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Irene Vilar
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18/05/2012 - Escritora

Irene Vilar: "He abortado 15 veces pero espero que mis hijas no tengan que hacerlo nunca"

Irene Vilar (Arecibo, Puerto Rico, 1969) es una mujer culta, educada y madre de dos hijas que vive desde hace más de 20 años en Estados Unidos donde trabaja como editora y escribe su tercer libro, becado por la Fundación Guggenheim. Sabe que sus escritos levantan ampollas porque tratan temas delicados sin ponerse, ni poner al lector paños calientes. Las narraciones en primera persona de episodios e historias de su vida y su familia no se dejan nada en el tintero y explica cosas que la mayoría de las personas no se atreverían a contar a nadie jamás. Mucho menos a miles de lectores de todo el mundo.

“Desde los 16 hasta los 33 años aborté quince veces”, resume la escritora de manera casi estadística la historia que narra en su último libro, Maternidad imposible (Lengua de Trapo, 2012).

 Los hechos que explica, sin embargo, producen de todo en el lector menos el frío de los números. “Este libro trata de las relaciones desviadas que las mujeres podemos tener con nuestra fecundidad y nuestra sexualidad y sobre las que no nos atrevemos a hablar. Para mí ha sido difícil tratar este tema, acercarme a la chica enajenada que fui, no solo por el dolor, sino porque soy una mujer que está a favor de que las mujeres puedan decidir sobre su sexualidad y temía causar incomodidades”.

Y las causó. Hablar del suicidio de una madre víctima de un programa de esterilización practicado por Estados Unidos en Puerto Rico entre los años 60 y 70,  poner en duda el personaje construido por el nacionalismo puertorriqueño en torno a su abuela y relacionarlo todo con la historia de embarazos y abortos voluntarios que ella misma ha protagonizado, la ha enemistado con parte de su familia y de los poderes políticos y sociales. “Necesitaba explicar la verdad, al menos lo más parecido a la verdad, no podía quedarme con las historias que me habían contado desde niña y que no me convencían”, explica la autora que ha sido víctima de los ataques de grupos anti-abortistas en Estados Unidos y ha necesitado protección para ella y su familia.

“No soy adicta al aborto, tenía una depresión profunda”
Irene narra en este libro su historia de amor y abuso con un hombre 37 años mayor que ella, que la convenció de que no debía tener hijos si quería tener una buena vida de pareja y triunfar como escritora. Pero no lo culpa a él, ni a nadie, de todos su males, pues Irene está convencida de que la historia de su familia y la de su propio país tuvieron mucho que ver en la neurosis que ella desarrolló en torno al embarazo. “Vengo de una familia con dos hermanos drogradictos, una madre adicta al Valium y con depresión crónica que se suicidio tirándose de un coche”.

En un primer momento parece que Irene intente justificar sus quince abortos, sus decisiones, culpando a los demás. Pero a medida que avanza el libro y se profundiza en sus respuestas, se entiende que Vilar busca entender qué le pasó, pero asumiendo siempre y en todo momento su responsabilidad. “Yo jugaba a la ruleta rusa con mis píldoras, desafiaba a mi marido, a mi madre, a mi abuela, a mi país cuando me quedaba embarazada, era como decirle que hacía con mi cuerpo lo que quería, era una forma de control”, explica.

 

 

Durante la lectura de Maternidad imposible es inevitable no plantearse constantemente la misma pregunta. ¿Por qué no ponía medios para no quedarse en estado? “Los tomaba, pero jugaba con ellos. Sentía el riesgo, se me olvidaba tomar la pastilla, mi pareja no quería hijos pero tampoco ponía medios... La conclusión es que el problema era otro: la pastilla controla el ciclo reproductivo, no tu psique. Eso es mucho más complejo de controlar”.

En el libro la autora habla de una adicción al aborto, pero en la entrevista quiere explicarse: “Es una licencia literaria que me tomo, pues de haber una adicción, más bien sería al embarazo que al aborto. Pero la realidad es que mi enfermedad era otra: sufría una depresión profunda”, explica esta mujer que también intentó suicidarse en varias ocasiones.

De esta manera saca a colación otra de sus guerras: la de dar a conocer la terrible lacra de la depresión en millones de mujeres latinoamericanas que aún sienten vergüenza y a quienes se las señala si requieren algún tipo de atención psicológica o psiquiátrica. “Hay que empezar a hablar de depresión y aborto sin tantos tabúes, como se habla de cualquier otro tema de salud pública”, explica Vilar.

 

Desheredada por su abuela
La historia que narra Vilar en “Maternidad imposible” tiene la intención de destrozar mitos: el de la maternidad como algo idílico, pero también el que defiende todo lo contrario y pretende convencer a las mujeres de que no sean madres si quieren dedicarse a otras cosas en la vida. También destruye mitos familiares. Es el caso del de su abuela, Lolita Lebrón , una heroína, símbolo del nacionalismo puertorriqueño que pasó 25 años en prisión por entrar con un grupo de compatriotas en la Cámara de Representantes de Estados Unidos y abrir fuego. “Murió en 2010 habiéndome desheredado antes, no le gustó que la retratara como un personaje trágico, más que como la heroína que todo el mundo cree que fue, sin tener en cuenta a lo que renunció para serlo”, explica con pesar Irene. “En la cláusula de su testamento rezaba: ‘Desheredo a mi nieta por haber difamado al movimiento nacionalista de Puerto Rico’, pero en realidad me desheredó porque escribí dos libros sobre dos de los grandes tabúes: el suicidio y el aborto”.

Ahora Irene tiene 42 años y un marido con el que vive feliz en Colorado y dos hijas de 7 y 5 años. En la página 266 de Maternidad imposible se puede leer lo siguiente: “Mi historia es una perversión tanto del deseo maternal como del aborto, enmarcada por un procedimiento legal del que yo abusaba”. Irene reconoce su responsabilidad y cabe preguntarle si ve el aborto con otros ojos: “La maternidad me ha redimido y aunque sigo estando a favor del derecho de la mujer a decidir, deseo de verdad que mis hijas no tengan que verse nunca sobre la camilla de una clínica abortiva”.

Fuente La Vanguardia


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