En nuestro país a la genialidad de Jorge Luis Borges nadie la discute. Personas cultas, académicas, y hasta no lectores aseguran que es el mejor de todos. Da la sensación que decir “no me gusta Borges” es prácticamente un sacrilegio, pero, ¿cuántas de las personas que tanto lo idolatran lo leyeron? ¿Por qué el gran escritor argentino es Borges y no Cortázar, Arlt, Girondo o Walsh?
Hoy, los cinco autores antes nombrados se estudian en la academia, pero, por ejemplo, en la carrera de Letras de la UNT el único que tiene una materia propia es Jorge Luis. Una imposición cultural, apoyada por las grandes editoriales y por supuesto, por el stablishment. Es curioso, pero Borges no se pronunció nunca en contra de la dictadura, es más, al igual que su colega Sábato, se sintió aliviado cuando la Revolución Libertadora derrocó a Perón y años más tarde, más de veinte, aparece fotografiado junto a Videla.
Roberto Alrt escribió siempre desde los márgenes, sin embargo fue muy leído, sobre todo sus Aguafuertes que se publicaron habitualmente en el diario El Mundo entre 1928 y 1933, a pesar de esto su talento fue redescubierto en los años 60, siendo uno de los escritores más originales y profundos de las letras argentinas. Es cierto, sus amigos no eran de doble apellido, escribía con errores de ortografía y criticaba a viva voz al sistema capitalista.
Cortázar se autoexilió de joven en Europa pero siempre tuvo
una conducta comprometida con Nuestra América, realizó innumerables gestiones
diplomáticas. La publicación de su cuento “Apocalipsis de Solentiname” evitó
una desgracia en esa isla nicaragüense donde su amigo Ernesto Cardenal había
realizado un trabajo social admirable. Como amante de las letras supo
caracterizar como nadie la sociedad argentina con inteligencia y altura.
Girondo siempre fue un burgués, pero la crítica de la época lo despreciaba,
esto se debe a que se mofó durante toda su vida de la moralina occidental. A
pesar de su pacatería era un bohemio a ultranzas, un tanguero de ley, un dandy.
No apeló al compromiso político pero su poesía es bella e irreverente, nueva.
Rodolfo Walsh es, quizá, el gran escritor periodista de las últimas décadas, se comprometió con la causa nacional, fue parte de Montoneros, brazo armado peronista, e investigó siempre la corruptela política. En 1976 la dictadura lo hizo desaparecer luego de su famosa “Carta Abierta a la Junta”, cuya vigencia es abrumadoramente escalofriante. Respecto a su condición de literato, sencillamente es un genio, inauguró un modo nuevo de relatar policiales en Argentina y sin aires eruditos demostraba que escribía con sabiduría. Enseñó cómo se hace periodismo.
Borges, en cambio, en su obra, trata de mostrar en cada palabra su basto
conocimiento de la lengua, del arte, de la literatura. Incluso para escribir sus
cuentos de compadritos, todo el mundo sabe que tuvo que apelar a diccionarios de
lunfardo. Claro, a la calle solo la conocía desde la ventana. Ni qué decir de
su devoción por la cultura británica, no hay un solo texto del gran escritor
que sea argentinamente familiar, hasta sus gauchos parecen señores ingleses.
Es curioso, pero los cuatro autores anteriores, que solo sirven de ejemplo porque
sin duda hay muchos más que también son talentosísimos, describieron la vida nocturna,
la calle, la cotidianeidad, utilizando siempre palabras tangueras pero con naturalidad
y no como una mera postura intelectual, folclórica y ajena.
Borges no es un mal escritor, todo lo contrario, pero no es, ni por asomo, el mejor de todos. Decir: “Borges no me gusta” es una opción, un derecho y hasta una necesidad, por lo menos para mi y unos cuantos amigos que no son ningunos iniciados en estas cuestiones.
Por eso, propongo y exijo que además de esa dichosa estatua ubicada al frente del Colegio Nacional, en Plaza Urquiza, sobre calle Muñecas, exista en este o en cualquier otro paseo público una de Arlt, de Walsh, de Cortázar o de Girondo.
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