Según el enfoque sobre desarrollo humano propuesto por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, este existe si en una sociedad se logra crear un entorno en el que las personas puedan hacer plenamente realidad sus posibilidades y vivir en forma productiva y creadora de acuerdo con sus necesidades e intereses (PNUD, 2001, citado en PNUD, 2010:33
A partir de esta orientación, se propone aquí adoptar la perspectiva de las capacidades a fin de observar el progreso de las sociedades conforme a la afirmación de que las personas concretas deben ser actores y beneficiarios del desarrollo y de la creatividad de la sociedad.
1. Acceso a la educación
En la Argentina, la Ley de Educación Nacional N° 26.206 (2006) establece que la educación formal es obligatoria hasta terminar el nivel secundario de estudios. Sin embargo, uno de cada dos hombres que conviven con hijos–el 48,7%– no completó los doce años de estudios que se consideran como mínimos para poder acceder a un trabajo que les permita conseguir el bienestar familiar (Cepal, 1994: 95). Dentro de este grupo de hombres, el 4,7% no logró siquiera completar la educación primaria, mientras el 44% restante finalizó el nivel primario de estudios pero no el secundario.
En contraposición a lo que expresan tales guarismos, en la cúspide de la pirámide educativa se halla el 25% de los hombres que conviven con hijos que pasaron por la universidad, 14,4% de los cuales concluyeron los estudios terciarios o universitarios.Pero, los varones que son jefes de hogar o cónyuges y conviven con hijos alcanzan menores niveles educativos que aquellos que no comparten con hijos la vida diaria.
Así, el 26,8% de los jefes de hogar o cónyuges en hogares sin hijos completaron los estudios terciarios o universitarios frente al 14,4% entre los que habitan hogares en los cuales hay hijos
Y lo mismo sucede si se coteja la base de la pirámide educativa: mientras el 48,7% de los hombres con hijos tienen bajo nivel educativo, ese porcentaje se reduce prácticamente a la mitad (25,6%) entre los que no conviven con descendencia.Hay que aclarar que los principales adelantos educativos entre los hombres se han producido en la alfabetización, asistencia y conclusión del nivel básico de estudios: la proporción de hombres con hijos que tienen hasta primario incompleto se redujo alrededor de un 30% (de 7% en 2006 a 4,7% en 2010), y mermó un 7% la de aquellos que tienen hasta el secundario incompleto (de 47,2% en 2006 a 44% en 2010).
La situación educativa de las madres supera a la de los hombres que conviven con hijos: el 43,7% de ellas tienen un nivel educativo bajo (hasta secundario incompleto); 24,4%, medio (secundario completo); 10,6%, alto (terciario o universitario incompleto); y 21,3%, superior (terciario o universitario completo). Mientras que, entre ellos, estos porcentajes son: 48,7%; 26,3%; 10,6%; y 14,4%, respectivamente.
La brecha de egresos universitarios entre hombres y mujeres se amplió en los últimos cinco años, de 5,3 puntos porcentuales a 6,9 puntos porcentuales. Así pues, en 2006 el 18,6% de las madres y el 13,2% de los hombres que convivían con hijos tenían estudios universitarios o terciarios completos, en tanto que en 2010 dichos porcentajes son 21,3% y 14,4%, respectivamente.
No obstante estos avances educativos, aún existe un gran número de hogares dentro de un contexto educativo familiar crítico. En ellos nacen y crecen muchas niñas y niños en este país: prácticamente uno de cada dos jefes de hogar o cónyuges –43,7% de las mujeres y 48,7% de los varones– que conviven con hijos tiene bajo nivel educativo, pues no culminó los doce años de estudios que se consideran obligatorios en la Argentina.
2. Acceso al trabajo y a los ingresos
La trayectoria de inserción de los hombres en el mercado de trabajo es permanente y no está condicionada por la llegada de los hijos, a diferencia de lo que sucede con las mujeres. Mientras ellas sufren las “desventajas de la maternidad”, ellos parecen gozar de las “ventajas por la paternidad” en el ámbito productivo.
