La favelas cercanas a las zonas nobles de Río de Janeiro viven una explosión inmobiliaria y comercial desde que las autoridades expulsaron a las bandas de narcotraficantes y comenzaron a pacificar estas barriadas.
Las favelas de Rocinha y Vidigal, vecinas de barrios acomodados como Leblón, Gávea y San Conrado, son el ejemplo de este desarrollo, constatado por un estudio del Instituto Brasileño de Investigación Social publicado en marzo que muestra cómo los comercios aumentaron sus ventas un 26% desde que se instalaron comisarías de policía en la zona.
Las "pacificaciones" de estas barriadas, que es como se llama coloquialmente a la instalación de Unidades de Policía Pacificadora (UPPs) en el interior de las favelas, ha hecho florecer el mercado inmobiliario y los precios de compra-venta y de alquileres superan ya en muchos casos los de barrios tradicionales de la ciudad.
Todo comenzó a finales de 2008 cuando el Gobierno regional comenzó una campaña de "reconquista" de territorios hasta entonces dominados por narcotraficantes que aprovecharon el abandono del Estado durante décadas para operar libremente en esas zonas.
El arquitecto Helio Pellegrino, por ejemplo, compró un terreno en Vidigal, favela aledaña a Leblón, uno de los barrios con el metro cuadrado más caro de toda Suramérica, cuando los "narcos" aún campaban a sus anchas.
"Una casa que antes costaba 50.000 reales (unos 27.400 dólares) ahora cuesta más de 250.000 reales (unos 130.000 dólares)", dijo Pellegrino a Efe.
Este arquitecto está construyendo un pequeño hotel de once habitaciones que tendrán una vista privilegiada al mar y a la playa de Ipanema, una de las más conocidas de Río de Janeiro.
Como en la mayoría de las favelas de la ciudad, las casas en Vidigal están diseminadas por la ladera de una montaña por lo que muchos de sus humildes habitantes tienen unas magníficas vistas.
La reducción de la violencia relacionada con el narcotráfico ha ayudado a aumentar el valor de los edificios en toda la ciudad más de un 15 por ciento, según un estudio realizado por el International Growth Centre.
"Las favelas son ya el único espacio para hacer un barrio sostenible, las casas de estas comunidades son el organismo arquitectónico más vivo que he visto nunca", explica Pellegrino. Tan vivos que las instalaciones eléctricas de las casas aún son marañas de cables indescifrables hasta para el técnico más avispado.
María Edilene, que regenta una pequeña tienda de ultramarinos y sirve zumos tropicales en el balcón de su propia casa, siente también la mejora en la zona desde que la UPP llegó a Vidigal en enero, dos meses después de que policías y militares ocuparon ese territorio.
"Antes no venían turistas por miedo, ahora pasan por aquí para subir al cerro Dois Irmaos. Además, la Alcaldía ha hecho obras que eran necesarias", asegura a Efe.
Una pareja de agentes de la Policía Militarizada de los que recorren cada día esta barriada aseguró a Efe que Vidigal "es la favela más tranquila de Río". Desde que llegaron no han tenido que intervenir más que en "peleas matrimoniales y algunas discusiones de borrachos", agregan.
La vida en Vidigal, así como en la vecina Rocinha, es efervescente, con miles de personas que suben y bajan sus empinadas y estrechas calles llenas de pequeños comercios de ropa y comida.
Sus caminos son tan estrechos que el transporte más usado para subir a casa son los "mototaxis", cuyos conductores recorren por menos de un dólar en un santiamén callejuelas que recuerdan a los centros históricos de las ciudades medievales europeas, pero con un abigarrado tinte tropical.
Un ejemplo del aumento de viajeros y turistas en la zona es el hostal Casa Alto Vidigal que cuando abrió, hace un año, apenas tenía huéspedes, según explicó Tomás, un austríaco encargado de la administración, quien añade que ahora cuesta conseguir una cama o una habitación libre.
Muchos de los que llegan a este hostal atraídos por el bajo precio y las vistas espectaculares que ofrece son turistas europeos, como Raphael, un alemán que visita Río por segunda vez y que asegura que desde la favela se ve una ciudad "muy diferente" de la que se ve desde la turística Copacabana.
Fuente EFE
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