Con mayoría de personajes nuevos y con la lupa puesta en retratar situaciones y patologías antes que en hacerse eco de la cultura rock y sus resonancias, “Peter Capusotto y sus videos” inició en la noche del lunes su séptima temporada a través de Canal 7.
Aún tomando distancia del rock y los guiños sobre los que ambientó la mayoría de sus creaciones en las seis temporadas anteriores, el envío humorístico-musical ratificó su condición de espacio de características únicas en la TV abierta local.
Ironía, desparpajo, límites siempre forzados y ningún tema tabú volvieron a conformar el ámbito escogido por el actor y Pedro Saborido para desarrollar un humor corrosivo capaz de despertar la inquietud ¿de qué me estoy riendo?
Puntualmente a las 22.30, el ciclo abrió trazando un paralelismo entre el rock y el programa a partir del plano de una milanesa sobre la que se fue incorporando desde tomate y papas fritas hasta clavos y una sopapa para entonces preguntarse si se trataba “de un plato acompañado de muchísimos ingredientes o de un montón de basura”.
Enseguida y para no ahondar en la polémica, lo primero que saltó a la pantalla fue un video musical (en este caso de John Spencer Blues Explotion, fechado en 2002), el otro gran sostén del ciclo que aporta Marcelo Iconomidis, y que se ha convertido en un espacio de culto que multiplica su impacto a través de internet y de varias repeticiones que pueden verse a través de las señales de cable.
A la hora de las ficciones, el cuadro inaugural fue con Jorge Meconio, una suerte de sonriente predicador del “sálvese quién pueda” ataviado con una evidente peluca y una sonrisa siempre dibujada en el rostro que llevó a pensar que cualquier similitud con un animador de la espiritualidad no era simple coincidencia.
Sin contar con el característico apoyo musical que supo darle carnadura rockera a sus criaturas, el siguiente sketch tuvo el tono de los dramas de la violencia familiar pero el damnificado era un muchacho capaz de confesarle a sus amigos en un bar que “el porro me pega mal”.
Después de un año sin aire por haberse enfocado en el filme en 3D “Peter Capusotto y sus tres dimensiones”, que se estrenó en enero de este año y, de acuerdo a cifras aportadas por la consultora Ultracine, fue vista por más de 270.000 personas, la continuidad del ciclo adeudó al filme con una ronda de chateadores de diversas características.
En ese intercambio cibernético (con uno que solamente ríe, otro al que todo lo sorprende, un fervoroso militante anti-kirchnerista, una dama en busca de compañía y un lanzado sexual que la corteja y otro al que le estalla la cabeza al “ser testigo” ese lance) hay quien recomendó videos “imperdibles” como el del informativo sin noticias llamado “Telenose”.
Un pasaje con el director chileno Nicanor Parraviccini dedicado al cine de terror, dio paso al único guiño de rock argentino de la velada con un spot acerca de la necesidad de un mejor tránsito vial para el que se están realizando “controles de alcolebbia”, tendientes a que los conductores canten como quien fuera líder de Los Gatos mientras manejan “pero con responsabilidad”.
Para regresar al tono que atravesó la noche del regreso, Laboratorios Roppe presentó “Robotril!” un robot farmacológico que controla las crisis nerviosas que, se advirtió, “pueden traerle inconvenientes al sistema capitalista general”.
El final fue para una vieja conocida: la desmesurada Violencia Rivas, autodefinida como “la mujer venérea” por sus furiosos arranques contra las mascotas que la rodean y por los comentarios políticamente incorrectos acerca del sistema y su funcionamiento.
Con el recuerdo de un par de canciones de su época de baladista punk en la TV de los 60, se mostró como Rivas motorizó la toma de una dependencia junto a un grupo de jubilados como ella que repetían la consigna “somos subversivos”.
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