Quizás el título de hoy a muchos nos les guste. Pero pensamientos y acciones no siempre van de la mano.Desde que se instaló en calendario argentino la celebración del Día del Niño o Niña, la fecha para festejar era el primer domingo de agosto. Intereses comerciales le cambiaron la fecha. En muchos casos la celebración, no inclusiva, sirve para que unos cuantos se llenen los bolsillos y otros intenten sacarse culpas.
En vez de ser un día de reflexión para todos los adultos el Día del Niño se convirtió en una clara mercantilización.
Tanta voracidad hizo que la fecha original, del primer domingo de agosto, sea cambiada para la semana en que se cobran los sueldos, A muchos de esos insensibles no les convenía los primeros días del mes.
En ese domingo de agosto algunos chicos son excluídos ya que el accesos a los regalos,deja a muchos sin recibirlos como en cualquier sociedad capitalista, puesto que a sus padres no les alcanza el dinero para comprar dejando a miles de niños y niñas con la cara larga y cultivando, quizás , resentimientos.
Claro está que cada hogar es un mundo y en los de mayor poder adquisitivos los regalos parecen más una competencia entre economías desahogadas. Están , también , por supuesto los políticos , funcionarios , artistas , profesionales, periodistas y comerciantes que en esa fecha necesitan alimentar su ego “solidario” y, hacen campañas de recolección de juguetes y otros enseres para repartirlos en barrios con chicos inundados de carencias materiales. Muchos de esas señoras o señores aparecen solo en estas fechas y se borran en todos los demás días del año. Estoy seguro que ninguno de ellos mete la mano en el bolsillo para alegrar por unas horas a uno de esos bajitos necesitados, todo lo conseguido y repartido es mérito de donaciones.
Por eso digo que en este importante día hay que reflexionar y buscar en nuestro propio ser que hacemos nosotros por eso niños del que muchas veces solo nos acordamos cuando el almanaque comercial llena diarios , revistas y televisión con propagandas para vender sus productos. Casi nadie publicita afecto y amor, muchos menos lo demuestran.
Preguntarse cual sería la manera de aliviar el sufrimiento afectivo de cada uno de esos niños que a veces miramos con desprecio cuando con sus ojos nos piden amor, mimos y caricias sería de mucha más utilidad que comprar el regalo más caro creyendo que con eso llenamos vacíos culposos.
Daniel A.
Villalba
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