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Lutereau: una nueva perspectiva para pensar el juego

En Los usos del juego. Estética y clínica, el psicoanalista y escritor Luciano Lutereau propone una orientación inédita para pensar el estatuto del juego, menos funcionalista que antropológica, despejando, de esa manera, el terreno para aclarar su potencia instituyente.

El libro, publicado por la casa Letra Viva, evita preguntar (y responder) qué es el juego, para concentrarse en una experiencia que se pone en acto en función de cuatro categorías: representación, objeto, resto y repetición, que permiten también una lectura política de su práctica. 

L: -Habitualmente se plantea que el juego es una suerte de "como si" y enseguida se introducen los términos "ficción" o "escena". Así, en lugar de resolver un problema se lo desplaza. Porque no todos los juegos son simbólicos. Esto es algo que ya había entrevisto Arminda Aberastury en su El niño y sus juegos.

Luciano Lutereau por Gustavo Pascaner

T: - Si el objeto que organiza un juego no es sustituto de nada pero a su vez tiene una función, ¿cuál sería esa función?
L: - En este aspecto, mi idea es separar al juego del juguete; es decir, el juguete no es condición del juego sino que cuando se presenta, encarna esa forma temporal de la repetición que el juego promueve. Además de (Jean-Pierre) Vernant, hay otra referencia: "Infancia e historia", de (Giorgio) Agamben.

T: - Ese "útil inútil", ¿no hace las veces de la “parte maldita” con la que se supone es mejor establecer cierto comercio que aplastar toda posibilidad de intercambio?
L: - Exacto. Ahí vuelvo a pensar una referencia a la obra de Bataille y el vínculo que establece entre la "parte maldita", la fiesta y en particular, la experiencia del potlach. El juego instituye un modo de relación que pone entre paréntesis el intercambio entendido en el sentido de "dar algo a alguien".
 
El juego es un don intransitivo o, para decirlo con Lacan, es un acto de amor, en la medida en que se da lo que no se tiene, o bien es una forma de darse a expensas de cualquier retribución, porque ésta es superada por el acto mismo de dar. Otra de mis influencias es la fenomenología de la donación de (Jean-Luc) Marion.
 
T: - La relación del juego con el sacrificio y el don, ¿se orientan en esa perspectiva?
L: - Se orientan hacia esa forma de instituir una experiencia en la que el sacrificio es el correlato del don, pero entendido en términos de pago. Como tal, el juego es una práctica anticapitalista o para con Bataille, es una "gasto improductivo", en la medida en que se opone a la lógica de la producción acumulativa. 
 
Y respecto de la "función", preferí utilizar la expresión "uso", esto es, quitarle toda referencia funcionalista, finalista, para destacar su vínculo con la satisfacción, con aquello que con (Jacques) Lacan, llamamos goce. Los "usos del juego" indica los diversos modos en que el juego permite la estructuración del sujeto a través de una economía libidinal.
 
T: - En todo objeto alienta una "presencia extraña", decís. ¿A qué extrañeza te referís?

L: - Esa presencia "extraña" es el resultado de un análisis de reducción fenomenológica que parte del juguete como objeto para avanzar hacia las operaciones de lo que llamo "jugante"”—para compartir el término de Lacan "analizante". Se trata de distinguir el juguete de otros objetos para asignarle un ser propio (ser un "útil inútil"). Una de las apuestas más fuertes del libro estriba en ubicar que este movimiento que instituye el juego es el mismo que implica el cumplimiento de la regla de asociación libre en el inicio de un análisis.