El viernes, en el marco de la Megacausa, la psicoanalista Fabiana Rousseaux brindó un testimonio sobre la situación del detenido desaparecido desde una mirada psicosocial. Expresó que el terrorismo de Estado deja una marca social “hasta las cuarta generación”
Fabiana Rousseaux es psicoanalista. Coordinadora del programa “Consecuencias Actuales del Terrorismo de Estado en Salud Mental” y del Centro de Asistencia a Víctimas del Terrorismo de Estado Fernando Ulloa, de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. El viernes prestó declaración en el debate oral por la Megacausa Jefatura II – Arsenales II. Habló sobre la figura del detenido desaparecido desde una perspectiva psico social.
Explicó que “familiares y sobrevivientes no pudieron asistir al servicio público de salud para tratar adecuadamente la problemática derivada de las torturas sufridas. Esto produjo agravamiento de los casos no solo psicológicos sino también clínicos. Para trabajar en las secuelas, se hizo una labor en conjunto con otros especialistas que ya trabajaron en El Salvador”. A su vez indicó que “el trauma psicosocial es una herida, que tiene efectos en el presente”.
El rol de los procesos judiciales en la reparación del daño
Rousseaux expresó que “hablar de la reparación del daño es complicado porque la marca de lo ocurrido es muy grave, no solo en sobrevivientes y familia, sino en toda la sociedad, que está impactada y fragmentada por el terrorismo de Estado. Estas secuelas van a propagarse en las generaciones siguientes, tal como sucedió con el pos nazismo. La reparación del daño es una situación compleja. Cuando se abrieron los procesos judiciales se evidenció que el Poder Judicial no estaba preparado para recibir testimonios de personas víctimas por delitos de lesa humanidad. El objetivo era preparar al poder judicial teniendo en cuenta el derecho del testigo a declarar, fuera de su obligación de aportar en la averiguación de la verdad. Cuando un testigo habla, en realidad revive los hechos, esto es muy delicado. A partir de los testimonios se han desencadenado situaciones complicadas tanto psicológicas como la aparición de enfermedades auto inmunes”.
En este sentido la especialista destacó que “para que el testimonio sea realmente reparador, es necesario el cuidado y resaltar la dignidad de las personas. Tener presente el Protocolo de intervención en testigos víctimas y también el Protocolo de Estambul. Marcar límites de cómo se pregunta, qué hay que preguntar, qué se admite y qué no”.
Por eso consideró que el Tribunal no puede admitir careos entre víctimas y victimarios. O situaciones en las que imputados hablen directamente con las víctimas”.
A su vez sostuvo que “la reiteración de testimonios implica una revictimización, la forma cómo es citada a partir de las notificaciones por la policía. Por ejemplo, citar a testigos a la misma hora, cruzándose en los pasillo con los imputados. Buscar que los aportes no se contrapongan a la lógica judicial”.
Experiencia concentracionaria: es la vivencia por la que atraviesan las personas que estuvieron en un CCD en la dictadura. CCD con un criterio amplio, sobre todo por las situaciones vividas en Tucumán, como el caso de Famaillá, personas que convivieron en sus casas, en su cotidianeidad con personas que abusaron de ellos. Estas experiencias concentracionarias con efectos en las generaciones posteriores.
Respecto a la desaparición como figura central del terrorismo de estado, significa no hay duelo porque no hay cadáver. No hay restos funerarios, el rito funerario es un acto público, eso está vedado para los familiares y para la propia sociedad. Convivimos con efectos muy serios.
Daño transgeneracional
Rousseaux explicó que este concepto está aceptado internacionalmente, “aparece luego de la experiencia del nazismo, marca un antes y un después en el tema. Son las marcas que deja en las generaciones, hasta las cuarta generación. El daño que se produjo en las victimas del terrorismo es imprescriptible, rompió y frustró el proyecto de vida de las personas”.
“Hablo de las huellas sociales del trauma psicosocial y cómo se manifiesta”, sostuvo. “El silencio social que debieron soportar los sobrevivientes, la fragmentación, no hubo posibilidad de escucha social. Pretensión de sospecha acerca de la veracidad de lo que se relata, es una marca, se pone en tela de juicio los hechos que ellos mismos han visto. Hay una experiencia psicológica, son efectos paralizantes y de desementida, no se puede ni escuchar lo que se está relatando. La convivencia con delitos que hoy se siguen cometiendo”.
“¿Es común que no hayan denunciado?”, se le preguntó durante la audiencia, “es muy común, no había garantías al respecto”.
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