Las cuatro personas condenadas en 2009 por la presunta venta de pastillas de éxtasis en el boliche "Nocturno", fueron absueltas por la Sala II de la Cámara de Casación Penal Federal, que declaró nulas las escuchas telefónicas ordenadas por el entonces juez federal Jorge Parache, que sirvieron como base de la investigación. Una de las víctimas aseguró que fue condenando por homosexual. “Fallo es un ejemplo en la limitación de la arbitrariedad policial y judicial”, opinó la abogada Carolina Epelbaum.
En 2004, la Policía Federal anunció que había desbaratado una banda que traficaba drogas y vendía pastillas de éxtasis en boliches tucumanos. Cinco años después, el juicio terminó con cuatro condenas.
Ariel Aquines Wartski fue condenado a cinco años de prisión por ser quien habría recibido la droga; Gerardo Epelbaum y Gerardo Farías fueron hallados culpables de comercialización de drogas en carácter de partícipes secundarios y condenados a dos años y medio; Pablo Silva fue condenado a cuatro años por el envío de la sustancia, y Ramón Diéguez (h), dueño de "Nocturno", fue absuelto.
Ninguno fue detenido tras el juicio, porque todos apelaron la sentencia. Sin embargo varios de los acusados estuvieron presos en Villa Urquiza, antes de iniciarse el juicio. Ahora les dieron la razón, y consideraron que las escuchas realzadas no podían ser usadas como prueba en su contra.
“Parache le dictó a Dieguez la falta de merito y la cámara lo procesó en virtud de la apelación del fiscal. Luego de 13 meses preso logramos la excarcelacion de Gerardo y por detrás de él, la de los otros imputados”, comentó en diálogo con TucumánHoy la abogada de la de Gerardo Epelbaum, Carolina quien además es su hermana.
“Elevada la causa a juicio, el fiscal pidió 12 años para Gerardo, las defensas planteamos la nulidad de la intervención telefónica por infundada, no nos hicieron lugar y condenaron a Gerardo a dos años y medio como participe secundario del delito de comercio de estupefacientes, por el que fueron condenados Aquines y Silva como autores a 5 años y 8 meses y 4 respectivamente. Contra esa sentencia interpusimos el recurso de casación porque, además, las desgrabaciones de las escuchas hacían alusión a la orientación sexual de Gerardo”, indicó.
De esta manera, la sala II de la Cámara Federal de Casación Penal (Figueroa, Ledesma y Slokar) “nos dio la razón en un fallo ejemplar, en el que ratifica la vigencia del sistema republicano y del estado de derecho, protegiendo a las personas de las injerencias arbitrarias de la policía avaladas por los jueces”, opinó Carolina.
Ejemplo a la limitación de la arbitrariedad policial y judicial
“Al margen de la nulidad, de la alegría personal, del triunfo profesional, entendemos este fallo como un ejemplo de limitación a la arbitrariedad policial y judicial, de preservación de la intimidad de las personal y de profundo respeto por la vigencia de la Constitución Nacional y los tratados internacionales de derechos humanos que forman parte del texto constitucional”, dijo Epelbaum.
¿Por qué se realizaron escuchas telefónicas?
Lo determinó el pedido de intervención telefónica fue la orientación sexual de Gerardo, ya que lo propios policías declararon que no vieron droga en el boliche, excepto que sintieron olor a marihuana y que vieron sexo. Cuando se les preguntó que vieron, uno dijo: ‘tres pares de pies por debajo de una cortina’.
Finalmente la abogada expresó que "las afirmaciones, que en la causa dieran cabida a la intervención telefónica, no pasan el mínimo test de constitucionalidad ni convencionalidad, como para tener a dicha resolución como acto jurisdiccional válido".
Dos años de infierno
En su cuenta de facebook, Gerardo Epelbaum contó lo que le tocó vivir durante los 15 meses que estuvo en Villa Urquiza.
“Entre octubre de 2004 y agosto de 2006 viví en el Penal de Villa Urquiza. En ese periodo murieron, allí, 14 personas. Algunos murieron a metros mio; acuchillados, suicidados. Recuerdo al ‘Ojorozo’, asesinado por poner la música a todo volumen, o Roldán, que le batió a la policía que habría un motín, y lo mataron en el baño con siete puntazos en la garganta. Lo vi allí sentado, en el rincón, con sus ojos abiertos, y un babero de sangre. Recuerdo a Julio César, asesinado con un tramontina en el corazón, escuché el rasguido de su piel, y entendí, cuando gritó, que era la última vez que lo hacía. También encontr el amor, formé una familia, y uno de mis hijos me salvó la vida cuando menino, un tipo inmundo, me quiso matar (mi hijo, Lezcano, se cruzó en el camino de la "punta" que venía directo a mi panza. Una extraña sensación la de saber que alguien puede ofrecer su vida a cambio de la tuya).
Estuve dos años allí, por que un grupo de policías y funcionarios judiciales eran tan homofóbicos que fueron capaces de arremeter contra la Constitución y arrasar con todas las convenciones de derechos humanos del mundo. Hoy la Cámara Nacional de Casación Penal ha dicho que la causa fue una formidable mezcla de prejuicios y homofóbia. Yo fui un preso político. Preso social. No era Justicia y hoy fue”.
Sebastián Ganzburg
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