Un grupo no organizado de gente desconocida y nada influyente sostiene que la mayor fatalidad de Juan Carlos Onetti era su nacionalidad. Si no hubiera nacido en tierra incógnita sino en un país con el poder económico y el peso político necesarios para exportar con éxito la cultura propia, no hubiera fallecido casi incógnito. Si no hubiera nacido en Montevideo, sino – por ejemplo – en Buenos Aires, hoy en día la super-estrella de la literatura latinoamericana no se llamaría Jorge Luis Borges, sino Juan Carlos Onetti.
Es fácil imaginar que había preferido esta carrera: Agent provocateur, con y sin nombres fingidos, siempre atento de preservarse de publicidad, infestado de leyendas como otros de hongos; su influencia ni ancha ni extensa, pero profunda; indiferente frente al barullo de los adeptos no llamados, recompensado con un silencio que recién la estupidez tipo general hace estallar; en consecuencia la agitación internacional, el exilio, y finalmente la gloria, breve y sin compromisos; un mito ya en vida, un sobreviviente en el grupo clandestino de los no muertos del cerebro, en el mundo creado por él.
Aquellos que por profesión mejor lo saben comprueban la importancia de la obra onettiana: casi todos los escritores latinoamericanos que triunfaron en el siglo XX se refieren a Onetti, confirman su influencia.
José María Arguedas escribe en El zorro de arriba y el zorro de abajo: "Onetti tiembla en cada palabra, armoniosamente; yo quería llegar a Montevideo – estoy en Santiago – entre otras cosas para saludarlo, para tomarle la mano con que escribe. Así es."
Según Augusto Roa Bastos Onetti es "el clásico por antonomasia de las letras hispanoamericanas contemporáneas."
Carlos Fuentes dice en La nueva novela latinoamericana: "Las novelas y cuentos de Onetti son las piedras de fundación de nuestra modernidad." Y agrega en otra ocasión: "A todos su descendientes nos dio una lección de inteligencia narrativa, de construcción sabia, de inmenso amor a la imaginación literaria."
De forma semejante se expresan Juan Rulfo y Gabriel García Márquez. Octavio Paz escribe con motivo del Premio Cervantes otorgado a Onetti: "Se decía que América Latina era un continente rico en materias primas, generales y caudillos; hoy podemos decir que también es rico en poetas y novelistas."
Julio Cortázar llama a Onetti simplemente "el más grande novelista latinoamericano".
En muchos diccionarios no figura su nombre. Temerosa o respetuosamente se le huye en las universidades y los congresos. Sus libros se editan, se traducen, pero no se encuentran en las librerías. Al preguntar por el autor hay que deletrear muy a menudo: "Con doble t".