En un mes tras su sorprendente elección como primer Papa latinoamericano y jesuita de la historia, Francisco aportó una bocanada de aire fresco a la Iglesia católica y se dispone ahora a tomar las riendas para resolver los graves problemas de corrupción interna y pedofilia que en el último decenio han desacreditado a la milenaria institución.
El papa argentino, de 76 años, en pocos días y gracias a una serie de gestos simples y simbólicos, logró desplazar la atención mundial, concentrada hasta ahora en las intrigas dentro de la jerarquía vaticana y los abusos a menores cometidos por curas en todo el mundo.
El lenguaje simple y accesible del nuevo pontífice durante las audiencias de los miércoles y los ángelus dominicales en la plaza de San Pedro desde que fue elegido el pasado 13 de marzo, así como las innovaciones en los ritos de la primera Semana Santa que celebró como Papa, han congregado a miles de personas, creyentes y no, cargados de esperanzas y cautivados por su "dulzura y bondad".
"Dios es un papá para nosotros", explicó el miércoles, limando de oropeles y teología el sentimiento de buena parte de los católicos, que aplauden también la simplificación de las liturgias, lo que levanta ampolla entre los ultraconservadores y tradicionalistas.
La decisión de residir en la austera Casa de Santa Marta, una suerte de hotel para los cardenales dentro del Vaticano y de rechazar el elegante apartamento dentro del palacio apostólico con mármoles y tapices de seda.
Ello le permite un mayor contacto con el mundo real y en particular con los trabajadores y funcionarios de la Santa Sede, a los que suele invitar a la misa matinal en la simple capillita de su alojamiento.
Se detiene para conversar animadamente y conocerlos personalmente, ya que nunca ha vivido en Roma y proviene del "fin del mundo", como él mismo dijo.
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El nuevo ciclo Si bien los expertos no esperan cambios desde el punto de vista doctrinal con respecto a su predecesor Benedicto XVI, muchos dentro y fuera de la Iglesia consideran una necesidad terminar con tres décadas de desviaciones financieras por parte del banco del Papa y de intrigas políticas de la burocracia vaticana.
Para muchos, el paso clave, de los gestos a la acción, será cuando designe al nuevo Secretario de Estado, la mano derecha del pontífice, que por tradición maneja los asuntos más delicados del papado.
Para remplazar al criticado cardenal Tarcisio Bertone, acusado de inexperiencia y gestión caótica, muchos nombres se barajan y todo apunta a que será un italiano.
Hasta ahora, el Papa argentino ha dado una sola pista: anunció la semana pasada que mantendrá la línea de rigor contra la pedofilia de los curas, los cuales deberán ser juzgados sin excepción por la justicia civil.
No se descarta que el Papa argentino reduzca dicasterios (ministerios) y consejos pontificios y se atreva a prescindir del Banco del Vaticano o por lo menos convertirlo en una banca ética, dedicada sólo al microcrédito, como exigen amplios sectores católicos.
El mediático Francisco no ha hablado de ninguno de esos temas durante su primer mes de pontificado y tampoco ha abordado los asuntos que más molestan y dividen como la sexualidad, en una suerte de pudor hasta ahora poco papal.
Para llevar la Iglesia a "las periferias del mundo" y cumplir el sueño de "una iglesia pobre para los pobres", como anunció pocos días después de inaugurado el pontificado, el sucesor del apóstol Pedro, del humilde pescador de Galilea, deberá primero recuperar la autoridad moral perdida de la Iglesia y limpiar su propia casa.
Una suerte de revolución pacífica que los teólogos de la liberación latinoamericanos, alejados de la institución desde hace veinte años por ser marxistas, como el brasileño Leonardo Boff, ven con muy buenos ojos, algo "providencial".
Fuente AFP-NA.
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