En La anomalía kirchnerista, el pensador Ricardo Forster reconoce la antinomia entre capitalismo y democracia y reivindica a las versiones populares que después de 2001 tienen lugar en América latina, que combinan diversas formas para enfrentar de manera pacífica al capital concentrado que supo (y sabe) hacer estragos.
El libro, publicado por la casa Planeta, es el cuarto de una saga que empezó con El laberinto de las voces argentinas, La anomalía argentina y El litigio por la democracia.
Entre sus otros estudios figuran varios volúmenes sobre Walter Benjamin. Además, colabora con la revista Confines y participan de la agrupación Carta Abierta.
Sobre la complicada relación entre capitalismo y democracia, en casi todas partes del mundo, el ensayista no tiene dudas.
“El capitalismo es un sistema que se expande de manera viral, depredadora. Su núcleo ontológico es antagónico a la idea de una sociedad igualitaria. La concentración de la riqueza, simbólica y material, sobre la cual ya hablaba (Karl) Marx en el siglo XIX, es su ley de hierro. Y eso hasta la actualidad”, dice.
Y agrega que “en la Argentina vivimos un momento de reparación. Podemos seguir pensando, todavía, en una sociedad más justa. Si tiene que ir más allá del capitalismo, mi reflexión indica que debe ir. Pero estamos lejos de pensar esa opción… por el fracaso del socialismo”.
Forster nació en Buenos Aires en 1957; doctor en Filosofía, es profesor e investigador en Historia de las ideas por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Ha sido profesor invitado por la Universidad de Maryland, en Estados Unidos, y en otras casas de altos estudios en España, Chile, México, Israel, Brasil, República Checa y Alemania.
- Télam: Decías que la Argentina vivía un momento de reparación.
- Forster: Sí, y no sólo Argentina. Creo que las democracias populares latinoamericanas eran hasta hace unos años una realidad impensada. Bienvenidas: nos obligaron a repensar un montón de cuestiones que parecían incuestionables.
- T: ¿En este caso?
- F: Viene de largo. Podríamos decir que es el cuarto libro de una saga; un intento continuado de pensar la Argentina actual, haciendo mucho hincapié en la novedad que trajo la llegada de Néstor Kirchner en el 2003.
- T: Pasás revista a muchos tópicos.
- F: Claves, no tópicos. Las claves de estos tiempos: la política y el conflicto, el debate sobre el estatuto de la república, kirchnerismo y peronismo, clase media y cuestiones más ligadas a la filosofía política.
- T: Pero no sólo eso.
- F: También discuto la crisis del neoliberalismo en Europa. Pero es un libro que ataca, desde lo político, lo propio y original que trae el nombre kirchnerismo: qué ha venido a discutir, qué novedad trae, qué rupturas genera, qué potencias desata.
- T: ¿Y?
- F: Cuando emerge el kirchnerismo, y sobre todo a partir de ese momento de ruptura que fue el 2008 (la crisis con las cámaras frigoríficas agropecuarias), queda claro que lo que retoma es la política, la lengua política, el debate, la intensidad, la disputa. Y cuando retorna la política, está claro que también retorna el litigio por la igualdad.
- T: Que estaba clausurado…
- F: Absolutamente. Y es el núcleo de disidencias que atraviesa la vida de una sociedad. Porque la idea de la sociedad del consenso, donde no hay conflicto, contradicciones, diferencias, disputas, es el ideal de una república liberal abstracta.
Hasta que regresamos sobre la materialidad de la historia, sobre la propia vida democrática, y observamos divergencias, desigualdad, ruptura, desacople, diferencia, conflicto.
- T: ¿Esto recuerda a Carl Schmitt?
- F: Entre otros. Porque la política, justamente, nace ahí donde los incontables de la historia, para llamarlos de alguna manera, sólo aceptan el concepto de igualdad bajo su forma esquemática. Pero el litigio por la igualdad -causado por las desigualdades- es lo que mueve la disputa por anular esa brecha.
- T: Pero muchos no lo entienden.
- F: Es difícil entender que la democracia es la evidencia de lo no resuelto, de los límites que se expanden, de la incompletud; una sociedad no completa está en camino, en movimiento, es una sociedad que gira, en tensión, que muestra sus diferencias de clase, que da a ver subjetividades y miradas.
- T: ¿Qué utiliza el conflicto como motor?
- F: Algo así. El conflicto es un dinamizador de la vida democrática. Y el kirchnerismo reintroduce la relación entre el conflicto y la democracia, como una relación de potencia que descubre en el discurso pseudorepublicano un intento de domesticar a la misma democracia.
- T: ¿Cómo pensar la catástrofe europea?
- F: El estallido del 2001, que dejó un país destruido, generó las condiciones para la inesperada llegada de Kirchner. Europa tendrá que atravesar una crisis como aquella y superar el terror y la paralización que afecta a su propia población, sobre todo en el sur, España, Italia, Grecia, Portugal.
- T: Sin embargo, acá fue peor.
- F: La dictadura fue el horror sobre los cuerpos y la derrota de las ideas. En los 90 se desplegó, sistemáticamente, un proyecto neoliberal. Argentina y Sudamérica se encuentran en otro momento. El experimento más crudo sucedió acá, en efecto. En Europa, el modelo neoliberal estaba más protegido. Ya no lo está más.
En Italia no se puede formar gobierno, hay una corrupción rampante en Francia, hay crisis de la monarquía española. Por primera vez en décadas, reaparece un discurso republicano en la península. Ni hablar de Grecia o Chipre. Argentina, anómala, está pasando, con sus complicaciones, un buen momento.
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