El 19 y 20 de diciembre del 2001 un volcán social entró en erupción en la República Argentina, siendo "el rostro anticipado" del actual brete que transitan las principales democracias occidentales que no tienen respuestas para millones de pobladores sin trabajo, sin viviendas ni un futuro en la mano.
En el imaginario político argentino, la Plaza de Mayo es el escenario por excelencia de los actos históricos, pero el estallido de diciembre del 2001, con muertos y decenas de heridos y detenidos se desarrolló en los principales centros urbanos del país y afectó a todos los habitantes que en esos días voltearon no sólo a un sistema económico sino a un modo de hacer política que ya no servía más.
A la calle salieron los ahorristas que de la noche a la mañana no accedieron mas a sus dólares luego que el uno a uno -un peso un dólar- cayó junto con el "superministro educado en Harvard", Domingo Felipe Cavallo, a cargo de la economía argentina durante los gobiernos de Carlos Menem y del radical, Fernando De la Rúa, quien ató su destino político al famoso plan.
Pero en la calle ya estaban millones, afectados por más de 25 años de políticas neoliberales y quienes, en los 90, mientras caían una a una las empresas estatales en manos privadas, sus vidas, sus familias y sus proyectos se deshacían.
La declaración del Estado de Sitio por la cadena nacional, lejos de aquietar la convulsión, llevó el número de muertos a 39, decenas de detenidos, saqueos y cientos de heridos, entre ellos Martín Galli, entonces un joven repartidor de 26 años, enamorado de las letras y las palabras, portador de "dreadlocks"(trenzas jamaiquinas), que vivía en La Matanza.
Desde el 20 de diciembre del 2001 vive con una esquirla en la cabeza. Salvado por una sucesión de milagros entre los cuáles se cuentan un compañero ("el Toba” García) que lo sacó de al menos dos paros cardíacos, un taxi que milagrosamente apareció cerca del Obelisco donde lo que mas había eran gases y corridas, y la llegada al Hospital Argerich donde fue operado.
"En realidad estaba dudando pero cuando vi por la tele que la caballería sacaba a las Madres de la plaza, fue como una puñalada que me sacó de quicio. Tuve la necesidad de participar de inmediato".
Habitante de San Justo, Martín creció respirando el debate, la discusión por mejores condiciones de trabajo porque es hijo de sindicalistas así que la política no era algo ajeno en su vida y con toda resolución ese 20 de diciembre subió a un colectivo que lo dejó en la estación Ramos Mejía desde donde viajó a Once. El objetivo, la Plaza de Mayo para defender a las Madres.
En el tren había gente que viajaba con carteles para manifestarse, columnas que llegaban. Me encontré con mis amigos y empezamos a caminar para el lado del centro. No sé por qué tomamos Mitre, la paralela a Rivadavia. Cuando llegamos al Congreso la policía estaba reprimiendo. Ponele que eran las 3 de la tarde. Yo no sabía que en esa manifestación estaba mi vieja. Si, mis padres son peronistas".
"Seguimos para Plaza de Mayo pero a esa hora era difícil. Pasamos la 9 de Julio y entramos por Diagonal Norte y cuando estábamos llegando a los vallados con la caballería nos sacaron a palazos. No había gente tampoco pero para nosotros la plaza era como una obsesión".
"De ahí nos sacaron corriendo y nos empujaron hasta la 9 de Julio. Ahi estuvimos manifestando el resto de la tarde pero en un clima bastante mas denso porque para esa hora ya se sabía que había muertes. Cuando se confirma que el presidente de la nación había renunciado yo ya estaba en el hospital".
"A eso de las 7 y cuarto de la tarde estaba sobre el Mercado del Plata con unas cien personas. El grueso estaba sobre el Obelisco y alrededores. Nosotros estabamos a una cuadra y media cansados de los gases y demás".
"De repente vemos que vienen dos autos y una camioneta del lado de Constitución. Eso era raro porque estaban todas las calles con piquetes y fuego de gomas en cada esquina y lo único que había era gente muy dispersa y la policía. De repente los tipos frenan frente a donde estábamos nosotros, a unos 50 metros en la mano opuesta".
Yo estaba con un amigo sentado en el cordón y fue todo muy rápido. Los tipos frenaron en semicírculo, se parapetaron con las armas y empezaron a tirar al toque. Yo ahí me di media vuelta y corrí y caí: me pegaron un tiro y una de las esquirlas de Itaka me entró por la parte de atrás de la cabeza. Quedé tirado en el piso".
El joven músico-repartidor de trenzas jamaiquinas tuvo que aprender a caminar nuevamente, entre otras actividades básicas, consiguió trabajo en una biblioteca de la Ciudad de Buenos Aires y, junto a otras víctimas y familiares, fue recibido por el presidente Néstor Kirchner en febrero del 2004, antes de cumplir un año al frente del ejecutivo nacional.
Inmediatamente después se anunció el envío al Congreso de un proyecto de ley para reparar e indemnizar a las familias de fallecidos, con lesiones gravísimas, graves y leves víctimas de la feroz represión, una mas en el historial de la policía federal. La iniciativa aún espera, igual que los damnificados.
Entonces Kirchner, cuando aún mucha gente no creía, reiteró lo que era una política central en su gobierno: "no reprimir nunca" a los movimientos sociales o piqueteros sino intentar la vía de la negociación.
Anunció "es una decisión que tomamos en conjunto, no el gobierno sino la sociedad argentina" y enfatizó que, en el terreno de los derechos humanos "no hay marcha atrás y para aquellos que siguen amenazando desde las sombras que sigan amenazando, la decisión está tomada".
"Para consolidar los derechos humanos y terminar con la impunidad de ayer y la impunidad de hoy. Quienes se animaron a hacer las cosas que hicieron el 20 de diciembre lo hicieron porque hubo impunidad ayer", aseguró Kirchner sobre sucesos de una jornada histórica y fundante para la República Argentina.
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