Una testigo del juicio por la desaparición de Marita Verón aseguró ayer que "un día parecía un mes y un mes parecía un año" al relatar los momentos que vivió en La Rioja cuando fue obligada a trabajar en un prostíbulo. Su testimonio duró más de seis horas. VIDEO
María Alejandra Huerta, que reconoció haber ejercido la prostitución, sostuvo que estuvo durante más de seis meses en La Rioja en 1998 y trabajó en los locales de Irma Medina, la mujer que supuestamente tuvo secuestrada a Marita Verón.
"Al principio todo estaba bien, pero después la situación cambió porque quedé secuestrada y era constantemente amenazada, especialmente por Medina", señaló Huerta.
De esta forma comenzó ayer una nueva jornada del juicio por la desaparición de Marita Verón, que tuvo como principal protagonista a Medina, por las declaraciones que realizó Huerta en su contra.
La madre de los hermanos Gómez, también imputados en la causa, fue detenida el fin de semana en La Rioja por una causa de drogas y fue autorizada por la Justicia local a trasladarse a Tucumán con custodia policial para permitir que el juicio continúe.
Medina insultó a los periodistas que intentaron preguntarle sobre lo sucedido el fin de semana y mostró una imagen completamente opuesta a la de los primeros días, cuando lucía amable.
El testimonio de Huerta también compromete a Daniela Milhein, sindicada como encargada de reclutar mujeres para ejercer la prostitución, en su casa.
"Ella se llevó por la fuerza a una amiga, a un lugar de Yerba Buena, de donde pudo escaparse", sostuvo en un pasaje de su relato.
La mujer recordó que vio a "varias chicas", cuyos nombres no conoce, en la casa de Milheim, pero aclaró que entre ellas no estaba Marita Verón.
Milheim dijo que tenía contactos con prostíbulos de La Rioja y Río Gallegos y que les cobrara 500 pesos para conseguirle trabajo en esos lugares.
Durante su relato, Huerta contó que Milheim la llevó a La Rioja y le presentó a Medina (a quien conocía por Liliana), propietaria de Candilejas, local que funcionaba como prostíbulo.
"Había muchas mujeres aparentemente de varias provincias argentinas, incluso de Tucumán, y de otros países", explicó.
"Eran 20, 30 ó 40 mujeres que se hospedaban ahí", indicó.
Al brindar detalles de su relación con Medina, Huerta contó que le dijo que "iba a llamarse Julieta" y le dio algunas indicaciones en caso de llegar la Policía, ya que "debía salir corriendo por una puerta trasera y saltar un paredón" para irse del lugar.
"Si no lograba escapar debía decir que había llegado ese día y que había mentido sobre mi edad, porque era menor todavía", dijo.
Interrogada sobre el sistema de trabajo, señaló que "no debía estar más de cinco minutos con un cliente porque el objetivo era tratar de hacer plata lo más rápido posible".
Contó que luego de su primer viaje a La Rioja volvió con Milheim, pero el segundo lo hizo sola y que allí se contactó con una pareja que la llevó hasta Candilejas.
"A la chica yo ya la conocía y el hombre, que era su marido, nos representaba a las dos", indicó.
Marcó diferencias entre el trato que recibió con Medina y la forma en que la trataban en Río Gallegos, donde estuvo algunos meses antes de regresar a Tucumán.
"Trabaja en un local que se llama `4 ases` y tuve una buena relación con Marisa, su dueño", indicó.
Consultada sobre la tarea que realizaba dijo que "estaba en el salón compartiendo copas con los clientes y hacía pases -consiste en cobrar para ir a la habitación con el que lo solicitaba-".
También dijo que conoció a Laura Cejas y a Graciela, una menor de edad detenida con documentos falsos.
También explicó que pudo ver a varias jóvenes recluidas en la casa de Milheim porque ella trabajó allí un tiempo.
Si bien aclaró que no fue amenazada, Huerta afirmó sentir "mucho miedo", especialmente de Medina y de los hermanos Gómez.
"Desde hace muchos años que tengo miedo y seguiré viviendo así por todo lo que pasé", indicó.
La actividad de Huerta comenzó en 1998 y su relato generó el reclamo de los abogados de los imputados al considerar que su historia no estaba vinculada con la desaparición de Marita Verón, ocurrida en 2002.
Luego de escuchar la primera parte del relato de Huerta, el tribunal se reunió para analizar el pedido de los abogados de los imputados que recusaron a sus integrantes.
La decisión de los jueces fue rechazar la presentación por considerar que Huerta aporta elementos necesarios para determinar la forma de operar de los involucrados.
Luego dispusieron un cuarto intermedio hasta las 18, horario en el que Huerta siguió declarando.
Huerta indicó que la segunda vez que fue a La Rioja hizo
plaza adentro en un boliche (vivía ahí), donde era insultada y presionada por
Liliana Medina si hacía las cosas mal. "Hubo algunos forcejeos, (Liliana
Medina) me pasaba a otro boliche y después a otro. Me pasó al Desafío y al
Candy", indicó. Aseguró además que si no recaudaba el dinero que les
exigían, era agredida.
"También me agredía Fernando Gómez, cuando pasé a ser mujer de él. Un día
viene y me dice ella que ahora iba a ser del 'Chenga'. Al ser propiedad de los
dueños de la 'whisquería' era peor, porque ellos te maltrataban
directamente", afirmó.
En el momento más fuerte de su testimonio, Huerta dijo que su madre tuvo que
llevar a cabo una estrategia para poder sacarla de la "whisquería"
donde estaba.
"Cuando llegó, me dice que mi abuela se estaba muriendo y me quería ver
por última vez. Yo amaba a mi abuela. Le pedí de rodillas a Fernando (Gómez)
que me deje ir, que iba a volver. Que me iría con lo puesto. Y accedió. Subimos
al auto, y en el viaje mi mamá me dijo que era mentira, que lo hacía para poder
sacarme. Me levantó la remera y vio que estaba toda morada, con ojeras, muy
delgadas. Tenía 18 años", dijo mientras lloraba desconsoladamente.
Hoy continúa la audiencia, desde las 8.30
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