Genuina expresión lírica del hombre y el paisaje del noroeste argentino. La línea de conciencia social trazada por Castilla en su producción lírica y narrativa es fundante en la literatura del NOA, fue autor de "Agua de lluvia", "La tierra de uno", "Cantos del gozante", "Norte adentro", "De solo estar", "Posesión entre pájaros", etc., fue creador de notables temas del cancionero folclórico, como "Bajo el sauce solo”, "Balderrama", "Canción del obraje", "La arenosa", "La pomeña", "Maturana", "Polleritas", "Zamba del pañuelo", etc.. VIDEO
EL UNIVERSO DE MANUEL J. CASTILLA
Por Hugo Roberto Ovalle-El Tribuno 21-07-2000
Son tan vigentes la vida y la obra de Manuel J. Castilla que, estoy seguro, a nadie le parece que ya hacen veinte años de la muerte de la primera, pues, la segunda está naciendo todavía. Tanto que ambas, la vida y la obra, siguen siendo fuentes de estudios investigativos, de conclusiones diferentes y de infalibilidad equivocadas.
Quien más, quien menos, ha hecho su mundo propio del mudo literario o vital de Manuel José Castilla.
Y todos son válidos, porque la cotidianeidad y el texto poético del hombre y del autor literario son tantos como interlocutores tengan sus días y de sus versos.
Permítaseme, entonces, entre tantas experiencias que el hombre y el poeta de “Andenes al ocaso” tuvo con amigos, con la gente y hasta con personajes extraños, que yo intente la confidencia de mi propia experiencia con Manuel J. Castilla y su relación con nombres y cosas que identifican y determinan el protagonismo de distintas generaciones en una misma época.
Acaso porque es inevitable decir su nombre sin que, simultáneamente, nuestra memoria no convoque también a otros nombres relacionados con hechos concretos del movimiento cultural de Salta y la Argentina.
Es que Manuel J. Castilla, como muy pocos fue un aliento
receptivo e impulsor de vocaciones y proyectos, pronto a crear las
posibilidades del universo creativo de las acciones edificantes del ideario
artístico y social proyectado a mejorar el espacio y el tiempo externo e
interno de Salta
Más allá de los ensayos que se ocuparon de analizar los más recónditos motivos
lingüísticos y antropológicos de su poesía, de los “ismos” y las ecuaciones
semánticas y dialécticas, la conciencia popular aún no tiene conocimiento de lo
que el hombre, el poeta hacía pensando en la dignificación de su pueblo, no
sólo a través de la literatura y de su cancionística, sino alegre y
preocupadamente hundido en la diaria necesidad ontológica de las personas.
Cualquier hecho intrascendete le significaba a Manuel Castilla la imprescindible oportunidad pedagógica para aplicar su didáctica en pro de aprender, o enseñar a la gente.
La conversación con un carnicero podría convertirse de pronto en un compendio fundamental e instructivo para no equivocarnos en el corte, el tiempo de cocción y la textura del punto exacto de los más exquisitos platos con carne vacuna y, a la vez, saber la geografía productiva de la ganadería del mundo y su referencia a los climas de Salta según la tonada y el número de versos de esa o aquella copla perteneciente a tal o cual región de la provincia.
Claro, ningún académico o intelectual puede ocuparse de esta supuesta siempre menor de Manuel Castilla, como también es cierto que la mayoría de los académicos e intelectuales no poseen la virtud de relacionar el común de los días de un poeta con la higienización de la sociedad, como lo quería Octavio Paz, por intermedio de su constante creativa, ya que el verdadero artista jamás abandona su proceso creador.
Es evidente que a todo esto, Castilla lo sabía. Su poder de observación no cesaba. Un apellido, un oficio, la manera de caminar de un desconocido le indicaba un origen, la costumbre de alguna región y, siempre, su memoria escarbando la historia o los modos de la tradición. De la tradición del hombre, quiere decir, que al fin y al cabo es el que hace, soporta y cambia todas las tradiciones.
Era imposible que un lustrabotas no saliese con unas monedas de más en el bolsillo y algún texto en sus oídos referente a su trabajo o al sueño inalcanzable que el propio lustrín le confiaba, o que al otro día se hallara con el cuerpo de la promesa hecha, ya fuese un libro, un par de medias o el pasaje para ir a ver a su madre a Morillo; hasta los gatos de Cacho Aramayo lo saben.
Alguna vez dije que la anécdota es una caricatura de la vida, sigo sosteniendo lo mismo, porque en Manuel Castilla las anécdotas son las que le inventaron quienes quisieron encontrarle solemnidad, complejidades psicofilosóficas o encasillamientos sociológicos; en realidad, Manuel Castilla era así, vivió aplicando su conocimiento, trabajando siempre en su raíz intuitiva sin explicar sus frutos.
Porque sabía que lo simple viene de lo práctico, Castilla prefirió la sencillez de la sabiduría.
Por eso siempre abrió las puertas de su casa, nos prestó su biblioteca y hasta arriesgó sus propios poemas a nuestras correcciones.
Para eso tuvimos que ser sobrevivientes de su crítica, de su razón tan bien intencionada que no pocos le debemos el nombre en letras de molde o la vigencia de algún cuarto de página.
Castilla fue aliento y desafío ante el emprendimiento infinito que significa el intento de cualquier obra artística, pero también doloroso rigor ante los balbuceos del alma
Jamás dejó de conversar la poesía, de sugerirnos la poética de la vida y de prevenirnos el riesgo de soportarlo todo, incluso el desprecio de nuestros propios seres queridos. Y así supimos compartir su mesa y, por supuesto, la honra de su trabajo en la comida.
Lo mismo que su trascendencia y la magnitud de su obra, hasta sus recopilaciones de coplas populares ya no le pertenecen. Cantó al hombre y a la esencialidad latinoamericana, a la soledad y a las adversidades e injusticias propias y ajenas.
Con su ser, de naturaleza a naturaleza fue tatuando su sentido de muerte, la médula de su estética.
Sin embargo, todo artista permanece en su origen
Acaso por lo mismo, Manuel Castilla siempre creyó que en cada persona existe un original que es necesario educar y desarrollar para alegrar y hacer menos dramática la existencia de la especie humana.
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