Según según explicó el ingeniero argentino Miguel San Martín, el vehículo de la NASA que busca compuestos orgánicos en el planeta rojo debió pasar en siete minutos de 20.000 km/h a la detención completa.
Agencia CyTA – Instituto Leloir. Por Bruno Geller
El rover Curiosity es un vehículo no tripulado del tamaño de un auto pequeño, como un Mini Cooper, que pesa 950 kilos. Este 5 de agosto y después de recorrer 252 millones de kilómetros, a las 2.30 hora argentina, alcanzó sano y salvo la superficie marciana.
Los científicos de la NASA celebraron y es entendible: para llegar a esa etapa, tuvo que superar los “siete minutos de terror” de la fase de aterrizaje. Durante ese lapso, la nave, de forma totalmente automática, pasó de una velocidad de 20.000 km/h a 0 km/h, lo cual requirió que la nave pasara por una metamorfosis en donde cambió su configuración más de siete veces.
La última etapa de frenado se basó en un sistema nuevo denominado SkyCrane. La idea de los investigadores consistió en posar al vehículo robótico como si fuera una grúa-helicóptero: un módulo con motores cohetes (en lugar de las aspas de un helicóptero) que suspendió al rover con tres sogas de siete metros y lo depositó delicadamente sobre sus ruedas ya desplegadas, según explicó a la Agencia CyTA el argentino Miguel San Martín, ingeniero principal de guiado, navegación y control del Laboratorio de Ciencia de Marte del centro JPL de la NASA.
“Estamos muy contentos, funcionó todo mejor de lo que esperábamos”, agregó el especialista en declaraciones a radio Continental.
La misión del rover Curiosity representa la continuación del programa de la NASA que explora la hipótesis de que Marte haya albergado vida en el pasado o todavía lo haga en el presente. Esa teoría está basada en el conocimiento de que Marte en su pasado fue un planeta cálido y húmedo como la Tierra, tal como lo evidencian los numerosos lechos de ríos y deltas que se observan claramente en fotografías.
San Martín, quien fue el segundo responsable de la fase de aterrizaje de la misión, añadió que Curiosity está dotado de instrumentos muy sensibles destinados a determinar la composición del suelo y las rocas, así como la presencia de compuestos orgánicos fundamentales para la vida. Podrá ponerse a funcionar, claro, porque ya está en suelo marciano. “Un día fue un pequeño paso para el hombre. Ahora son seis grandes ruedas. Aquí tiene una de ellas sobre el suelo de Marte”, “anunció” el robot explorador en su cuenta de Twitter. Lo peor ya había pasado.
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