La economía de Brasil se enfrió en 2011 y creció 2,7%, contra el 7,5% de 2010, un resultado que la presidenta Dilma Rousseff atribuyó a la crisis económica en Europa y a la llamada "guerra cambiaria".
El Producto Interno Bruto de 2011, primer año del gobierno de Rousseff, confirmó que la industria fue el gran perdedor en la economía y que se mantuvo por el consumo interno de las familias, la actividad agropecuaria y el sector de servicios.
El Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE)
divulgó que el avance del 2,7% quedó atrás de la proyección
inicial del 5% hecha por el gobierno y del 4,5% que preveía el
mercado privado.
El cuarto trimestre de 2011 subió 1,4% en la comparación
interanual, pero avanzó 0,3% respecto del tercero, en el cual
hubo un retroceso del 0,1%.
Desde Hannover, Alemania, donde se reunió con la jefa de
gobierno, Angela Merkel, la presidenta brasileña se refirió al
crecimiento de su país, según divulgó el Palacio del Planalto.
"No sólo los países desarrollados están sufriendo presiones
en sus índices de crecimiento, sino también los países
emergentes. En verdad, lo que ocurrió es que los países
emergentes vieron sus tasas de crecimiento disminuir", afirmó
Rousseff.
Rousseff insistió en que el país tomará más medidas contra la especulación financiera, en el marco de su diagnóstico de que existe un 'tsunami' monetario mundial, generado por la inyección de dinero a los bancos en Estados Unidos y Europa, que a su vez diseminan dólares en los emergentes y en Brasil para obtener mejores lucros con tasas de interés mayores, valorizando las monedas nacionales.
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