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El Pepsi Music exhibió otra falta de respeto al público

El mal clima que azotó esta semana a Buenos Aires acrecentó y puso en mayor evidencia la falta de inversión, la mezquindad, los errores de organización y la negligencia de los productores que organizan los grandes festivales de rock.

El Pepsi Music, que concluyó en la madrugada del jueves, fue un muestrario de los errores habituales de las grandes productoras, de sus pocas ganas de invertir y de sus constantes faltas de respeto al público que asiste en forma masiva, solo porque están sus artistas preferidos

Muchos fans de la música, se preguntan por qué no puede organizarse en el país, la versión local del prestigioso Lollapalooza, que por estos días cumple con su tercera edición chilena.

Y la respuesta es muy simple, los dueños estadounidenses de la franquicia le confirmaron a Télam que consideran que los productores locales no respetan los cánones y estándares de organización y buen trato al público, que ellos exigen.

El primer punto que resalta es la falta de inversión y la avaricia de los productores que llevan ya casi 30 años organizando este tipo de eventos, y que en todos estos años han ganado casi un centenar de millones de dólares, pero que no han sido capaces de construir un estadio techado capaz de albergar a 20.000 o 30.000 personas por noche.

El último estadio techado construido en forma privada fue el Luna Park que va camino a cumplir 80 años, y que no puede albergar festivales de la envergadura del Pepsi, el Quilmes y el Personal porque su capacidad apenas supera las 10.000 ubicaciones y sus medidas no permiten la colocación de dos escenarios a la vez.

En esta materia, los productores que han vivido del Estado o del gigantesco esfuerzo que los socios de cada club de fútbol hacen para tener un estadio digno para disfrutar del deporte más popular de la Argentina.

Estas productoras que a fin de año declaran ante la AFIP ganancias de varias decenas de millones de dólares, jamás han hecho una inversión o solicitado un crédito blando a los bancos estatales para realizar un emprendimiento de la magnitud del negocio que disfrutan.

Al contrario usufructúan el esfuerzo de millones de argentinos, de ciudadanos porteños o bonaerenses como lo son el estadio Unico de La Plata, el Polideportivo de Mar del Plata y el Parque Roca, construidos por los Estados nacional, bonaerense y porteño.

Un veterano productor consultado por Télam reconoció esta situación: "nadie quiere invertir un mango, ganamos mucha guita, pero es verdad, nadie quiere gastar dinero en levantar un estadio”.

En estos días en los pasillos de todas las productoras se esperanzan con que los Estados nacional y porteño se decidan a construir un estadio techado para 20.000 personas o le prenden velas a los socios de San Lorenzo y a la Comisión Directiva de ese club, con Marcelo Tinelli a la cabeza, para que el proyecto se concrete en el predio de Avenida La Plata, que el club está a punto de recuperar, o en la Ciudad Deportiva del Bajo Flores.

La esperanza de los organizadores de estos megafestivales está colocada en el afuera porque “invertir” resulta una palabra muy difícil de conjugar para las grandes productoras musicales locales.

La mezquindad de los productores llegó al punto de usufructuar por muy poco dinero las instalaciones de clubes que se encontraban en convocatoria de acreedores y cuyos socios buscaban ingresos para pagar las deudas como ocurrió con las sedes de Obras Sanitarias y el Ciudad de Buenos Aires.

El falso conflicto, fabricado por el PRO y sus militantes de Belgrano y Núñez, en base a incomprobables denuncias de “ruidos molestos” puso fin al uso de esas instalaciones y las productoras debieron mudarse de barrio.

Ahora los productores llaman “Estadio de Costanera Sur” al predio abandonado de la ex Ciudad Deportiva de Boca Juniors, donde no se ha realizado inversión alguna en infraestructura.

Los recitales se realizan sobre el viejo playón de estacionamiento que durante las lluvias se inundó completamente ya que el asfalto colocado por orden de Alberto J. Armando hace 40 años, ha cedido al paso del tiempo, al abandono y a las inclemencias del tiempo.

Los mentores del autodenominado “festival más grande de la historia” no fueron capaces de colocar una nueva carpeta asfáltica, pisos de material plástico o de metal para impedir la inundación y el barro.

Algunas voces dirán que el barro es parte del rock y eso es mitad verdad, mitad mentira, en los grandes festivales europeos como Glastonbury y Roskilde el público se embarra si llueve porque ambos se realizan en la campiña, alejados de la ciudad, pero el fan europeo no paga precios astronómicos por las entradas, como sí ocurre en la Argentina.

Los tickets de estos grandes encuentros están acordes a la situación económica europea, mientras que en Argentina, los fans ahorran meses y meses para comprar los tickets, que están a precios exorbitantes, para embarrarse.

A eso se suma, que en el caso del reciente Pepsi Music la empresa encargada de vender los tickets (Livepass) cobró un porcentaje por llevar la entrada al domicilio del comprador pero los asistentes debieron retirarlo en el predio el día del concierto.

Otra falta de respeto la constituye la escasa cantidad de baños químicos lo que genera colas de horas que llevan a perderse shows enteros. Para eventos de este tipo se necesitan, según Defensa Civil, un mínimo de entre 300 y 400 baños químicos, pero la mezquindad puede más.

La zona dispuesta para los escenarios nacionales se convirtió en un verdadero pantano, afectando también al parque de bebidas y a la minúscula carpa, que los productores le asignaron a una feria de discos de sellos independientes.

El artista también fue maltratado de una manera vergonzosa, ya que en las dos jornadas hubo bandas locales conocidas como Vetamadre, Utopians, Atmuz, Estoy Konfundida, Rosal y No lo Soporto que tocaron solo para los integrantes de los equipos técnicos y los vendedores de gaseosas, ya que las puertas del predio se encontraban cerradas y se abrieron al público varias horas después.

Por ello, el rock argentino ostenta nombres emblemáticos que se han negado a participar de este tipo de eventos: Indio Solari, La Renga y Skay Beilinson.

Que el esfuerzo y el talento de los músicos, que en el Pepsi Music ofrecieron dos jornadas notables de música, haya superado con creces la labor de los empresarios organizadores, no puede impedir que veamos la sucesión de errores y faltas de respeto de los productores.