Historia del dinero cierra la trilogía que Alan Pauls comenzó hace siete años —con Historia del llanto primero e Historia del pelo después—, donde aborda desde un punto de vista mínimo, alternativo, el clima de la década de los 70, cuya idiosincrasia ve colarse en el accionar del colectivo de los argentinos.
Con la misma parsimonia que enreda los párrafos y las acciones en el texto —cuatro páginas le sirven para relatar los 30 segundos en que un hijo gira la cabeza para ver a su padre—, Pauls deja caer las palabras durante la entrevista en su estudio de Barrio Norte, una acción, la del discurso, que se abre paso en el ambiente, microscópica, lenta, como en pausa.
La saga es una historia sobre las imposibilidades de una época y las representaciones que un elemento determinado permite en ella —llanto, pelo, dinero—; es el cuento de una sociedad o clase social a través de ese elemento; la época es a su vez telón de fondo, la trabaja de forma tangencial, como huella borrosa que determina con fuerza el presente.
"Fijate lo que está pasando hoy con el mercado del dólar paralelo —señala Pauls en la entrevista—: "...todo tiende a lo turbio, a lo doble, y lo que sucede de un lado del espejo no necesariamente se sabe del otro", escribe el narrador en la publicación de Anagrama.
La historia se construye de lo que no hay, lo que se espera, lo que no llega, la mirada es negativa, peyorativa de un dinero que no aparece como posibilidad de acción sino como corsé, un elemento que constriñe, incluso al tenerlo, sus dueños temen perderlo.
"... sólo hablan de dinero los que no lo tienen: los que lo tuvieron alguna vez y lo perdieron y los que lo hicieron de mala manera; es decir, los que lo hicieron a secas, los que los hicieron en vez de heredarlo", sentencia en otro pasaje el narrador.
Con la educación sentimental del protagonista, con la disección de su vínculo con el padre y la madre, y mediante el elemento dinero Pauls continúa su crítica melancólica a los usos y costumbres de una clase media y media alta venida a menos.
"Es la novela de un hijo de sus padre y un hijo de una época —concede—, como si cortaras una época y vieras a través de esos elementos: Llanto, pelo y dinero, todos se pierden, se descomponen, todos se ensucian, todos casi parte del cuerpo".
La década del 70 son los 10 años del despertar del escritor, "de mi formación consiente podríamos decir, el momento en que empezás a entrar en una cierta relación activa con el mundo, mis 11 a mis 17 diría que son los siete años en que me pasan las cosas que van a regir todo mi desarrollo".
Como toda la saga, Historia del dinero está escrita en presente, "regida por una estructura temporal quebrada, de rebote, que da muestras de la memoria en un sentido de ir y venir, no de instalarse en el pasado".
"Ese tiempo que uno llama presente —reflexiona— está constantemente desplazándose, es como el resumen que queda de todas esas operaciones de memoria que hacemos, un aquí y un ahora compuesto de temporalidades muy heterogéneas".
Como en las anteriores dos publicaciones, esta historia gira alrededor de una obsesión y sus protagonistas "si son libres, son libres adentro de esa esclavitud, adentro de esos límites", asevera el escritor.
La interrogación autobiográfica de estas novelas "es tratar de reconstruir cómo se formó la sensibilidad de alguien nacido a la luz de esos 10 años de éxtasis, delirio y horror".
"Hay algo e los 70 que tiene todavía un magnetismo feroz, la experiencia de la intensidad como una cosa mítica, el último momento en que todo fue intenso, apasionado, radical, suicida; y también uno de los momentos más privilegiados en que lo sublime y lo abyecto se mezclaron de una manera indiscernible", desliza.
"Es como una época incandescente —define—, que uno la querría lejos, pero a la vez siente que al lado de eso todo es apático, un poco triste, pálido, por supuesto es puro mito ¿No? Es como la edad de oro en el sentido de que se llegó muy lejos, se fue muy a fondo, sólo que un poco sangrienta, monstruosa".
Todo está teñido por cierta marca de muerte, "esa fue la dirección que tomó el proyecto y que yo no me proponía, las novelas se teñían de un cierto aire fúnebre que por ahí es lo que quedó de la época, el resto".
Las tres novelas son sobre la pérdida, es también la marca de una década que tuvo muchas bajas, no sólo personas, vidas, sino proyectos, futuro, utopías. También uno puede pensar que la década del 70 es una década que se perdió, (que no alcanzó los objetivos) y por eso la mistifica o idealiza".
"Cualquier década si uno la piensa bien tiene sus luces y sombras, cosas que no agradece haber vivido y otras que desearía no haber vivido nunca. Y en el caso de los 70 todo eso se exaspera de un modo brutal, las cosas que uno agradece haber vivido probablemente no se repitan nunca, y las que detesta son atroces, esa especie de dramaticidad es la que la hace inolvidable"
Lo que a Pauls le interesaba fue "hacer jugar lo sublime —la carga de intensidad, deseo, pasión— y el horror que eso mismo podía implicar".
"Lo que rechazás con violencia te constituye —dice—, esa es la emoción de estas novelas, un afecto completamente desesperado. Me interesan los procesos o las cosas que logran convivir con el desastre, la grieta, la disidencia; nunca logré que ninguna idea de reconciliación me sedujera pero no estoy contra el olvido, hay positividad en él, la decisión de recordar ciertas cosas es la de olvidar otras" que también dan forma a estas historias.
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