Volante ofensivo que descolló en Argentina e Italia, es considerado uno de los mejores futbolistas argentinos de todos los tiempos y uno de los cincuenta jugadores del siglo XX a nivel mundial. Había nacido en la localidad bonaerense de San Nicolás el 2 de octubre de 1935. Dirigió la Selección Nacional que clasificó al Mundial `74, en Alemania, VIDEO con sus mejores jugadas
UN CRACK DE TODOS LOS TIEMPOS
Por Osvaldo Jara
Enrique Omar Sívori nació en San Nicolás de los Arroyos, provincia de Buenos Aires, el 2 de octubre de 1935. Allí vivió con sus padres, asistiendo a la escuela y jugando a la pelota durante el tiempo que le restaba. Todos lo conocían como “Chiquín”.
Desde temprana edad ya se podía advertir la habilidad de sus pies. Antes de probar suerte en la capital participó en los Campeonatos Juveniles e Infantiles Evita para un club de su pueblo.
Con tan sólo 17 años comenzó a jugar en la cuarta división de River Plate. En aquel momento el primer equipo tenía grandes figuras: su delantera estaba formada por Vernazza, Prado, Walter Gómez, Labruna y Loustau.
Su debut en primera tuvo lugar el 4 de abril de 1954 ante Lanús. En aquel encuentro debió reemplazar nada menos que al goleador Angel Labruna; jugó un gran partido y convirtió un gol.
En el Sudamericano de Lima (1957) integró el equipo que obtuvo el título de manera incuestionable. Aquella formación estuvo integrada por jóvenes talentosos que realizaron una notable campaña: Corbatta, Maschio, Angelillo y Cruz, “los carasucias”.
Omar Sívori fue considerado uno de los mejores del certamen. Sin dudas, ya se estaba en presencia de un jugador extraordinario, capaz de eludir a varios rivales en espacios reducidos y con mucha inteligencia para observar el juego dentro de la cancha. Su temperamento lo convertía en un jugador especial y su carácter le supo jugar malas pasadas en más de una ocasión.
Permaneció en el club millonario durante cuatro temporadas, integrando el plantel tricampeón de los años `55, `56 y `57. Fue justamente a mitad de esta última temporada cuando se produce su transferencia a Europa. Con el dinero de la venta del “Cabezón” la entidad de Núñez pudo construir la tribuna baja que cerró la doble herradura de cemento.
Con tan sólo 68 partidos jugados emigró a la Juventus para edificar allí una carrera brillante: jugó 215 partidos y anotó 134 goles. Campeón de la Liga italiana en tres ocasiones: 1957/58, 1959/60 y 1960/61, obtuvo la Copa Italia en otras dos: 1959 y 1960. Un año más tarde fue galardonado con el Balón de Oro, premio a su gran actuación en el certamen anterior. Obtuvo la ciudadanía italiana y pudo integrar la selección de ese país en el Mundial de Chile, en 1962.
Debido a desavenencias con la conducción técnica de Juventus fue transferido al Nápoles. Con su nuevo equipo obtuvo dos subcampeonatos, cuando aún no existían los goles ni la magia de Diego Maradona. Si bien no logra ningún título es idolatrado por todos los napolitanos. Debido a una lesión en la pierna debió dejar la actividad futbolística en 1968.
Tras su retiro se dedica a la dirección técnica conduciendo a River Plate, Rosario Central, Estudiantes de La Plata, Racing y Vélez Sarsfield. Dirigió la Selección Nacional que clasificó al Mundial `74, en Alemania, nunca abandonó su actividad y fue elegido por la Juventus para detectar a los jóvenes talentos que surgían en esta parte del mundo.
Viajó constantemente, observando y respirando fútbol y fue una referencia obligada a la hora de analizar el juego. Hasta los últimos momentos de su vida estuvo inmerso en el ambiente futbolístico.
Como producto de una pancreatitis fallece el 17 de febrero de 2005. El dolor y la congoja en los distintos estamentos del deporte se hicieron sentir. Un periódico italiano tituló: “Adiós, genio”.
Su mirada sobre el fútbol alcanzaba dimensiones proféticas. Antes de que Maradona llegara al Nápoles sostuvo: “Diego aún no ha mostrado todo su potencial”. Y no se equivocó. Será precisamente éste quien le arrebatará la máxima idolatría de los napolitanos, pese a que, para muchos, fue el único argentino que le hizo sombra al mejor jugador de todos los tiempos. Un privilegio que únicamente pueden alcanzar cracks de la categoría de Enrique Omar Sívori.
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