dadas las cosas, corre riesgo la salud pública, entonces plantear una corriente como esta, me da miedo que habilite a alguien a pensar derribemos el hospital Borda o el Moyano y pongamos un centro comercial.
¿Cómo buscaste transmitir el rol de la sociedad en el filme?
Desde el punto de vista semiótico, reconstruye la mirada de un espectador promedio. Empieza con planos cerrados, en los que no se entiende qué pasa. Al principio hay una mirada sesgada, una mirada que no quiere ver, son como fantasmas en la imagen. Reflejo mi hipótesis de la visión que la sociedad tiene de ellos, que se centra en los muros que separan, que sirven como protección para el resto de la población.
La tesis de la película es qué pasa cuando ellos entran en foco, qué pasa cuando empiezan a tomar protagonismo y cuentan sus propias vidas. La decisión de no encuadrarlos tiene que ver con no encasillarlos. Sacarle las etiquetas que le pone la sociedad: este es el psicótico, va a ahí y nosotros somos los neuróticos, estamos acá.
¿Cómo ves la actitud de la sociedad acerca de la reinserción de estas personas consideras no productivas en un sistema capitalista?
En principio, lo que propone la película es empezar a mirarlos distinto, desde otra perspectiva, cambiar el lente. Hasta ahora los miramos con las categorías médicas y la medicina es un instrumento de poder muy fuerte en la sociedad. Dejar de llamarlos enfermos y empezar a llamarlos ciudadanos con derechos. Ese es un punto importante y lamentablemente en esto estamos todos, no se salva nadie en esta sociedad de consumo.
Veo difícil que la salud mental pueda ganar algún terreno ya que depende de la política y acá muchos políticos tienen como referencia la política neoliberal, libertaria, de la extrema derecha de Estados Unidos y estamos hablando de gente que no vota, que no es considerada productiva, entonces me pregunto: ¿qué pueden esperar estos pacientes?.
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