La presidenta brasileña Dilma Rousseff procuró establecer una "tregua" con el papa Benedicto XVI cuando éste cuestionó su posición sobre el aborto en la campaña presidencial de 2010, según documentos reservados a los que tuvo acceso un diario local.
Un miembro de la Curia Romana solicitó a un ministro de Rousseff la pronta implementación de un acuerdo que establece beneficios legales para la Iglesia y habilitaría la enseñanza de contenidos religiosos en las escuelas.
Luego de su victoria en los comicios de octubre de 2010 Dilma
Rousseff, electa como candidata del Partido de los Trabajadores
(PT, centroizquierda), envió una correspondencia al Pontífice en
la que se sugería una distensión y la superación de las
desavenencias ocurridas durante la campaña.
El origen del disgusto de Rousseff obedecía a que pocos días
antes de los comicios Benedicto XVI recibió a un grupo de
religiosos brasileños del estado de Maranhao a quienes recomendó
que insten a los fieles a votar contra los candidatos proclives
al aborto, como era el caso de la postulante del PT.
Rousseff, ex miembro de una organización guerrillera y
divorciada, había declarado a una revista femenina que aceptaba
el aborto en ciertas circunstancias pero luego, durante la
campaña, ante las críticas formuladas por católicos y
evangélicos firmó un compromiso de no impulsar la legalización
de la interrupción del embarazo.
Según fuentes del gobierno, citadas en varios diarios locales
hace dos semanas, Rousseff nunca "logró digerir completamente"
la posición del Vaticano a la cual interpretó como una
injerencia en la vida política y electoral brasileñas y un apoyo
a su rival, el ex postulante presidencial socialdemócrata, José
Serra, quien asumió una inequívoca posición contra el aborto.
Ese encono de Rousseff es el motivo que explicaría, siempre
según personas allegadas al Palacio del Planalto y analistas,
porque la presidenta del país católico más poblado del mundo no
hizo ninguna declaración, ni emitió ninguna nota oficial, cuando
el papa Benedicto XVI anunció su renuncia el 10 de febrero
pasado.
Papeles hasta ahora secretos citados ayer por el diario Estado
de Sao Paulo revelan que a pesar de el enfriamiento de las
relaciones entre Brasilia y la Santa Sede, hubo en estos años
intentos de reaproximación de ambas partes, pero éstos
estuvieron sujetos a ciertas condiciones.
En ese sentido el Vaticano solicitó, a través del Secretario
para las Relaciones con Estados, Dominique Mamberti, que la
recién electa Rousseff mantenga en vigor la "concordata" firmada
en 2008 en la Santa Sede por Benedicto XVI y el ex mandatario
Luiz Lula da Silva, también del PT, que concedía beneficios a la
iglesia católica.
Se denominan "concordata" al entendimiento rubricado por el
Estado Vaticano y el gobierno de otro país el cual, por tener
carácter de tratado internacional, requiere ser aprobado por el
Congreso, según lo establece la Constitución brasileña.
En 2009 Lula transformó la "concordata" en un proyecto y lo
envió con carácter de "urgente" al Legislativo, donde fue
aprobado a pesar de los cuestionamientos formulados por
congresistas defensores de la laicidad de la Educación, para
quienes la iniciativa induce a la inclusión de contenidos
católicos en la escuela.
Pero la norma reclamada por la Santa Sede aún no entró en
vigor ya que la Procuraduría General de la República la objetó,
al entender que viola la Constitución por permitir la enseñanza
de la religión, y ahora el tema está siendo juzgado por el
Supremo Tribunal Federal.
De acuerdo con lo publicado hoy por Estado, el representante
del Papa Dominique Mambert conversó sobre la "concordata" que
iba a establecer el Estatuto Jurídico de la Iglesia Católica,
con el ex seminarista Gilberto Carvalho, actual secretario
general de la Presidencia.
Precisamente fue Carvalho fue el ministro escogido por
Rousseff hace 10 días para que se reúna con la Conferencia
Nacional de Obispos de Brasil, en un nuevo intento por
descongelar la relación y establecer contactos con miras a la
elección del próximo Papa.
Al parecer el gobierno brasileño intenta, de forma discreta, hacer valer su peso en los conciliábulos previos a la elección del futuro Pontífice, y miembros del gabinete presidencial esperan que haya una "reaproximación" con el Vaticano en el futuro próximo.
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