Narrador y crítico literario argentino, autor de un ensayo fundamental, Historia de la literatura hispanoamericana (1954) y de cuentos breves reunidos en diversas antologías. Sus cuentos se sitúan en una zona entre lo fantástico y el realismo mágico. Cuento dentro de la nota
Nació en Córdoba, Argentina, desde los 4 años de edad vivió en Buenos Aires y desde los 8 en La Plata. Estudió en el Colegio Nacional de esa ciudad, y luego en la Universidad de Buenos Aires, a la que ingresó a los 18 años. Fue alumno de Pedro Henríquez Ureña en filología y de Alejandro Korn en filosofía. En 1930, comenzó a enseñar en la Universidad Nacional de Cuyo, y posteriormente, hasta 1947, en la Universidad Nacional de Tucumán. Al mismo tiempo, era editor de la sección literaria del periódicosocialista "La Vanguardia" de Buenos Aires. Destituido de su cátedra en Tucumán con el advenimiento del gobierno de Juan Domingo Perón, se dirigió a los Estados Unidos con una beca de la Universidad de Columbia. El mismo año 1947 comenzó a enseñar en la Universidad de Míchigan, donde permanecería hasta 1965. En ese año fue designado Víctor S. Thomas Profesor de Literatura Hispánica en la Universidad de Harvard, cargo que mantendría hasta su jubilación en 1980. Fue elegido miembro de laAcademia Argentina de Letras en 1979.
Ya retirado de la actividad docente, Enrique Anderson Imbert continuó con su pasión por la escritura, incursionando en los géneros más diversos. Todos los años regresaba durante unos meses a Buenos Aires, donde falleció a finales del año 2000. En su lecho de muerte bosquejó un cuento corto: la historia de un violinista que, a punto de comenzar un concierto que definirá su carrera, descubre que ha olvidado la partitura. Durante toda su vida reivindicó su adhesión al socialismo.
Son reputados sus ensayos sobre la historia literaria hispanoamericana. (Historia de la literatura hispanoamericana, 1954; Spanish American Literature - A History, en 2 volúmenes, 1963; El realismo mágico y otros ensayos, 1979; La crítica literaria y sus otros métodos, 1979; Mentiras y mentirosos en el mundo de las letras, 1992), y sus estudios sobre Domingo Faustino Sarmiento y Rubén Darío. Es también autor de novelas y de libros de cuentos (El Grimorio, 1961; La locura juega al ajedrez, 1971; Los primeros cuentos del mundo, 1978; Anti-Story: an anthology of experimental fiction, 1971; Imperial Messages, 1976).
El suicida
Al pie de la Biblia abierta -donde estaba señalado en rojo el versículo que lo explicaría todo- alineó las cartas: a su mujer, al juez, a los amigos. Después bebió el veneno y se acostó.
Nada. A la hora se levantó y miró el frasco. Sí, era el veneno.
¡Estaba tan seguro! Recargó la dosis y bebió otro vaso. Se acostó de nuevo. Otra hora. No moría. Entonces disparó su revólver contra la sien. ¿Qué broma era ésa? Alguien -¿pero quién, cuándo?- alguien le había cambiado el veneno por agua, las balas por cartuchos de fogueo. Disparó contra la sien las otras cuatro balas. Inútil. Cerró la Biblia, recogió las cartas y salió del cuarto en momentos en que el dueño del hotel, mucamos y curiosos acudían alarmados por el estruendo de los cinco estampidos.
Al llegar a su casa se encontró con su mujer envenenada y con sus cinco hijos en el suelo, cada uno con un balazo en la sien.
Tomó el cuchillo de la cocina, se desnudó el vientre y se fue dando cuchilladas. La hoja se hundía en las carnes blandas y luego salía limpia como del agua. Las carnes recobraban su lisitud como el agua después que le pescan el pez.
Se derramó nafta en la ropa y los fósforos se apagaban chirriando.
Corrió hacia el balcón y antes de tirarse pudo ver en la calle el tendal de hombres y mujeres desangrándose por los vientres acuchillados, entre las llamas de la ciudad incendiada.
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