El gobierno de Catamarca dispone la repatriación de los restos de Felipe Varela que descansaban en el cementerio chileno de Ñantoco, cerca de Copiapó, y con gran ceremonia son llevados al monumento que se le ha erigido en su Catamarca natal. Luego de invertir todos sus bienes en su patriada contra el gobierno de Mitre y en defensa de Paraguay y por la Unión Sudamericana, el caudillo catamarqueño había sido sepultado el 8 de junio de 1870 en el cementerio de Tierra Amarilla, pequeña aldea cercana a Copiapó, en el norte chileno. VIDEO
Por Maximiliano Molocznik
Felipe Varela ha sido odiado por la historia liberal debido a su resistencia y su lucha frente a la dictadura oligárquica que fue el gobierno de Mitre. Los amanuenses de esta tradición sólo han escrito invectivas contra él calificándolo de “caudillo sanguinario”, “infame bandolero” y “azote de los pueblos”.
También ha sido repudiado o ninguneado por derecha. Los historiadores del nacionalismo católico no le perdonan sus “rebeldías” frente a Rosas y lo consideran un “caudillejo sin importancia”.
No mucho mejor le ha ido con la historiografía de la izquierda abstracta que sólo lo presenta como exponente del feudalismo medieval atrasado que pretende resistir el avance del “progreso civilizador”. Veamos los motivos de semejantes tergiversaciones.
Nacido en Huaycama, departamento de Valle Viejo, Catamarca, en 1821, desde muy joven vive y sufre la pobreza de su provincia arruinada por la política librecambista de Buenos Aires. No es casualidad, entonces, su lucha como lugarteniente del Chacho Peñaloza. Integrará, bajo su mando, la Coalición del Norte contra Rosas. Entiende la política del Restaurador -de puerto único y monopolio de las rentas aduaneras- como una continuidad de la practicada por los unitarios rivadavianos.
A partir de 1862, no le temblará el pulso para denunciar la sangrienta represión de los ejércitos mitristas, cuando el coronel Arredondo “plantó la horca en nombre de la ley en la plaza de la Rioja”. También denunciará el carácter de “guerra de policía” que le da Mitre a su lucha contra los montoneros para que sus esbirros (Paunero, Rivas, Sandes y otros) puedan asesinarlos impunemente sindicándolos como meros “ladrones”.
Peñaloza lo envía en 1863 a agitar políticamente Catamarca y, luego de la derrota del Chacho en Lomas Blancas y Las Playas, y que su cabeza fuera colgada de una pica en la plaza de Olta, Felipe Varela debe exiliarse nuevamente en Chile hasta mayo de 1865.
Desde allí le escribe varias cartas a Urquiza intentando comprometerlo en la lucha contra el mitrismo. En ellas le cuenta que las tropas porteñas han degollado niños y ahorcado mujeres. Le pide armas y un apoyo financiero que el caudillo entrerriano -ahora más preocupado por sus avideces de mercado mundial- nunca mandará.
Ese mismo año Varela reivindica a Leandro Gómez y a los héroes que defendieron Paysandú del ataque brasileño. Denuncia a Mitre como cómplice de esta agresión y afirma que los gauchos están siendo llevados atados y por la fuerza a luchar contra el Paraguay.
En 1866 viaja a Chile y Bolivia a expandir los comités de la “Unión Americana”. Esta será el punto central de su política ya que impugna las fronteras artificiales, las políticas portuarias de las burguesías mercantiles pro británicas y llama a la unidad continental.
Luego de la Revolución de los Colorados, en diciembre de ese año, cruza con su tropa la cordillera para apuntalar la gran insurrección antimitrista que se extiende por todo Cuyo.
En abril de 1867 será derrotado en Pozo de Vargas por Taboada, aliado de Mitre, que cuenta con tropas surtidas de agua y con armas más modernas. A fines de agosto de ese año inicia la ofensiva sobre Salta pese a lo menguada que está su tropa y a la falta de víveres y municiones, siendo derrotado definitivamente el 12 de enero de 1869 en Salinas de Pastos Grandes, en Salta.
El gobierno boliviano de Melgarejo por presión de Brasil le niega el asilo político y debe refugiarse en Copiapó, Chile, donde muere de tuberculosis el 4 de Junio de 1870.
Por todos estos motivos -y pese a los silenciamientos, ninguneos, omisiones y agresiones que su figura ha sufrido- debemos rescatar los aspectos más importantes de su legado que nos siguen siendo útiles en las luchas políticas del presente: defender las tradiciones más auténticas de nuestro federalismo, luchar contra la oligarquía y levantar como estandarte la idea medular de la unión latinoamericana.
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