El virus de inmunodeficiencia humana (VIH) nació en los alrededores de 1900 en una selva del sudeste de Camerún. Se encontraba en la sangre de un chimpancé en una zona en la que la huella humana era prácticamente desconocida. Un hombre cazó ese ejemplar infectado. Se cortó con una de las herramientas con las que descuartizó al animal antes de comérselo y el virus entró por primera vez en contacto con sangre humana para posteriormente mutar.
Muy poco hubiera sucedido tras ese singular episodio sin el papel fundamental que jugó la colonización europea de África a finales del siglo XIX y principios del XX.
Una lucha económica y política entre países como Alemania, Francia, Bélgica o Reino Unido, entre otros. Un conflicto por áreas del continente negro que propició cambios de costumbres en la zona y abrió nuevas rutas por las que el virus salió de aquel remoto paraje del sudeste de Camerún y terminó convirtiéndose en una epidemia que ha matado a decenas de millones de personas en el mundo.
Esta es una de las provocativas ideas del antropólogo y epidemiólogo estadounidense de la Universidad del Norte de Carolina, Daniel Halperin, y del periodista de The Washington Post, Craig Timberg, quienes acaban de publicar para el mercado anglosajón el libro Tinderbox: How the West Sparked the Aids Epidemic and How the World Can Finally Overcome It (Una caja para hacer fuego: cómo Occidente provocó la epidemia del Sida y cómo el mundo puede finalmente superarla).
Según la investigación, una vez el virus pasó del chimpancé al humano, el río Congo se convirtió en el camino por el que una sola persona infectada pudo haber llegado a Kinshasa, en aquel entonces Leopoldville, fundada en 1881 por los belgas, la mayor ciudad del centro de África. Su llegada a esa gran urbe -"la zona cero del VIH"- facilitó que se propagara por las rutas comerciales del marfil y del caucho que los europeos habían creado.
El VIH encontró en Kinshasa una ciudad próspera y llena de energía en la que las viejas normas habían quedado atrás y donde un simple brote se convirtió en una epidemia letal y masiva. Para los autores, sin la llamada "lucha por África" de los europeos es impensable que un virus en un recóndito lugar de la selva camerunesa adquiriera finalmente dimensiones catastróficas. Sin esta explicación como base, la cepa asesina del VIH hubiera muerto sola en el bosque, argumentan los autores en el prólogo. "El colonialismo europeo es el culpable de la expansión del VIH en África", explica Daniel Halperin en conversación telefónica desde Mozambique con LaVanguardia.com
En un reciente avance publicado por The Washington Post la semana pasada, los autores explican que el VIH-1 del grupo M, el virus que tenían los chimpancés del sudeste de Camerún, había viajado por tres grandes rutas después de llegar a Kinshasa. Un subgrupo fue del este de Kinshasa hasta el lago Victoria. Otro, hacia el sur hasta Zambia, Botswana y Sudáfrica. Y un tercero saltó al otro lado del océano hasta Haití, y desde allí llegó a Estados Unidos y a Europa.
"El tema que trasciende del libro es la arrogancia de Occidente en su relación con África, antes y también en muchas ocasiones ahora", explica Daniel Halperin en conversación telefónica desde Mozambique con LaVanguardia.com. "Los colonialistas europeos no quisieron a propósito iniciar una epidemia, aunque ahora, si se mira atrás, uno ve que es así", señala.
"Con todo, ahora los europeos que están en África vienen para ayudar pero continúa algo de esa arrogancia occidental. Con África, necesitamos un poco de humildad, tenemos que saber que a veces las buenas intenciones pueden tener efectos negativos sin querer", explica el que fuera asesor técnico del Gobierno de Estados Unidos en el programa PEPFAR para combatir el Sida en relación a las ideas del libro.
Fuente La vanguardia
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