Orador de lengua filosa, abogado de presos políticos, historiador revisionista que erizó los pelos de la academia, editor, diputado nacional por el FREJULI que asumió cuestionando la política del gobierno. Todas esas vidas vivió Rodolfo Ortega Peña en 38 escasos años, hasta que una banda de la Triple A lo emboscó en Arenales y Carlos Pellegrini, en pleno centro porteño. Una doble ráfaga de ametralladora lo fulminó y no tuvo tiempo de manotear la pistola que llevaba en la sobaquera. VIDEO
Por Marcelo Duhalde
Intentamos
hablar con Rodolfo para convencerlo de que se tenía que cuidar, que
las amenazas estaban llegando cada vez más fuertes.
Estábamos
en un bar a pocas cuadras del Sindicato de Farmacia, donde acabábamos
de terminar una reunión bastante numerosa para organizar el homenaje
a los compañeros fusilados en Trelew.
Eran
aproximadamente las dos de la mañana del 31 de julio de
1974.
Habíamos quedado Rodolfo Ortega Peña, mis
hermanos Eduardo Luis y Carlos María, Haroldo Logiurato, algún otro
compañero y yo.
Intentamos hablar con Rodolfo para
convencerlo de que se tenía que cuidar, que las amenazas estaban
llegando cada vez más fuertes, los seguimientos eran muy notorios y
debía tener algunas pautas de seguridad. Nosotros pretendíamos que
no se expusiera tanto.
Rodolfo no quería saber nada,
sostenía que la única manera de hacer su actividad en defensa de
los más humildes, de los más necesitados, era de la manera que lo
hacía. Finalmente, terminó la conversación de mala manera
diciéndonos: "y en definitiva la muerte no duele".
Alrededor
de las 8 de la noche de ese mismo día, sonó el teléfono en el
despacho de Rodolfo de la Cámara de Diputados, era un supuesto
periodista que preguntó si se iba a quedar mucho tiempo más porque
quería verlo para hacerle unas preguntas.
Luego
comprobamos que el llamado era para confirmar que él todavía no
hubiera salido porque lo estaban esperando en la calle.
Un
rato después, Rodolfo salió caminando del Congreso con su compañera
Helena Villagra. Fueron caminando por Callao, desde Rivadavia hasta
Santa Fe, y allí doblaron media cuadra hacia Riobamba donde entraron
en una pizzería, de la que salieron aproximadamente a las
22.15.
Con la misma confianza con la que se manejaba,
Rodolfo se subió a un taxi que estaba libre parado en la puerta,
aparentemente desde hacía un tiempo, y le dio la dirección adonde
iban.
El taxista repitió en voz alta y de manera
notoria "Carlos Pellegrini y Juncal". Pocas cuadras más
adelante, Rodolfo le pidió que apagara la luz interior del coche que
el chofer había dejado encendida.
Estos y otros datos
conocidos con posterioridad nos confirmaron la participación del
taxista en el operativo para asesinar a Rodolfo.
Al
llegar a la calle Carlos Pellegrini y Santa Fe, el taxi dobló y otro
vehículo que venía detrás, sin que los pasajeros lo notaran, se
atravesó e impidió que los otros automóviles que venían pudieran
avanzar por Pellegrini.
Al cruzar Juncal el taxi paró y un
coche que venía casi a la par se le atravesó. Bajó de él un
hombre con una media de mujer en la cabeza y una ametralladora en la
mano con la que disparó 23 tiros o más, 8 de los cuales fueron en
la cabeza, que hicieron blanco en Rodolfo.
Esto nos hizo
comprobar que estaban al tanto de las conversaciones mantenidas en su
despacho intentando que Rodolfo usara el chaleco antibalas que le
había ofrecido el compañero Ricardo Beltrán.
En 1975,
ya camino a la dictadura, cuando José López Rega había terminado
su trabajo siniestro de sangre y de muerte partió hacia Madrid
acompañado de sus dos principales cómplices.
Ellos
eran Morales y Almirón.
Pasados algunos meses, el
subcomisario de la Policía Federal Rodolfo Eduardo Almirón
frecuentaba un local de moda en Madrid en la calle Fuencarral que se
llamaba Drugstore, a pocos metros de la Glorieta de Bilbao.
Allí
se ufanaba de haber sido ejecutor del asesinato de Ortega Peña. A
quien lo quisiera escuchar, decía sin temor que él lo había
matado.
Cuando comenzó a llegar el exilio provocado por
la dictadura militar de 1976, Almirón desapareció de los lugares
públicos.
Hasta que fue descubierto y denunciado en
1981, como jefe de la custodia del ex ministro de Franco Manuel Fraga
Iribarne.
Cambio 16, la revista progresista española de
ese momento, y Diario 16 de la misma editorial, le dedicaron grandes
titulares y varias tapas, por lo que Almirón tuvo que sumergirse
nuevamente.
Sin embargo, en ese momento no estaban dadas
las posibilidades que hoy tenemos.
En esta Argentina se
puede tener confianza en un pedido de extradición, en una
declaración de lesa humanidad de los crímenes cometidos por la
Triple A y creo que también podemos confiar en que estamos cerca de
que se haga justicia en un tema tan difícil y olvidado para muchos,
como son los asesinatos cometidos durante el gobierno peronista del
'74 y '75.
Este relato de los hechos es para refrescar
la memoria de uno de los protagonistas del asesinato del diputado
nacional, abogado, periodista y defensor de presos políticos,
Rodolfo Ortega Peña.
Es para recordarle a Rodolfo
Eduardo Almirón su participación, que ahora desconoce, no recuerda,
en el primer asesinato asumido por la Triple A en la Argentina el 31
de julio de 1974.
Marcelo Duhalde mjduhalde@hotmail.com
Página|12, 02/01/07
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