Cerca pero lejos, fue el título elegido para la inauguración de la segunda edición del Diálogo Latinoamericano que tuvo lugar el jueves en la Feria del Libro, donde cinco escritores reflexionaron sobre las diferentes percepciones que estas dos palabras tiene para la literatura del continente.
Participaron del convite, en una charla moderada por Daniel Link, el escritor salvadoreño (nacido en Honduras) Horacio Castellanos Moya, el portorriqueño Edgardo Rodríguez Juliá, el mexicano Juan Villoro y los argentinos Guillermo Martínez y María Negroni.
¿Cómo es la tensión entre el lugar donde se vive y las tradiciones que preceden al escritor desde su país de origen?, se interrogó Negroni, al recordar su experiencia apenas llegada a Nueva York y se dio cuenta que tenía mayor contacto con la literatura latinoamericana, "mucho más", de la que tuvo aquí.
Y otra cuestión, señaló la poeta, "es cómo se ve la literatura latinoamericana desde los Estados Unidos. Recuerdo que llevé un libro para publicar cuyo título era Islandia (en homenaje a Borges) y me contestaron que no. Para ellos no era literatura latinoamericana".
Link mencionó el concepto de margen "como el territorio de la literatura cualquiera sea, y cómo habitarlo, defenderlo, un territorio del cual deberíamos apropiárnoslo".
Para Rodríguez Juliá, la literatura de Puerto Rico "tiene un umbral raro donde los bordes se tocan y se repelen al mismo tiempo" y recordó a Roberto Bolaño que cuando recibió el premio Rómulo Gallegos dijo: "la lengua es efectivamente el sentido de la patria".
El portorriqueño aludió al fuerte momento migratorio que está pasando Latinoamérica "que nos lleva a una disyuntiva agónica. Una experiencia que hemos vivido en nuestra isla es la escritura en inglés o en spanglish, una literatura de transición. Tan cerca pero tan lejos, una literatura que ha encontrado la patria en otra lengua Y la chicana tiene la misma problemática".
Catellanos Moya dijo que el nacionalismo y la comunidad tienen en común "ser un sitio de pertenencia", aunque el escritor "siempre es una pieza disfuncional" frente a estas nociones.
A su turno Martínez subrayó que el problema ya lo había resuelto Borges en "El escritor y la tradición", pero que vuelve ahora. "Nosotros nos formamos ya con una biblioteca mixta con libros, rusos, ingleses... partimos de estar en el medio, ni lejos ni cerca".
"Una característica de nuestros escritores ha sido la de ser viajeros —deslizó—. Cuando me tocó ser jurado de la Casa de las Américas seis de las siete novelas finalistas hablaba de gente que vivía en otros países y vuelven al suyo, pero ya han cambiado de perspectiva. Casi todas las novelas tenían la misma matriz".
Según Villoro, "el libro lo coloco como un medio de transporte, porque el que lee se desplaza en la imaginación y el hecho de escribir siempre tiene algo de extraterritorialidad, el escritor ve la realidad de una manera oblicua".
"Esta migración cultural y geográfica que vivimos pone en primer plano lo fronterizo, algo que caracteriza nuestro tiempo. En la red también estamos deslocalizados, hay un juego de ida y vuelta entre lo digital y lo real", analizó.
Algo que nos pasa, continuó Villoro, "es una idea de identidad y de extrañeza; en la medida que hay una distancia establecemos un contacto, pero a su vez damos lugar al asombro".
A su juicio, "algo siempre tiene que estar descolocado para ver el misterio y poco a poco nos vamos adaptando, entendiendo mejor".
¿Qué es lo que define la frontera entre Estados Unidos y México, disparó el mexicano: "La comida china porque en esa zona del desierto mucho antes de ser la frontera de ahora, hubo una comunidad china. Es complejo decir de donde es uno", sentenció Villoro.
Sin embargo, "fatalmente somos de un sitio y no de otro, nos dice cierta luz, olores, como a lo mejor yo la encontré en la calle de mi barrio. Me aficioné a un equipo de fútbol, y este me dio una estructura de pertenencia en mi infancia, aunque el equipo con los años cambió de barrio y ahora los que viven y juegan allí son japoneses. En la vida se puede cambiar de todo, no de infancia".
Rodríguez Juliá advirtió: "Estamos entrando en vértigo, hay una creciente comercialización de la literatura. Vivimos momentos de una gran dispersión, hay una variabilidad enorme". "El nuevo Dios es el mercado que todo lo tritura y todo lo consume", remató Castellanos Moya.
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