Los científicos estudian la aplicación industrial de microorganismos que, a la manera de los superhéroes, son capaces de soportar condiciones extremas. En el Instituto Antártico Argentino, por ejemplo, investigan la enzima de un organismo que sobrevive en aguas gélidas.
Agencia CyTA-Instituto Leloir
Resisten temperaturas inferiores al punto de congelamiento del agua, dosis masivas de rayos ultravioleta y valores de acidez que podrían corroer un metal. ¿Son superhéroes? No. Son bacterias y otros microorganismos que estudia la ciencia para aprender de ellos y utilizarlos en la industria, entre otras aplicaciones.
Se llaman organismos “extremófilos”. “Al estar adaptados a vivir en ambientes cuyas características físicas y/o químicas se apartan enormemente de lo que el ser humano considera las condiciones más adecuadas para la vida, estos organismos han adquirido asombrosas capacidades fisiológicas”, explicó a la Agencia CyTA el doctor Walter Mac Cormack, director del Departamento de Microbiología Ambiental y Ecofisiología del Instituto Antártico Argentino (IAA).
Más allá del interés académico que representa el conocimiento de dichas capacidades, tienen potencial aplicación en muy diversos procesos utilizados en la microbiología industrial y la biotecnología. “Las enzimas de estos organismos extremófilos, por ejemplo, pueden catalizar reacciones con alto grado de especificidad” en condiciones muy desfavorables, indicó Mac Cormack, quien hace unos años atrás analizó una muestra marina antártica y describió a Bizionia argentinensis: una bacteria que logra vivir de manera permanente a una temperatura cercana al punto de congelación del agua.
Las enzimas (un tipo de proteína que acelera la velocidad de diversas reacciones) provenientes de ese tipo de organismos son actualmente utilizadas con gran éxito. Y su búsqueda y estudio representa uno de los campos de mayor actividad de la microbiología y la biotecnología actuales. Solamente la aplicación de la enzima ADNpolimerasa de la bacteria Thermus aquaticus (capaz de prosperar en altas temperaturas) en una técnica para “fotocopiar” muestras de ADN “representa un mercado de varios cientos de millones de dólares anuales y ha permitido el desarrollo de metodologías de biología molecular que se aplican en campos tan diversos como el diagnóstico clínico, la medicina forense, el análisis de alimentos y prácticamente cualquier área de investigación biológica”, explicó Mac Cormack.
Sobre Bizionia argentinensis, cuyo genoma ya fue secuenciado, Mac Cormack puntualizó que sus enzimas están adaptadas a trabajar a temperaturas muy bajas. Un análisis profundo de la secuencia génica de Bizionia argentinensis, dijo, aportará novedosa información acerca de los genes que posee este microorganismo y de las adaptaciones que ha adquirido durante su evolución. “Si, como se estima, algunas de las funciones a descubrir tienen aplicación industrial, se abrirá un vasto campo de desarrollo basado en la optimización de los procesos industriales y biotecnológicos”, vaticinó.
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