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AMPLIARParte dieciocho del diario íntimo de un hombre cincuentón

5 de diciembre

Parte dieciocho del diario íntimo de un hombre cincuentón que atraviesa los senderos de la vida como puede. El primer texto se publicó en la edición del 30 de junio. En esta oportunidad a nuestro personaje lo visitan de imprevisto Elvira y Miriam, una curiosa pareja.

Cuento completo 

5 de diciembre 

Casa tomada. Así tituló Julio Cortázar uno de sus cuentos más famosos. En ese caso dos hermanos quedaron presos de fantasmas que invadieron su hogar. A mi me pasó algo similar, aunque el final no es el mismo. Dos mujeres me cayeron de imprevisto a mi casa. Estaban de paso por Tucumán y decidieron que serían mis visitas. Mi casa no es grande, pero tengo una pieza donde recibo huéspedes que, a decir verdad, no ocurre en demasiadas oportunidades. No me gusta compartir mi privacidad. Lo cierto es que mediante un mensaje de texto anunciaron que estaban frente a casa. Traían un bolso cada una. 

Mi prima optó por tener parejas del mismo sexo desde hace 15 años. Anteriormente se había casado con un hombre, incluso tuvo dos hijos. La relación duró cinco años. Se terminaron divorciando. Por un tiempo disfrutó su soltería, conoció a una mujer y terminaron siendo muy amigas. Se contaban todo, mucha confianza entre ellas. En más de una oportunidad, Miriam, mi prima, dormía en casa de Elvira, como ocurre normalmente en una relación de amistad sincera. Ambas viven en San Juan. 

Cuando les abrí la puerta, Miriam se lanzó a mi cuello. No nos veíamos desde hacía siete años. La última vez fue de casualidad en un bar en Buenos Aires. Sin ponernos de acuerdo coincidieron nuestros viajes.

-         Te presento a Elvira, mi novia.

-         Un placer. 

Mi respuesta fue automática, rápida, directa, seguramente mis ojos describían un inaudito asombro, porque Miriam me dijo con total naturalidad: 

-         No te asustés, primo, nos conocemos hace unos años. 

Esa noche Miriam me contó todo. Luego del divorcio se hicieron muy amigas con Elvira. Una noche, entre copas de vino cuyano, melancólicas melodías de arrabal y poesía pizarnikiana, decidieron enamorarse. 

-         Nos deseábamos hacía tiempo, pero ninguna se animaba a confesarlo. Por prejuicio, por vergüenza, por conducta. Esa noche hicimos el amor, durante horas. Desde entonces no volvimos a separarnos. 

Por primera vez eran huéspedes en mi casa. Las contradicciones se presentan día a día, de manera incoherente, en más de una oportunidad. Situaciones que no terminan de sorprendernos. Esa noche, Elvira, pidió disculpas, mientras mi tenedor con carne al horno se aproximaba a mis dientes, algo manchados por el café de la vida. 

-         Señor, agradecemos la cena de esta noche que nos alimenta y nos trae paz. Bendito seas Jesús. Amén. 

Inexorablemente quedé estupefacto ante semejante experiencia. No podía creer lo ocurrido, en mi casa bendijeron la mesa. No solo eso, sino que lo hizo una mujer lesbiana, pareja de mi propia prima, la persona más atea que conozco. La fe no tiene límites pensé, a pesar de las persecuciones y calamidades que hace la iglesia en contra de las personas homosexuales, Elvira reza. Solo atiné a brindar, el vino sanjuanino que trajeron de regalo ayudó a pasar el bocado recién ingerido.  

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