El teatro El Picadero de Buenos Aires, el emblema de la resistencia cultural a la dictadura destruido por un atentado en 1981, reabre el martes para sumarse a la variada cartelera de la ciudad pero con el peso de su historia.
Hace cuatro años sobrevivió también a la demolición por un proyecto de levantar una torre, gracias a la movilización de vecinos, con apoyo de artistas, que recurrieron a la justicia para impedirlo.
"Es muy emocionante el proyecto de abrir un teatro, es una gran responsabilidad por tantas expectativas" que despierta en la comunidad, Sebastián Blutrach, dueño y artífice de la reapertura.
Para el productor de obras taquilleras como "Toc Toc", se trata de "una continuidad de mi carrera, con obras comerciales y no comerciales, privilegiando los textos valiosos y actores de calidad".
El joven empresario teatral, pasión que heredó de sus padres, reinvirtió sus ganancias en El Picadero, "es dinero que vuelve al teatro", explicó.
La gran sala cuenta con una capacidad para 295 espectadores dispuestos en semicírculo, además de un bar y restaurant.
La reapertura será hoy con un musical noruego "Forever Young", habrá una muestra fotográfica de Julie Weisz sobre el movimiento de Teatro Abierto y dos obras de Daniel Veronese, "Los hijos se han dormido" y "Espía a una mujer que se mata", adaptaciones de sendos textos de Chejov, "La Gaviota" y "Tío Vania". El Picadero abrió sus puertas en 1980 y al año siguiente desafió la censura de la dictadura con un ciclo conocido como Teatro Abierto, con un ciclo de obras de 21 dramaturgos locales de la talla de Aída Bortnik, Griselda Gambaro, Eduardo Pavlovsky y Roberto Cossa.
Un grupo de casi 200 actores, directores artistas plásticos y técnicos se propusieron visibilizar la producción teatral nacional, silenciada por las "listas negras" en la televisión y escenarios porteños y la exclusión de las escuelas de teatro estatales. La respuesta del público fue masiva y la dictadura interpretó un hecho político más que cultural en la propuesta.
La respuesta no se hizo esperar, al mes, en la madrugada del 6 de agosto de 1981, arrojaron tres bombas de magnesio contra el edificio, que se consumió por las llamas y solo quedó la fachada. Sin embargo, el efecto logrado fue inversamente opuesto al buscado, pues Teatro Abierto continuó en el Tabarís, en plena calle Corrientes, con el doble de capacidad y hasta un año después de recuperada la democracia, en diciembre de 1983.
Fuente ANSA
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