Frente al Club Militar de Río de Janeiro, donde se conmemoró el golpe Estado de 1964, centenas de manifestantes, muchos de ellos adolescentes, gritaron consignas y arrojaron huevos a los invitados, expresando su repudio con humor.
Por Fabiana Frayssinet, para IPS.
Una escena habitual en otros países de América Latina que
también vivieron dictaduras, en Brasil es el amanecer de una reacción popular,
27 años después de la llegada de la democracia.
A la hora de la
convocatoria el jueves 29, difundida por Internet y las redes sociales, apenas
un manifestante sostenía estoicamente una hoja de papel con la inscripción
"Golpe no es revolución".
Decenas de periodistas decepcionados con el
alcance de la protesta se disponían a partir, cuando el grupo comenzó a crecer.
"La dictadura ya acabó, hay que meter preso al torturador", gritaban
algunos. "¡Parásito! ¡Cobarde!", gritaban otros cuando un anciano militar,
identificado por los manifestantes como un antiguo torturador, intentaba abrirse
paso hasta el portón del Club Militar.
"Estamos aquí para hacer
justicia: acabar con la impunidad de esos militares torturadores y asesinos",
dijo Tȃnia Rocha, una expresa política y viuda de un militante asesinado del
Partido Comunista Brasileño.
Pese a militar en Tortura Nunca Más, uno de
los grupos surgidos para promover que los responsables de violaciones a los
derechos humanos comparezcan ante la justicia, Rocha estaba emocionada por la
magnitud de la protesta que, por primera vez desde el inicio de la democracia,
comenzó a dejar de ser tímida.
"Estoy disfrutando", dijo a IPS
levantando su pancarta con fotografías de personas desaparecidas.
Nando
de Oliveira, de 16 años, contó a IPS que asistió a la protesta para que "la
tortura sea eliminada para siempre de nuestros libros de historia".
Durante la dictadura militar (1964-1985), más de 475 personas fueron
asesinadas o desaparecidas, 50.000 encarceladas y más de 20.000 torturadas. Una
de ellas es hoy la mujer más ilustre del país, la presidenta Dilma Rousseff.
Una ley de
amnistía adoptada en 1979 impidió enjuiciar a los responsables de los
abusos.
Rocha atribuye a la amnistía y a la cantidad relativamente baja
de víctimas –comparadas con las de vecinos como Argentina y Chile– la demora de
la reacción social.
"A pesar de que la dictadura aquí fue tan
sangrienta, tan asesina, tan sanguinaria como en los otros países", subrayó
Rocha, que fue torturada en la cárcel, aunque "no tanto como otros compañeros
que fueron mutilados".
Rousseff prohibió a los militares festejar el
aniversario del golpe de Estado el 31 de marzo. Es la primera vez que se toma
esta medida desde la recuperación de la democracia.
Pero los militares
adelantaron dos días el festejo y continuaron con la programación prevista, que
incluyó la conferencia "64: la verdad".
Protegido por guardaespaldas,
otro oficial retirado consiguió entrar. Un huevo arrojado con mala puntería fue
suficiente para que se reiniciaran los cantos, gritos y consignas.
"Pai,
afasta de mim esse cálice", decía el cartel de un joven disfrazado con uniforme
militar y máscara de burro, recordando el verso de una famosa canción de Chico
Buarque contra el régimen.
El movimiento de jóvenes contra los crímenes
de la dictadura se extiende a otros estados como el sureño São Paulo, donde
algunos comenzaron a organizar "escraches", denuncias públicas de presuntos
torturadores o asesinos.
"Brasil fue el primero de la región en
implantar una dictadura", dijo a IPS otra manifestante, Ana Miranda, del
Colectivo Memoria y Verdad. "La impresión es que, estratégicamente, era tan
importante que el silenciamiento fue terrible hasta hoy", dijo.
Ese
silencio fue tan grande que, "después de tanto tiempo todavía internalizamos el
miedo, como si las Fuerzas Armadas fueran dueñas absolutas del poder", apuntó
Miranda.
Tal vez uno de los frutos de ese miedo sea la Comisión de la
Verdad, que comenzará a sesionar este año para investigar violaciones cometidas
desde 1964, pero que no tendrá poder de denunciar presuntos responsables a la
justicia.
Pero la activista cree que aun mutilada, la discusión sobre la
verdad está comenzando a llevar a las calles al movimiento de familiares de
víctimas y organizaciones de derechos humanos.
Dentro del Club Militar,
el general del ejército Gilberto Serra accedió a hablar con IPS. El escenario
del diálogo incluía una mampara exhibiendo diarios de la época del golpe, que
sus protagonistas prefieren llamar "revolución".
"Ellos (los
manifestantes) tienen sus opiniones y tienen el derecho a expresarla. Pero me
parece que en aquella época hubieran debido asumir la responsabilidad de haber
llevado a esos jóvenes a morir en la guerrilla", dijo Serra.
"Ellos son
los culpables. No nosotros, que en esa época impedimos la instauración de un
gobierno comunista", agregó. Serra estimó que la Comisión de la Verdad debería
escuchar a "todos los lados", aunque luego valoró que "la verdad debería dejarse
a los historiadores".
Uno de los conferencistas de la celebración
castrense es el general Luiz Eduardo Rocha Paiva, conocido por sostener que
Rousseff debe ser convocada por la Comisión de la Verdad para hablar sobre sus
acciones como guerrillera.
Afuera, se sumó a los manifestantes un
oficial que solo llegó a coronel porque el ejército lo dio de baja por condenar
el golpe. "Yo soy un militar del lado de acá", aclaraba a la multitud.
"Fui dado de baja en 1964 porque estuve contra el golpe, contra la
tortura, contra esos militares que hicieron uso indebido del poder", dijo a IPS
el coronel retirado Bolivar Meirelles, hoy de 72 años.
Adentro, los
oficiales, ancianos retirados y jóvenes activos, escuchaban a Rocha Paiva
definir la "revolución" como "un movimiento cívico-militar".
"No veo
nada malo en esa Comisión de la Verdad, a pesar de ser extremadamente
revanchista y de que su motivación es una provocación para intranquilizar el
país en momentos de relativa tranquilidad", comentó a IPS el general retirado
Jonas Correia.
Recostada entre dos patrullas policiales, una joven de 19
años escribió con pintura roja sobre su cuerpo y ropa los nombres de sus
"antepasados" desaparecidos y asesinados en la dictadura.
Maria de
Aquino Silveira creció escuchando la historia de tíos, abuelos, tíos-abuelos y
una hermana, víctimas de la dictadura.
"Una creció con Internet y allí
aprendió que hay otros que sufren y sufrieron, y las máscaras comienzan a caer.
Ahora nuestro mundo es mayor y podemos ver. Yo misma ya no soy esa niña que
escuchaba las historias de familia. Ahora puedo ver con mis propios ojos",
explicó.
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