El 2011 fue un año particularmente duro para los habitantes humanos y animales de la estepa rionegrina. Las cenizas derivadas de la erupción del volcán Puyehue y una caída en las precipitaciones del 30-50 por ciento respecto de la media produjeron, en conjunto, una reducción marcada en el crecimiento de la vegetación que sirve de alimento al ganado en cuatro departamentos de la provincia.
Agencia CyTA-Instituto Leloir
El 2011 fue un año particularmente duro para los habitantes humanos y animales de la estepa rionegrina. Las cenizas derivadas de la erupción del volcán Puyehue y una caída en las precipitaciones del 30-50 por ciento respecto de la media produjeron, en conjunto, una reducción marcada en el crecimiento de la vegetación que sirve de alimento al ganado en cuatro departamentos de la provincia.
Así lo confirmaron científicos del Laboratorio de Análisis Regional y Teledetección (LART) del Instituto de Investigaciones Fisiológicas y Ecológicas Vinculadas a la Agricultura (Ifeva) de la Facultad de Agronomía de la UBA y del Conicet, para quienes las cenizas y la sequía “han traído como consecuencia un 42 por ciento menos de producción de materia (vegetal) seca” en los departamentos de Pilcaniyeu, El Cuy, 25 de Mayo y Ñorquinco, donde se llevó a la cabo la investigación.
El departamento Pilcaniyeu fue el más afectado, dado que un 52 por ciento de su área presentó niveles de crecimiento de materia seca de un 50 por ciento por debajo del promedio. Efectos similares se verificaron, respectivamente, en el 46 por ciento y el 36 por ciento del área de Ñorquinco y 25 de Mayo. En el departamento El Cuy, en tanto, se observó una mengua en el desarrollo vegetal del 30 al 50 por ciento en más de dos terceras partes de su territorio.
Según explicó el autor principal del informe, Gonzalo Irisarri, las cenizas depositadas sobre las hojas actúan como un “sombreo”, es decir, reducen la cantidad de luz solar que las plantas pueden absorber. Esto reduce la fotosíntesis y, en consecuencia, el crecimiento de las plantas, afirmó el docente de la UBA y becario doctoral del CONICET. La reducción en las precipitaciones sólo sirvió para agravar el panorama.
La información fue obtenida a partir del análisis de datos provistos por sensores a bordo de satélites –como el satélite TERRA de la NASA – y de mapas de tipos fisonómicos de vegetación, entre otras fuentes de datos.
Los datos obtenidos tienen una aplicación práctica inmediata, destacó Irisarri. Contar con este tipo de información podría, por ejemplo, establecer áreas de prioridad para una eventual asistencia a productores, definir sobre una base sólida cuál debe ser el nivel de carga que pueden soportar las estepas afectadas y comparar el impacto de este fenómeno con otras situaciones extremas ya sufridas en la región.
En la elaboración del informe también participaron Martín Oesterheld, José Paruelo, Pablo Baldassini, Dolores Arocena y Mariano Oyarzabal.
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