Hace un año, Estados Unidos suspendió sus aportes financieros a la UNESCO. Desde entonces, dicha organización de la ONU recorta sus proyectos, entre ellos algunos dedicados a la educación y al fomento de la democracia.
Cuando Estados Unidos suspendió en octubre del año pasado sus pagos a la UNESCO se produjo un shock. Súbitamente faltó un 22 por ciento del presupuesto en las arcas de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura. Un golpe duro, pese a que Arabia Saudita y Noruega aportaron 20 millones de dólares cada uno a un fondo de emergencia. Entretanto, el déficit se eleva a unos 144 millones.
Ya hace un año, la secretaria general de la UNESCO, Irina Bokova, habló de una crisis. La desató la decisión de la organización de reconocer a Palestina como miembro pleno. Pese a que Estados Unidos había advertido previamente que en tal caso congelaría sus aportes, la gran mayoría de los delegados acogió la petición palestina el 31 de octubre de 2011. Alemania secundó en ese entonces a Estados Unidos y votó en contra, por consideración a Israel, que también cesó sus pagos.
Más que monumentos
La UNESCO resolvió de inmediato aplicar un plan de ahorro, que apuntaba más a la administración que a los proyectos. No obstante, fue un duro golpe, que también puede ser contraproducente para Estados Unidos. Porque la UNESCO no sólo se encarga de otorgar el sello de “Patrimonio de la Humanidad” a diversos tesoros del planeta. En su Constitución se ha trazado el objetivo de promover “en todo el mundo el respeto al Derecho y la Justicia, a los derechos humanos y las libertades fundamentales”.
La educación tiene un papel clave. No en vano la UNESCO lidera a nivel mundial la década de la alfabetización, que se propone reducir a la mitad el número de analfabetos adultos. Pero su labor va más allá. Por ejemplo, la UNESCO fomenta la formación de periodistas en regiones en crisis. Tiene una oficina para Irak y un equipo in situ, para brindar respaldo en educación, ciencia y cultura, al igual que en materia de comunicación e información.
¿Autogol occidental?
Tras la suspensión de los pagos estadounidenses, la jefa de la UNESCO hizo notar que ese trabajo peligra, al igual que el programa de alfabetización en Afganistán, proyectos que también impulsaba Washington.
El embajador estadounidense ante la UNESCO, David T. Killion, y la administración Obama emprendieron de hecho en los meses pasados un intento de reintegrarse al círculo de los miembros que pagan aportes a la organización. Pero pronto ese impopular cometido fue congelado nuevamente.
¿Y qué ocurre con Alemania? En el Ministerio de Relaciones Exteriores se guarda cautela. Una portavoz admitió que el cese de los pagos estadounidenses “dificulta” el trabajo de la UNESCO, aunque las medidas de ahorro adoptadas de inmediato redujeron los problemas. En una breve respuesta, señaló también que Alemania “contribuyó a mitigar las dificultades financieras girando tempranamente su cuota en el año en curso”. A eso se añaden aportes adicionales de Alemania a proyectos del campo de la ciencia, la educación y la cultura.
Cambios estructurales
De todos modos, algunos proyectos de la UNESCO en fase de planificación fueron cancelados, mientras otros han sido congelados.
Ya en una oportunidad, entre 1984 y 2003, la UNESCO tuvo que batírselas sin dinero estadounidense. En esa ocasión, durante el gobierno de Ronald Reagan, Estados Unidos se retiró de la organización. Pero ahora da la impresión de que está cambiando la correlación de fuerzas en la UNESCO. Entre los que últimamente salieron en ayuda de la organización se cuentan, aparte de Arabia Saudita y Noruega, también países como China, Malasia, Corea del Sur, Indonesia, Qatar y Argelia. Incluso Gabón y Chad hicieron una donación. Occidente, que hasta ahora llevaba la voz cantante en materia político-cultural, pierde significancia. La estructura de poderes de la UNESCO se ha puesto en movimiento.
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