El ex comisario inspector Jorge Tobar describió en detalle El Desafío, Candy y Candilejas, los tres prostíbulos de La Rioja donde fue vista Marita Verón, y contó cómo es el negocio de la explotación sexual y la trata. También explicó las funciones que cumplían varios de los acusados.
En El Desafío “hay habitaciones arriba, donde vivían las chicas que van a cumplir 'plazas' de 20 días. Generalmente van acompañadas por un 'marido', un proxeneta que las entrega para 'trabajar', y es como el dueño de esa mujer. Otras están privadas de su libertad”.
“En la parte alta había una habitación larga, de 3 x 6 o 7 metros, que la llamaban 'salón de show' –relató–. Se ingresaba por una sola puerta, metálica, que tenía un visor rectangular, y a la par una pequeña mesa con una silla, donde se sentaba un custodio. Tenía tres ventanas con rejas que daban a un patio”. A continuación había una sala con diez camas, algunas camas cuchetas y una cuna. Una puerta daba al “salón de show” y la otra a un baño con inodoro, lavabo y tres duchas.
“Los efectivos riojanos me comentaron que allí estaban las chicas privadas de su libertad. Cuando venían 'clientes' preferenciales, a las chicas se les ordenaba que se duchen y salían al 'salón de show', para que las elija. Contiguos de la puerta metálica había dos dormitorios, donde el 'cliente' pasaba a tener sexo, con una o dos mujeres”.
El ex comisario contó que El Desafío era propiedad del “Chenga” Gómez, uno de los hijos de “Liliana” Medina, pero era administrado por Humberto Juan Deroberti, “que era conocido como Juan, y estaba siempre”. El dueño de Candilejas era el mellizo Gonzalo Gómez, quien lo manejaba junto con su mujer, Paola Ceballos (no acusada en este juicio). “El Candy era manejado directamente por Lidia Irma Medina, y la encargada, la que estaba siempre, era María Azucena Márquez”.
Sobre Mariana Bustos, mujer del “Chenga”, señaló que se encargaba de tener a
algunas de las chicas en su casa y darles de comer. “Eventualmente concurría a
El Desafío, y las chicas la trataban como 'Doña Mariana'”. “Doña”, explicó
Tobar, es en el ambiente prostibulario la favorita de un dueño o encargado, o
bien la regenta. “Don”, en cambio, es el “fiolo”, el proxeneta.
Carlos Luna figuraba como era “la mano derecha ejecutiva en otros aspectos de
'Liliana' Medina: se encargaba del aprovisionamiento de mujeres”. Una función
similar cumplía el ex policía Pascual Andrada, llevando mujeres de Tucumán a La
Rioja. Paola Gaitán, la mujer de Luna, también daba alojamiento a las chicas
que iban a los burdeles.
Tobar recogió mucha información a través de jóvenes que compartieron su cautiverio con Marita Verón, como Anahí M. –llevada desde Río Cuarto, Córdoba–, Blanca V. –secuestrada dos veces en Tucumán–, Andrea D. –raptada a los 15 años en El Soberbio, Misiones, y prisionera durante 8 años–, Graciela A. –de Frontera, Santa Fe–, Andrea R. –llevada engañada desde Santa Rosa a los 14 años.
Blanca no ha podido declarar aún en este juicio por el severo estrés postraumático sufrido. La segunda vez que logró huir –contó Tobar–, lo hizo junto con otras tres chicas. Escaparon en ropa interior por un ventiluz que daba a un patio, donde las esperaba un camionero; una de ellas llevaba una carta de Marita. Las descubrió la Policía a la salida de La Rioja, y las devolvió al prostíbulo. Blanca no fue descubierta porque se había escondido bajo la cama del camión.
“Andrea D. me comentó que a Marita la tenía en la casa el 'Chenga', que no era una mujer que estaba habitualmente en los salones; es más, tenía un hijo del 'Chenga' –recordó el ex comisario–. Me mostró una cicatriz en la pierna, de un disparo, de una vez que había salido corriendo, y uno de los encargados le disparó. Después contó cómo Medina y 'El Chenga' le habían extraído la bala, atada a una cama y sin anestesia”.
“Los relatos de ella eran tremendos –continuó Tobar–. Me contó que en una oportunidad, 'Liliana' Medina y Gonzalo discutían con una brasilera que quería irse y no le pagaban. En un momento dado, Medina la tomó por el cuello y la tiró por el balcón, hacia la planta baja, dentro del local, y la chica cayó muerta, como desnucada. Inmediatamente aparecieron unos hombres que metieron el cadáver en una bolsa negra y se lo llevaron”.
A lo largo de una jornada muy desfavorable para sus clientes, los defensores Jorge Cáceres y Carlos Posse interrumpieron sistemáticamente la declaración de Tobar –alrededor de quince veces–, sin que el presidente del tribunal, Alberto Piedrabuena, llegara siquiera a apercibirlos. Se conformó con no darles la palabra.
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