En el siguiente informe exponemos algunos datos sobre la ideología del flamante Papa. Su vínculo con Massera, su homofobia. Su militancia en la Guardia de Hierro. Su responsabilidad sobre el secuestro de dos curas en 1976.
Jorge Mario Bergoglio, ahora Papa, llegó al sacerdocio a los 32 años, casi una década después de perder un pulmón por una enfermedad respiratoria y de dejar sus estudios de química. Pero pese a su ingreso tardío, en menos de cuatro años llegó a liderar la congregación jesuita local, un cargo que ejerció de 1973 a 1979.
Su ascenso coincidió con uno de los períodos más oscuros de Argentina, lo que le deparó fuertes críticas: la dictadura militar que gobernó el país entre 1976 y 1982.
En uno de sus tantos artículos sobre Bergoglio y la relación con la dictadura Horacio Vertbisky asegura que “Bergoglio reúne en sí dos rasgos que no siempre van juntos: es un conservador extremo en materias dogmáticas y posee una marcada sensibilidad social. Es lo que en la política argentina se conoce como un conservador popular. En privado se autodefine como peronista y su grupo de referencia es Guardia de Hierro, bautizado así en homenaje a la organización paramilitar antisemita rumana del mismo nombre, fundada por Corneliu Codreanu”.
Bergoglio, continúa “trabó contacto con Guardia de Hierro a principios de la década de 1970 y no lo perdió desde entonces. Esto implicó relaciones especiales con el gobierno de la fugaz presidenta María Estela Martínez de Perón y con el representante de la Armada en la Junta Militar que la derrocó, Emilio Massera. Su espectacular irrupción en la década pasada como sucesor del cardenal Antonio Quarracino colocó en la escena pública un debate sobre su personalidad y su conducta que se expresa en una paradoja: fue el primer jesuita en alcanzar el cardenalato y el arzobispado de Buenos Aires y sin embargo carece de toda relación con la Compañía de Jesús, donde su nombre es denostado.
En 1976 disciplinó a la Compañía de Jesús y dejó librados a su suerte a los integrantes que no quisieron abandonar a los sectores populares. Esta historia es un secreto que la gran prensa argentina guarda con tanto empeño como el que puso hace tres décadas en ignorar el método de la desaparición de personas aplicado por la Junta Militar.
Emilio Mignone, del CELS lo cuenta entre los “pastores que entregaron sus ovejas”. Junto con Yorio también fueron secuestrados otros tres jesuitas que trabajaban en la misma comunidad eclesial de base: Luis Dourrón, Enrique Rastellini y Francisco Jalics. “Bergoglio les pidió que se fueran de la villa de Flores y cuando se negaron hizo saber a los militares que no los protegía más, y con ese guiño los secuestraron. Cuando salieron los dejó librados a su suerte, y otros como Miguel Hesayne y Jorge Novak tuvieron que protegerlos”, sostiene un sacerdote jesuita que teme represalias si se conociera su nombre. El propio Yorio, un par de años antes de morir, me dijo que Bergoglio “tenía comunicación con Massera, le habrían informado que yo era el jefe de los guerrilleros y por eso se lavó las manos y tuvo esa actitud doble. No esperaba que saliera vivo”. La polémica posterior es conocida. El cardenal aduce en su descargo que no entregó a los sacerdotes sino que les reclamó que dejaran la comunidad del Bajo Flores para protegerlos porque sabía que la represión sería despiadada. Como no aceptaron, les indicó que debían alejarse de la Compañía de Jesús. Es decir que aun en su versión autoindulgente de los hechos, la suerte de los sacerdotes fue subordinada a la de la institución.
Los jesuitas formados por Bergoglio siguen una línea dogmática tradicional, pero “hacen la pastoral de fin de semana con los pobres. Les infundió una visión sacramentalista, acrítica y muy asistencialista”, añade un sacerdote que lo conoce bien. “Cultiva el bajo perfil. Está honestamente preocupado por los pobres, vive su espiritualidad. Es encantador, conquistador, muy austero, lleva siempre el mismo traje viejo, anda con zapatos gastados, viaja en colectivo y en subterráneo.” Según el sacerdote, Bergoglio “trató de desarmar el centro de estudios de la Compañía, el CIAS, donde estaban los sacerdotes Fernando Storni y Vicente Pellegrini. En la revista que editaban se publicó el artículo de Pellegrini sobre la represión que reprodujo Jacobo Timerman y provocó la clausura de La Opinión”, dice. “Eran unos snobs intelectuales”, desdeñan quienes avalan a Bergoglio. Otro documento que se conserva en el archivo de la Cancillería, producido a principios de la década de 1980 por un servicio de informaciones bajo el título “Nuevo copamiento de los jesuitas argentinos”, afirma que “a pesar de la buena voluntad del padre Bergoglio, la Compañía en Argentina no se ha limpiado. Los jesuitas zurdos se han cuidado por un tiempo. Ahora, con gran apoyo del exterior y de ciertos obispos tercermundistas han comenzado una nueva etapa”.
