Extraordinario novelista y cuentista, fue subdirector del diario Los Andes, y corresponsal del diario La Prensa. Por ignotos motivos fue encarcelado por el ejército el 24 de marzo de 1976 y liberado el 4 de septiembre de 1977, se exilió en Estados Unidos, Francia y España antes de regresar a la Argentina en 1985. Autor, entre muchos otros títulos, de "El cariño de los tontos", "Mundo animal", "El Pentágono", "Zama", "Two Stories", "Sombras nada más", "El Silenciero" y "El juicio de Dios", nació en Mendoza el 2 de noviembre de 1922. VIDEO
Nota aparecida en "El Periodista" de Buenos Aires a días de su muerte
Por Alberto Gonzalez Toro
Enfermo, solo, casi olvidado por los
hacedores de famas y glorias, Antonio Di Benedetto se ha refugiado en sus
sueños. que él define "Sombras. y algo mas). Hace varios años (antes de
que una patrulla militar lo secuestrara de su casa. en Mendoza) Di Benedetto
opinaba "Yo creo que el hombre no es naturalmente bueno por el contrario,
Ias necesidades, el afán de descollar. hacen que el hombre use muchas armas
innobles. Si se porta bien es por obligación de la sociedad. Adentro suyo. se
tortura. Por eso necesitamos la confesión. Por lo común nos rodean oídos
sordos. La confesión busca sacar el veneno que tenemos adentro, busca el
perdón. ¿Y quien es el que en forma directa nos otorga el perdón? La madre. Yo
la perdí. Lo que yo siento en estos momentos es una soledad individual muy
profunda, gran pudor en los sentimientos. Se me ha vuelto un tremendo problema
exteriorizarlos. Si me juzgo -como todos los que fuimos inventados por
Pirandello o Dostoievsky-, me siento solamente culpable y sin redención.
Porque, ¿Quién me perdonaría? La otra alternativa de confesión la da el amor en
pareja, que quizá sea la única salvación del hombre en sociedad". De
alguna manera. en esta confesión podría resumirse todo el universo de este
admirable escritor, de estilo riguroso, ceñido, que no permite ninguna
distracción en el lector.
A fines de la década del cincuenta. Di Benedetto respondió
así a un breve cuestionario que le envió por correo el diario La Razón: «Nacido
en Mendoza el 2 de noviembre de 1922. Estudios de abogacía (no terminados).
Periodista desde los 18 años. Desde 1949. jefe de las secciones de artes,
letras y espectáculos en el diario Los Andes, Corresponsal en Mendoza del
diario La Prensa». Había escrito, ya, su obra maestra, Zama, la historia
de un ser "solitario, aislado, patéticamente incómodo e inferior" en
cualquier situación de la vida, con nostalgia de algo que no existe o existe
apenas", según juzga Dario Puccini, catedrático de Literatura en la
Universidad de Roma y uno de los mayores especialistas en la obra de Di
Benedetto. "He escrito varias novelas, pero sólo rescato de ellas Zama,
que me ha dado muchas satisfacciones. Incluso hay en Madrid una librería que
lleva su nombre", ha dicho el escritor. Una novela que ha vendido 200.000
ejemplares en Alemania donde Di Benedetto es considerado uno de los más grandes
narradores de Hispanoamérica.
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Zama cuenta con un lenguaje castizo.
bello, perfecto, la larga, infinita espera de un funcionario del imperio
español en América que aguarda. en Asunción del Paraguay, ser trasladado a
Buenos Aires. La espera de don Diego de Zama, en realidad, es una espera existencial,
que lo degrada en su soledad, que lo hunde en sus culpas. "Europa, nieve,
mujeres aseadas porque no transpiran con exceso y habitan casas pulidas donde
ningún piso es de tierra -reflexiona Zama- Cuerpos sin ropas en aposentos
caldeados, con lumbre y alfombras. Rusia, las princesas. Y yo así, sin unos
labios para mis labios, en un país que infinidad de francesas y de rusas, que
infinidad de personas en el mundo jamás oyeron mencionar; yo ahí consumido por
la necesidad de amar, sin que millones y millones de mujeres y de hombres como
yo pudiesen imaginar que yo vivía, que había un tal Diego de Zama, o un hombre
sin nombre con unas manos poderosas para capturar la cabeza de una muchacha y
modelarla hasta hacerle sangre".
Ajeno, "perdido" en el mundo, el anónimo don Diego
de Zama vive un exilio perpetuo. Recuerda a veces a su mujer y su hijo, a
quienes envía de tanto en tanto un poco de dinero. Su mujer y su hijo son, al
principio, el "objetivo" de su vida. Pero el paso del tiempo, la distancia,
van borrando ese recuerdo . Don Diego queda, finalmente, con sus culpas
"que no se puede ni borrarlas ni olvidarlas", según apunta Di
Benedetto.
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Zama fue publicada en 1956. Tuvo excelente crítica; tuvo poco lectores. Su autor siguió, empecinado, obstinado, cultivando el silencio. Ia humildad, lejos del "mundanal ruido". Ocupado varias horas al día por el periodismo, dedicaba los fines de semana a elaborar -pacientemente- una de las cumbres mayores de la narrativa Argentina. "El escritor debe producir primero el rechazo del lector, a raíz de que ese rechazo lo conmueve, empezar a elaborar la novela, a conseguir que la descubra en todos sus pliegues y repliegues más preferidos. Si el lector se siente identificado con el protagonista, se perderá".
