"La Iglesia debe mirar el presente" sostiene el papa Juan XXIII al dejar inaugurado el Concilio Vaticano II, cuyo propósito era adaptar la Iglesia Católica el mundo contemporáneo, promover el desarrollo de la fe y una renovación moral de la vida cristiana de los fieles, así como una mayor interrelación con las demás religiones. VIDEO
HACE 50 AÑOS LOS CATOLICOS RENOVABAN MUCHO MAS QUE SU LITURGIA
El 11 de octubre de 1962, el Papa Juan XXIII daba inicio al Concilio Vaticano II, un encuentro que más allá de renovar las celebraciones cristianas dejando de lado el uso del latín en la misa y el respetar el idioma de cada país, sentó las bases para un diálogo interreligioso y buscó una mayor participación de la iglesia ante los problemas sociales.
El inicio del Concilio Vaticano II, considerado como uno de los hechos más relevantes del siglo pasado, reunió en la Basílica de San Pedro, en Roma, a 2.450 sacerdotes conciliares de todos los continentes, encargados de debatir cuestiones de fe y el rol de la iglesia católica ante cambios sociales y políticos.
También, había en el comienzo del Concilio misiones oficiales de 85 países y de organizaciones internacionales y 28 observadores de 15 confesiones cristianas, que siguieron cada paso del encuentro.
Pero la celebración del concilio se vio opacada el mismo año en que comenzó, debido a que falleció del Papa Juan XXIII que fue su propulsor y debió continuar al frente de ese encuentro religioso su sucesor, Paulo VI, que lo dio por culminado en 1965.
A partir del Concilio, la iglesia católica se aprestó a trabajar más fuerte para lograr una mejor interrelación con las otras religiones, asumió la responsabilidad de adaptar su doctrina a las necesidades sociales y, en lo formal, respetó el idioma de cada país en la celebración de misas, dejando de lado el uso del latín.
El presbítero Víctor Manuel Fernández, rector de la Universidad Católica Argentina (UCA), sostuvo que "el contexto mundial en el que se preparó y realizó el Concilio era complejo y controvertido".
"Desde el punto de vista socioeconómico, en Occidente predominaba la idea del desarrollo y algunos autores hasta hablan de los felices 60, porque se esperaba que los países desarrollados ayudarían al resto a lograr ese objetivo, expectativas que más tarde, quedó demostrado, fueron declinadas", señaló Fernández.
Refiriéndose a los nuevos desafíos que enfrentaba la Iglesia en ese momento, rescató que "Juan XXIII decía, por ejemplo, que la Iglesia debía mirar al presente, considerando las nuevas condiciones de vida introducidas en el mundo moderno".
Pero en materia ecuménica, "llamó la atención el deseo de Juan XXIII de que las demás iglesias cristianas participaran en el Concilio y que se creara un secretariado para la promoción de la unidad de los cristianos".
Fernández opinó que "el Concilio cambió el rostro del catolicismo con una mayor atención a la Palabra de Dios, una nueva forma de celebrar la liturgia, un novedoso impulso evangelizador, y también con un notable acercamiento al mundo, promoviendo el diálogo con las culturas y alentando la participación de los laicos".
"Hubo un nuevo sentido de ecumenismo, una apertura respetuosa al diálogo con el Judaísmo y muchas otros puntos que dieron a la Iglesia un renovado dinamismo", puntualizó.
En ese sentido, Daniel Goldman, rabino de la comunidad Bet-El, reconoció que el Concilio "produjo un acto importante" en materia de diálogo interreligioso, y destacó que "hubo varios antecedentes fuertes para que se produzca esa situación, una de las cuales es la Shoá", término usado para referirse al Holocausto.
"Eso es algo que no podemos obviar y olvidar, y frente al mayor horror del siglo XX, la jerarquía religiosa tuvo que hacer un cambio", añadió Goldman.
El rabino reflexionó que "hoy tomamos el tema del diálogo interreligioso con cierta naturalidad, pero más allá de ciertos puntos en común, tenemos que ver si estamos diciendo lo mismo".
"Yo festejo la posibilidad de la existencia del diálogo y hubo avances gigantes en los últimos 40 años en esos términos, pero hay que profundizar qué entendemos por diálogo", puntualizó.
En este sentido, reflexionó: "Si uno no sale del diálogo diferente de como entró significa que no hubo diálogo, y para que exista verdaderamente hay que superar -en todas las religiones- los propios prejuicios", destacó.
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