Los magos se han robado sus trucos entre ellos desde que el arte de la magia existe. Pero la interconectividad actual lo hace más fácil y ahora muchos luchan para mantener sus trucos en secreto.
Jeff McBride es uno de los magos más reconocidos del mundo. Es fácil caer en su trampa. Cuando uno ve su acto incluso no se piensa que lo que hace es, en realidad, magia.
Su rutina más famosa involucra unas serie de transformaciones, con una variedad de máscaras.
Pero un día McBride descubrió que no era el único mago haciendo este acto. En Youtube, encontró el video de un mago que hacía los mismos trucos, incluso con la misma música y su corte de pelo.
"Es la imitación más exacta que jamás haya visto", dice.
La disputa terminó bien, amistosa, en parte porque McBride decidió tomarlo como un triburto que le hacían.
Pero ese no suele ser el caso: muchos magos se sienten estafados y tratan de que quienes usan sus trucos paguen por ello.
Tratan, sin embargo, en vano.
"Es una triste situación. Es como un cáncer en nuestro negocio", dice el mago Kevin James, que suele ser llamado "el inventor", por su historial de innovaciones.
Los magos dicen que para que las nuevas generaciones se interesen en la magia, y para que continúen la tradición, deben aprender de sus maestros. Muchos magos viven de enseñar o, incluso, vender sus trucos.
Pero James ha visto que sus trucos se están copiando y vendiendo por bajos precios en páginas de internet chinas. De hecho usan su nombre y su marca.
"Usan mi publicidad, mis fotos, mi video, mi texto. Hacen que parezca mi producto, pero por un tercio del precio", asegura.
Uno pensaría que los magos tienen algún tipo de protección frente a esto; que pueden demandar, o tener alguna defensa legal.
Pero es poco lo que pueden hacer, dice Sara Crasson, una abogada especializada en derechos de autor que también se dedica a la magia. Los trucos, dice, están en una línea gris en la que es difícil definirlos legalmente.
En un caso reciente en Holanda, un tribunal dictaminó que los trucos y las ilusiones per se no son susceptibles de protección, pero que cuando se ponen juntos en una secuencia específica, como parte de la rutina de un mago, constituyen una especie de novela, y pueden ser protejidos por los derechos de autor.
Fue un caso insigne, pero que solo cubre a los magos que, como McBride, sufren una copia absoluta de todo su acto.
Porque de ahí, el escenario es un desierto de incertidumbres.
El capital de un mago es, en realidad, sus secretos, así que uno pensaría que son protegidos por el principio del secreto comercial, aquel que compañías como Coca-Cola y KFC usan para mantener sus recetas escondidas.
Pero con este principio, la responsabilidad de guardar el secreto es de quien lo tiene, por lo que, para un intérprete público, a saber, un mago- resulta muy difícil mantenerlo oculto.
"Si alguien puede ver el acto y descubrir cuál es el secreto, el mago pierde la protección del secreto comercial", dice Crasson.
"Para los magos el secreto comercial es mucho más difícil de mantener porque los otros magos con frecuencia saben cómo trabaja otro mago", señala.
En el siglo XIX, el famoso mago estadounidense Harry Kellar estaba tan obsesionado con saber cómo hacía el mago británico John Nevil para levitar. Fue a varios de sus actos, siempre con binóculos. Pero eso no sirvió.
Después de intentar otras formas de describirlo, terminó pagándole a otro mago en un teatro para que le entregara los bocetos que usaba Nevil para preparar su acto.
La levitación se convirtió, desde entonces, en uno de los actos insigne de Kellar durante años.
La versión moderna de esta historia es la que quizá le pasó al mago alemán Losander, que también es famoso por su levitación.
Uno de sus famosos actos es poner una mesa en el aire, flotando como si estuviera poseída.
La mesa no solo es su ilusión por excelencia, sino su legado en la magia. Sus mesas están a la venta por miles de dólares.
Eso hasta que las mesas llegaron a páginas de internet chinas que las vendían con una publicidad que sugería que el producto era promocionado por él.
"Debería ser manejado como el dinero", dice Losander. "Si te robas un banco, vas a las cárcel, pero si te robas una idea de alguien, te dicen que 'Dios te bendiga'".
En ocasiones los magos ponen sus trucos bajo patentes, pero patentar pone sus secretos en el dominio público, precisamente lo que ellos quieren evitar.
También hay problemas prácticos. "Tu patente solo es buena si tienes habilidad para imponerla", dice Kevin James, quien patentó su truco del brazo amputado pero vio que muchos magos lo siguieron copiando.
"Fui donde un abogado, que me dijo 'bueno, listo, necesito US$30.000 para empezar. No hay un premio al final de camino. No estoy seguro si es algo que quieras hacer".
James decidió que no quiere pasar su tiempo persiguiendo a quienes roban sus trucos. De hecho, está pensando en dejar el negocio de vender sus trucos.
Al igual que los magos, los comediantes se quejan de que sus chistes son robados con impunidad por los rivales. Para regular su industria usan un código de ética; no la ley.
Y esa es la otra cara de todo esto, dice James. Así como un mundo interconectado ha aumentado la velocidad y la facilidad con que se extraen las ideas, también permitió la propagación de la idea de un código de ética para los magos.
Podría decirse que este tipo de autorregulación voluntaria en realidad podría fomentar la creatividad entre los magos. Un reciente artículo de portada en la revista especializada Magic identificó a Corea del Sur como un semillero de nuevos talentos de la magia. Es también el hogar de la campaña "No Copie la Magia", uno de los movimientos más activos contra el robo de trucos en la industria.
Parece que todavía no es momento para perder la esperanza de que el mundo de la magia se mantenga tal y como lo conocemos.
Todos los derechos reservados Copyright 2007
Terminos y usos del sitio
Directorio Web de Argentina
Secciones
Portada del diario | Ediciones Anteriores | Deportes | Economia | Opinion|Policiales
Contactos
Publicidad en el diario | Redacción | Cartas al director| Staff