Un obispo que no autorizó que se revelara su identidad, se refería a él en términos muy similares: “Es un hombre muy peligroso. Si tiene un cura enfermo lo va a ver y se queda toda la noche. Un horror. Yo voy de visita pero me quedo diez minutos”. “Bergoglio es el responsable de que la Compañía de Jesús argentina sea retrógrada, espiritualista, conservadora, con una postura cercana al integrismo, lo cual es un caso único en el mundo, donde los jesuitas se destacan por lo contrario”, afirma un estudioso de la Compañía. “Una generación entera de jesuitas fue formada por Bergoglio en el culto a la personalidad, el clientelismo y la obsecuencia. Visita a los curitas y les soluciona problemas, les ofrece una computadora o un viajecito de vacaciones. En todo el mundo los jesuitas son vanguardia, acá trogloditas”, agrega.
Massera, honoris causa
El 25 de noviembre de 1977 cuando él integraba la plana mayor de la Universidad del Salvador, la Usal otorgó al jefe de la Armada, Emilio Eduardo Massera, el título de “doctor honoris causa”, en una ceremonia pública. Los datos de esa distinción al Almirante Cero desaparecieron misteriosamente de los archivos de la Universidad porque allí constan las firmas de quienes lo propusieron y cuáles eran las motivaciones para doctorar a un genocida. Pero, el cardenal hoy no recuerda el decisivo papel que jugó en ese homenaje al mandamás de la Marina.
El nombramiento de Massera como doctor “honoris causa” de la Usal se produjo casi exactamente un mes después de que los sacerdotes Orlando Yorio y Francisco Jalics fueron encontrados drogados y semidesnudos en un campo de Cañuelas. Los dos curas que desempeñaban su labor pastoral en una villa del Bajo Flores, habían permanecido casi seis meses secuestrados en la Esma.
Durante el juicio a las Juntas realizado en julio de 1985, el sacerdote Orlando
Yorio –que estuvo cautivo en la Esma entre mayo y octubre de 1976– declaró:
“Bergoglio nunca nos avisó del peligro que corríamos. Estoy seguro de que él
mismo les suministró el listado con nuestros nombres a los marinos”.
El religioso –que falleció en agosto de 2000– repitió en más de una
oportunidad: “No tengo indicios para pensar que Bergoglio nos liberó, al
contrario. A mis hermanos les avisó que yo había sido fusilado, no sé si lo
dijo como cosa posible o segura, para que fueran preparando a mi madre. Cuando
quedé en libertad, Bergoglio me confesó que dos veces lo visitó un oficial de
la policía para avisarle sobre nuestro fusilamiento. Fuera del país, en el New
York Times se publicó la noticia de nuestra muerte, la Cruz Roja
internacional tenía esa información”, narró Yorio. A su juicio, Bergoglio
“tenía comunicación con el almirante Massera, le habrían informado que yo era
el jefe de los guerrilleros y por eso se lavó las manos y tuvo esa actitud
doble. No esperaba que no pudieran encontrar nada para acusarme ni que saliera
vivo”.
El padre Yorio sostenía que Bergoglio estuvo presente en la casa operativa de
la Armada en la que pasaron varios meses luego de salir de la Esma. “Una vez
nos dijeron que teníamos una visita importante. Vino un grupo de gente a la que
no pudimos ver porque estábamos con los ojos vendados, pero Francisco Jalics
sintió que uno era Bergoglio”, afirmó el sacerdote.
El padre Yorio no sólo se basó en las percepciones sensoriales de su compañero
de cautiverio. El propio Bergoglio reconoció ante otros familiares haber visto
a Yorio y Jalics durante su secuestro y dio detalles que resultaron ser
correctos.
En su libro Iglesia y dictadura, editado en 1986, cuando Bergoglio no era conocido fuera del mundo eclesiástico, Emilio Mignone lo mencionó como ejemplo de “la siniestra complicidad” eclesiástica con los militares, que “se encargaron de cumplir la tarea sucia de limpiar el patio interior de la Iglesia, con la aquiescencia de los prelados”.
Matrimonio igualitario
Una de las cuestiones en las que el cardenal se enfrentó al gobierno fue el proyecto de Ley de Matrimonio entre Personas del Mismo Sexo. El 9 de julio de 2010, días antes de su aprobación, se hizo pública una nota de Bergoglio calificando como una «guerra de Dios» dicho proyecto, que contemplaba que las personas homosexuales pudieran contraer matrimonio y adoptar niños. En la nota del cardenal primado, dirigida a las monjas carmelitas de Buenos Aires, calificaba el avance legislativo del proyecto como «una movida del Diablo» y en la que alentaba a acompañar «esta guerra de Dios» contra la posibilidad de que los homosexuales pudieran casarse. El ex presidente Néstor Kirchner criticó las «presiones» de la Iglesia sobre este asunto.
La presidenta Cristina Fernández de Kirchner acusó en duros términos a Bergoglio por la campaña contra el matrimonio entre personas del mismo sexo, que se debatía en el Congreso. Fernández de Kirchner juzgó la postura de la Iglesia como propia de «tiempos medievales y de la Inquisición».
"No seamos ingenuos: no se trata de una simple lucha política; es la pretensión destructiva al plan de Dios", escribió Bergoglio en una carta días antes de que el proyecto fuera aprobado por el Congreso.
Edición y selección de información: Sebastián Ganzburg
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