Así, los datos estadísticos del Observatorio de la Maternidad permiten concluir que cuando hay hijos en el hogar los hombres participan más en el mercado de trabajo, mientras que cuando ellas son madres en muchos casos lo abandonan. Participan del mercado laboral (están ocupados o desocupados) el 98,1% de los jefes de hogar o cónyuges que conviven con hijos y el 91,8% de los que no conviven con descendencia. En cambio, la participación laboral entre las mujeres es muy distinta según tengan o no hijos: están insertas en el ámbito productivo el 79,3% de las mujeres que no tienen hijos y el 59,9% de las madres
En los últimos cinco años la participación laboral de los hombres que conviven con hijos se mantiene prácticamente constante: el 98,5% de ellos en 2006 y el 98,1% en 2010.Aquí se encuentra otra diferencia respecto a las madres, cuya actividad laboral disminuye 1,3 puntos porcentuales en el mismo período de análisis: de 61,2% a 59,9% de 2006 a 2010.
La menor intervención en el mercado de las madres se explica principalmente por una caída en el nivel de desocupación (de 5,5% en 2006 a 3,9% en 2010) y un incremento en el nivel de inactividad (de 38,8% en 2006 a 40,1% en 2010). Es decir, se trata de mujeres que “dejaron de buscar trabajo remunerado” y se quedan a cargo de sus hogares y familias. Si se desagregan los datos estadísticos por nivel educativo, se corrobora que se trata de mujeres con menos años de educación formal: más de la mitad de las madres en “inactividad laboral” (51,9%) tienen bajo nivel educativo. Se trata de mujeres que trabajan por necesidad y entre quienes la participación laboral es más irregular: ingresan al mercado de trabajo en momentos de crisis para sostener o contribuir al sostén económico de sus hogares para luego retirarse en épocas de crecimiento o estabilidad económica.
La participación laboral de los hombres es alta cualquiera sea el nivel educativo alcanzado: toman parte del mercado de trabajo el 99,8% de los hombres que conviven con hijos que pudieron completar la universidad; el 97,7 % de los que tienen estudios terciarios o universitarios incompletos; el 99,2% de quienes tienen el secundario completo; y el 97,2% de aquellos con secundario incompleto y menos años de escolarización Esto marca otra diferencia en relación con las madres, ya que ellas se incorporan en mayor proporción a la fuerza de trabajo en función de su nivel educativo. Entre las mujeres que conviven con hijos lo hacen el 85,2%, 66,7%, 55,9% y 48,1% de ellas, respectivamente .
En cuarto término, en los últimos cinco años mejoró la calidad de los empleos para los hombres que conviven con hijos. Aumentó 5,3 puntos porcentuales la proporción de hombres con hijos que están insertos en el mercado formal de trabajo (de 52,8% en 2006 a 58,1% en 2010), como consecuencia de la disminución del porcentaje de los que se desempeñan en la economía informal (de 47% en 2006 a 41,7% en 2010). Pese a lo cual, aún el 41,7% de los hombres que viven con hijos tienen empleos informales .
Nuevamente, se encuentra otra diferencia entre hombres y mujeres. Aunque entre las madres también se produce una mejoría en la calidad de los empleos (entre ellas aumenta la formalidad de 39,9% en 2006 a 47,8% en 2010), esto ocurre por efecto de la salida del mercado de aquellas con menores calificaciones, tal como se expresó en párrafos anteriores. No obstante ello, aún están sobrerrepresentadas en los empleos de menor calidad: el 52,2% de las madres tienen un empleo informal o trabajan en el servicio doméstico frente al 41,9% de los hombres en igual situación que conviven con hijos. El servicio doméstico remunerado es un tipo de trabajo ejercido de forma exclusiva por mujeres, y estas trabajadoras continúan hoy en los escalones inferiores de la jerarquía laboral y social. Los principales problemas del sector son los bajos salarios, el déficit de calidad de las condiciones del empleo y la ausencia de beneficios otorgados a otros trabajadores en relación de dependencia
Se debe destacar además que el 81,8%5 de las empleadas del servicio doméstico no están registradas y, por tanto, no cuentan con los beneficios de la seguridad social, y solo un porcentaje muy reducido recibe otros beneficios sociales, como aguinaldo, vacaciones pagas, días por enfermedad u obra social
En los últimos cinco años los hombres con responsabilidades familiares han logrado mejoras en los niveles básicos de educación. Sin embargo, la mitad de ellos (el 48,7%) no consiguió completar el nivel medio de estudios. A su vez, en el extremo superior de la pirámide educativa han sido superados por las mujeres: en 2010 el 21,3% de las madres tenían estudios terciarios o universitarios completos contra el 14,4% de los hombres que convivían con hijos.
