Cuando terminaba 2011 y todavía no se habían identificado los restos encontrados en el Arsenal de Tucumán, moría en su lecho Domingo Bussi, ex militar o general degradado; para entonces envié un artículo a la prensa titulado: De héroes sin tumbas y de una tumba sin héroe. Pero ahora que descansan en paz Pedro Corroto Barraza, José Tapia y el senador provincial justicialista Damián Octavio Márquez, me sumo al homenaje popular a estos tres nuevos héroes que reposan en sus tumbas tucumanas.
La identificación de sus restos no está exenta de un dolor amortiguado en 7 lustros, porque prueba el asesinato múltiple de estos “detenidos-desparecidos”, hombres que trabajaban en democracia por sufragar sus necesidades y las del pueblo. Cuando en justicia, les debería haber correspondido una tranquila vejez cada cual junto a su esposa, rodeados por sus hijos y sus nietos.
Pero junto al dolor, hay también satisfacción por el hallazgo de los restos de estas personas “genio y figura hasta la sepultura”… y más allá. Son sus huesos una prueba irrefutable del terrorismo de Estado, de la ignominia y la barbarie de quienes –entrenados en Escuelas de guerra norteamericanas- mataron a civiles indefensos y representante de la democracia y de la gente. Y a la vez, desnudan la mentira y la cobardía de quien negaba los hechos y exageraba sus dolencias ante los jueces como lo hiciera Pinochet. Qué diferencia entre estos últimos que se disfrazaban de héroes y Damián Márquez, representante del pueblo tucumano – lo mismo que Pedro Corroto y José Tapia- que llevaba el heroísmo hasta en sus huesos.
En una época en la que no abundan referentes morales aquí tenemos tres, como en aquella Pascua de Resurrección, triunfando con la justicia y la vida de quienes nunca los olvidaron y los buscaron. Ahora nos toca continuar la búsqueda de tantos otros, como parte de una secular marcha pacífica hacia una Latinoamérica y una Tierra solidarias, sin excluidos y con un ecosistema sostenible, porque -en contra de tanta alevosía- fue esta Pacha Mama quien supo guardarnos estos huesos que hoy aclaran nuestra memoria y vertebran nuestra esperanza.
Fernando Rovetta Klyver
Prof.de Filosofía del Derecho, UCLM. Albacete, España
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