Es difícil identificarse con Aballay,
personaje de un cuento antológico. Es imposible, en cambio. no admirar su
perfección, su manejo del idioma su tiempo narrativo. Aballay resume, en pocas
páginas, la concepción existencial de Di Benedetto, en donde el absurdo es,
también, una cara del destino. Como la culpa. "Yo pienso mal del hombre -dice
el novelista-. No es que yo piense mal de mi semejante, de mi vecino.
Sencillamente pienso que yo -como carne. como ente pensante y actuante- no
tengo las virtudes que debería tener. Nunca, o muy rara vez, cometo una buena
acción... y no es nada frecuente que tenga buenos nobles pensamientos".
Aballay, un gaucho que debe una muerte no puede apartar de su memoria la imagen
de un niño, hijo del hombre que él ha matado. El niño, vio como Aballay mataba
a su padre. Un día, el gaucho escucha el sermón de un cura. Y queda fascinado
con la historia de los estilista que pagaban sus culpas habitando una cueva o
la cumbre de una montaña. Aballay quiere imitarlos. Pero en la pampa no hay
montañas. Decide, entonces, ser un estilista ecuestre. Montará en su caballo y
no bajará más de él. El destino, sin embargo, lo está esperando: el niño. ya
mayor, lo enfrentará .
Aballay se detiene (montado en su caballo) con una caña. El
destino quiere que esa caña atraviese la boca de su contrincante. El destino
quiere también que Aballay baje del caballo para ayudar a quien quiso matarlo.
Ya en el suelo. comprende que ha roto un mandato. Decide que. esta vez, tiene
que hacerlo. Ha dudado unos segundos, sin embargo, el otro, desde abajo, le
abre el vientre con su cuchillo. Austero, ceñido, el narrador culmina su
relato; "Alcanza a saber que su cuerpo ya siempre quedará unido a la
tierra. Con el pensamiento velado, borronea disculpas. Por causa de fuerza
mayor, ha sido..."
"Aballay, tendido en el polvo, se está muriendo con una
dolorosa sonrisa en los labios"
Las constantes de "la culpa" y
"la muerte", muestran también cómo era Di Benedetto. La culpa y la
muerte también signan "Los Suicidas", mención especial en el concurso
de novela Primera Plana Sudamericana,1967. Aquí Di Benedetto construye una
historia casi "periodística", un informe despojado de frases cortas
que un cronista desliza con fría objetividad. Texto camusiano. recorrido por una
cruel melancolía, "Los Suicidas" es una nueva vuelta de tuerca en la
obra de quien -según Borges- ha escrito "páginas esenciales que me han
emocionado y que siguen emocionándome".
El 30 de abril de 1983, en Madrid, Antonio Di Benedetto
escribe: "El titulo de este libro (Cuentos del exilio), posiblemente
aprovechable en una ficha bio-bibliográfica "se debe a que los textos
fueron escritos durante los años de exilio, que, bien considerado, vino a ser
doble, cuando tui arrancado de mi hogar, mi familia, mi trabajo, los amigos, y
luego al pasar a tierras lejanas y ajenas.
"No se crea que, por más que haya sufrido, estas
páginas tienen que constituir necesariamente una crónica ni contener una
denuncia ni presentar rasgos políticos. Como me lo han enseñado Lou, el
silencio, a veces equivale a una protesta muy aguda.
"Acaso lo que dejen trascender, especialmente algunos
cuentos, es que no pueden haber sido escritos sino por un exiliado. Pero nada
más. Ya que son, sencilla y puramente, ficciones".
La mayoría de estos cuentos fueron escritos en España. donde
vivió los últimos años de su exilio. El cambio de realidad, el sufrimiento, el
recuerdo de ese año y medio de prisión en Mendoza y La Plata, influyeron en su
obra. Hay un mayor refugio en los sueños, hay una mayor preocupación por lo
fantástico, por la "irrealidad". Tendencia que se acentúa en "Sombras,
nada más" ... su último libro. La culpa, la soledad, la muerte, la
tentación del suicidio, la nostalgia (sus temas recurrentes), reaparecen en
Sombras. Pero aquí forman parte de una vasta ensoñación "delirio
onírico", señala el novelista. Tanto "Sombras" como "Cuentos
de exilio", son dos obras mayores, que articulan un lenguaje depurado, con
un mundo cada vez más cerrado, más obsesivo que en su "delirio
onirico". Saldo: apunta hacia la muerte, hacia un final que no admite
esperanza alguna. El "delirio onírico" es, esencialmente, una manera
de escapar a la locura. O de acercarse cada vez más a ella.
Fiel a su modo de vida, ajeno a los cócteles literarios y
demás oropeles, Di Benedetto ha elegido el silencio. Cuando se extingan las
falsas llamas, cuando ni un mísero recuerdo quede de los voceros de la moda, la
obra de este solitario mendocino emergerá como una de las más
grandes, como una de las perfectas.
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