Ensayista, semiólogo, crítico y psicoanalista, introductor de la enseñanza de Jacques Lacan en idioma castellano. Integrante del grupo de la revista Contorno, fue autor de "El pop art", "Happenings", "Sexo y traición en Roberto Arlt", "Conciencia y estructura", "La historieta en el mundo moderno", "Introducción a la lectura de Jacques Lacan", "El modelo pulsional", etc.
Por Enrique Acuña *
Hace treinta y tres años moría en Barcelona Oscar Masotta, aquel que introdujo la enseñanza de Jacques Lacan en la Argentina. Retornar a cierto estilo que se lee en Masotta puede ser una ocasión para poner en juego las diferentes políticas del psicoanálisis según la historia de su práctica y la literatura que produce su campo. Sigmund Freud recuperó con “Poesía y Verdad” de Goethe la manifestaciónde lo poético como paráfrasis y traducción del texto inconsciente, pero, cuando debió organizar una institución para el psicoanálisis, la cuestión entre la tradición de los practicantes y aquello que se puede transmitir como novedad provocó un movimiento diferente.
En 1924, Freud propuso un plan que incluía los nombres de Lou-Andreas Salomé, Hans Kelsen, Spelberg, Stephan Zweig y otros para realizar conferencias abiertas que acompañarían a la enseñanza en un instituto de psicoanálisis con atención clínica. Otro dato a recordar es la admiración de Freud por su discípulo Otto Rank, de su brillante astucia para acercarse al psicoanálisis con el pretexto de hablar de obras de arte.Observemos entonces que está ya en la tradición freudiana la “alianza” del psicoanálisis con el campo cultural y también la finalidad de provocar aquello que Jacques Lacan llama un “discurso histérico”, un modo de decir el síntoma que posibilita la entrada en análisis.Desde los años 60 en nuestro país, la APA institucionaliza la histeria al introducir en la carrera de Psicología, por la vía del discurso universitario, una difusión de la doctrina pero sin correspondencia directa con la práctica, que quedaba reservada a los médicos.
Más tarde, esta tradición local es alterada por la entrada del pensamiento de Lacan de la mano de un personaje de la cultura como era Masotta, alguien que podía explicar el estructuralismo por sus lecturas de Sartre y Lévi-Strauss o por su gusto en los cuentos de Poe, la historieta y el pop-art. Una suerte de “camaleón” sutil y dócil a la tierra de la letra –como sugiere Lacan que conviene a la posición del analista–, que apela tanto a un rasgo de su propia lengua, en Sexo y traición en Roberto Arlt, como a los rigores del ensayo, por ejemplo en su trabajo sobre la semiótica en los medios de comunicación. Es esta enseñanza la que permite dar un paso más allá de la histeria cuando induce a los psicólogos en la práctica oficial del psicoanálisis.
Pero su primer acto, eco de aquello que Lacan fundaba en París, fue la creación de una Escuela, luego de atravesar la traducción de doctrina.El “efecto Masotta” fue tal vez más allá de su reconocimiento cuando los médicos entraron en el juego explícito de volcarse al campo cultural: véanse las posiciones de Enrique Pichon-Rivière, Marie Langer, Eduardo Pavlovsky, Emilio Rodrigué, hasta Carlos Chernov, como formas de literatura política, en la medida en que intentan escandir el espacio de lo público. Pero el imán tiene aquí una atracción recíproca y a contragolpe se produce la operación inversa, cuando aquellos que parecían identificarse sólo en el campo de la cultura acceden al psicoanálisis: el propio Masotta como enseñante y practicante, Germán García, Luis Gusmán, entre otros. Si este movimiento pendular se conserva aún hoy es gracias a la transferencia al atractivo creado por la intersección misma.La alternancia entre tradición y transmisión es también la oscilación entre períodos de autoridad institucional y de avances de la teoría. Así, el sujeto que Masotta encarna es el de nuestra época de encrucijada de saberes.
La balanza oscila también entre aquellos modos coyunturales en que Freud autorizaba la praxis de su invención. Si al principio se trataba de una práctica para médicos, formados por el propio Freud, en los años 30 llega a decir: “Hay que cuidar al psicoanálisis de los profanos, especialmente de los médicos”. Si en la Argentina cada tanto el modelo profesional retorna a la escena y olvida que la condición del analista es sobre todo un analizante, no podemos dejar de subrayar que en Francia .-donde la excomunión de Lacan de la IPA tuvo consecuencias más directas– la autoridad epistémica es orientada en gran parte por textos de aquellos que llegan de otras disciplinas: J.-A. Miller, J. C. Milner o Alain Badiou.
* Director de la revista Anamorfosis. Perspectivas en psicoanálisis.
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