A pesar de tener menos años de educación formal, ellos se encuentran en mejor posición relativa que ellas con relación al acceso al trabajo y a los ingresos. Los hombres tienen una participación alta y constante en el mercado de trabajo, con independencia de su posición de parentesco y su nivel educativo. Por el contrario, las mujeres restringen su participación en el mercado cuando tienen hijos (participa el 79,3% de las jefas de hogar o cónyuges sin hijos, proporción que disminuye al 59,9% entre las madres) y cuando no cuentan con suficientes años de educación formal (participa el 85,2% de las madres universitarias vs. el 48,1% de las que tienen hasta secundario incompleto). También respecto a los últimos cinco años, la participación laboral de los hombres aumentó mientras que la de las mujeres disminuyó, como consecuencia de que una proporción de ellas dejaron de buscar trabajo remunerado para quedarse al cuidado del hogar y de los hijos. La salida del mercado las ubica en una situación de vulnerabilidad, ya que pierden la oportunidad de conseguir mejores empleos e ingresos en el tiempo que pueden ser imprescindibles ante un cambio en las condiciones socioeconómicas del país o de sus hogares (si el cónyuge pierde el trabajo o en un contexto de alta inflación), o una modificación de su estructura familiar (si estas mujeres se separan, divorcian o quedan viudas y tienen que hacerse cargo en soledad de la manutención económica de sus hogares).
Los hombres con responsabilidades familiares no solo participan más del mercado laboral sino que lo hacen en puestos de mejor calidad y con mejores remuneraciones: el 58,1% de ellos tienen un empleo formal vs. el 46% de las madres, y con sus ingresos aportan el 58,5% del ingreso total del hogar vs. el 46,2% de las madres.
De todas maneras, aunque los hombres que conviven con hijos están en una situación relativa más positiva en comparación con las madres, su situación laboral no es óptima, ya que el 41,7% de ellos tienen un empleo informal y muchos no pueden con sus ingresos mantener económicamente a sus familias. El ingreso promedio que generan las madres es tan sustantivo como el de los hombres para el sostenimiento económico de sus familias.
En suma, para mejorar los índices de desarrollo humano en la Argentina es forzoso saldar la deuda pendiente en materia educativa. En particular, se debe contribuir a que los hombres y las mujeres con responsabilidades familiares finalicen los doce años de estudios obligatorios y considerados como mínimos para conseguir un buen empleo.
Acerca del acceso a los recursos y oportunidades económicas, los varones parecen estar en un estadio más avanzado que las mujeres. Si bien para ellos es menester mejorar la calidad de sus empleos, entre las mujeres todavía es necesario promover y facilitar su inserción en el mercado de trabajo, en especial entre las que son madres y tienen menos años de educación formal.
Estas son las nuevas vulnerabilidades sociales: el acceso desigual o condicionado a capacidades y oportunidades básicas como la educación y el trabajo. Su atención exige la implementación de políticas públicas innovadoras para luchar contra los riesgos y las desigualdades y conseguir que las fuerzas dinámicas del mercado beneficien a todas y a todos por igual.
Carina Lupica.
Observatorio de la Maternidad
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