El uso de bombas termobáricas, fósforo blanco y uranio empobrecido durante la guerra en Irak hace nacer niños sin cerebro, sin ojos o con los intestinos fuera de la cobertura abdominal. Las ciudades de Faluya y Basora son dos ejemplos que vuelven atroz la revisión de estadísticas e imágenes.
Por Karlos Zurutuza, para IPS.
Aquí son demasiados. "Tan solo en enero registramos 672 casos, pero sabemos que
son muchos más", dijo Hadidi, responsable de prensa del centro, apoyándose en
una elocuente muestra de fotografías que exponía en un proyector.
Según
él, Faluya es hoy uno de los lugares del mundo donde más niños nacen sin
cerebro, sin ojos o con los intestinos fuera de la cobertura abdominal. Esa
imaginería del horror es ya seña de identidad local.
Mientras resulta
difícil mantener la vista sobre las fotografías, la gente local asegura que
señalarían a los responsables con los ojos cerrados.
"En 2004 los
estadounidenses probaron
todo tipo de sustancias químicas y explosivos: bombas termobáricas, fósforo
blanco, uranio empobrecido… ¡Nosotros no hemos sido más que ratones de
laboratorio!", se quejó Hadidi a IPS tras apagar el proyector.
En los
meses que siguieron a la invasión estadounidense de Iraq, en marzo de 2003, las
manifestaciones contra la ocupación y los desafíos a los toques de queda se
encadenaban a diario en Faluya, esta ciudad de 350.000 habitantes situada 65
kilómetros al oeste de Bagdad.
El 31 de marzo de 2004, dieron la vuelta
al mundo las imágenes de los cuerpos mutilados de cuatro mercenarios de la
empresa militar privada Blackwater
–ahora rebautizada como Academi– colgando de un puente sobre el río Éufrates.
La población en su conjunto no tardó en pagar las consecuencias de esta
acción, reivindicada por la red extremista islámica Al Qaeda. Así comenzó la
Operación Furia Fantasma, la mayor batalla urbana desde la de Hue (Vietnam,
1968), según el Departamento de Defensa de Estados Unidos.
La primera
ofensiva fue en abril de 2004, la peor, en noviembre de ese mismo año. Los
violentos registros casa por casa dieron paso a intensos bombardeos nocturnos.
Los estadounidenses aseguraron que habían utilizado fósforo blanco "para
iluminar objetivos durante la noche", hasta que un grupo de periodistas
italianos demostró que aquella no fue sino otra más de las armas prohibidas
usadas contra la población civil.
Todavía se desconoce el número total
de víctimas. Muchas de ellas no han nacido aún.
Abdulkadir Alrawi,
médico en el mismo hospital de la ciudad, acaba de atender un nuevo y extraño
caso.
"Esta niña ha nacido con el síndrome de Dandy Walker. Tiene el
cerebro partido en dos y no creo que sobreviva. Se da un caso entre 25.000",
explicó Alrawi a IPS, justo unos segundos antes de que la luz se cortara en todo
el hospital.
"No contamos ni con las infraestructuras más básicas, ¿cómo
quieren que atendamos una emergencia como ésta?", se quejó este facultativo
nacido en Bagdad.
Según un estudio publicado en julio de 2010 por la
revista científica International Journal of Environmental Research and Public
Health, con sede en Suiza, los aumentos de mortalidad infantil, cáncer, leucemia
y de alteraciones en la proporción de los nacimientos por sexo en el nacimiento
son significativamente mayores que los reportados de sobrevivientes de las
bombas arrojadas en 1945 en Hiroshima y Nagasaki.
El estudio asegura que
la leucemia en personas de hasta 35 años entre 2005 y 2010 superó en 38 veces
las tasas de países como Egipto y Jordania.
Samira Alaani, una de las
médicas jefa del hospital, participó de un estudio realizado en Londres junto
con la Organización Mundial de la Salud (OMS), que halló elevadas cantidades de
uranio y mercurio en la raíz del cabello de los afectados. Esa podría ser la
evidencia que vincule el uso de armas prohibidas por el derecho internacional a
la gran cantidad de enfermedades congénitas en Faluya.
Además del
fósforo blanco, se señala el uranio empobrecido, un componente radioactivo que,
según expertos militares, aumenta significativamente la capacidad de penetración
de proyectiles y obuses. Se calcula que este metal pesado tiene una vida de
4.500 millones de años.
Varios organismos internacionales han exigido a
la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) que investigue si ese
componente fue utilizado en las operaciones bélicas que condujo en 2011 en
Libia, durante la guerra civil de ese país.
Este mes, el Ministerio de
Salud de Iraq, en colaboración con la OMS, va a poner en marcha su primer
estudio sobre malformaciones congénitas en las provincias de Bagdad (centro),
Anbar (oeste), Di Car y Basora (sudeste) y Suleimaniya y Diyala (noreste).
Encerrados entre las fronteras con Irán y Kuwait, y con los pies
hundidos en una de las mayores reservas de petróleo del mundo, los habitantes de
Basora apenas han conocido otra cosa que la guerra en las últimas tres décadas,
desde el conflicto con Irán (1980-1988), pasando por la primera Guerra del Golfo
(1991) hasta la ocupación
estadounidense (2003-2011).
Un estudio de la Universidad de Bagdad
indicaba que los casos de malformaciones congénitas se habían multiplicado por
10 en Basora dos años antes de 2003. La tendencia está al alza, pero los
responsables de salud siguen sin estar a la altura.
A pesar del
imponente aspecto del nuevo hospital de Basora, financiado con fondos
estadounidenses e impulsado en 2010 por Laura Bush, esposa del expresidente
George W. Bush (2001-2009), las condiciones aquí no son mejores que en Faluya.
"El aparato de radioterapia pasó más de un año y medio almacenado en el
puerto de Basora porque nadie se ponía de acuerdo sobre a quién correspondía
pagar las tasas portuarias", relató Laith Shakr al-Sailhi, director de la
Organización de Niños con Cáncer de Iraq.
"Nuestros hijos morían
mientras esperaban un tratamiento que no llegaba", dijo a IPS el también padre
de un afectado.
"La lista de espera para recibir tratamiento en Bagdad
es interminable y muchos se marchan al extranjero", explicó este hombre en el
barracón que sirve de sede de su asociación, justo al lado del hospital. Según
él, la enfermedad de los niños a menudo trae también la ruina de las familias.
Los números hablan por sí solos. "En Siria (el tratamiento cuesta)
alrededor de 7.000 dólares, y 12.000 en Jordania. La opción más económica es
Irán, 5.000 dólares", dijo Al-Sailhi. "Pero muchas familias se ven obligadas a
dormir en las calles de Teherán, porque no pueden pagar una habitación de
hotel".
Por Karlos Zurutuza, para IPS
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