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05/02/2012 - Libros

Annie Hall se confiesa

En su flamante libro de memorias “Ahora y siempre”, la actriz Diane Keaton utiliza como excusa el reencuentro con unos cuadernos íntimos de su madre para desandar su propia biografía, en la que elogia a su ex pareja Woody Allen, revela que fue bulímica y que estuvo loca por Al Pacino.

La protagonista de “Annie Hall. Dos extraños amantes” -un hito tanto en su carrera como en la de Allen- entrelaza sus recuerdos con los de su madre, Dorothy, fallecida en 2008 tras una lucha contra el alzheimer, y traza un entrañable autorretrato exento de glamour y narcicismo, dos “carencias” que confirman su desinterés por pertenecer al mundo de las estrellas de Hollywood.

Portadora de una carrera irregular, enferma de bulimia durante años -"ninguna de mis insensatas incursiones en el mundo de la belleza podía compararse a la fascinación que sobre mí ejercía la comida"-, madre adoptiva pasados los cincuenta: sobre estas señas particulares pivotean gran parte de las confesiones que circulan por la obra.

“Diane Keaton. Ahora y siempre”, recién editado por el sello Lumen, es la (auto) semblanza de una actriz de emociones vacilantes y vulnerables, pero muy resuelta a la hora de defender sus convicciones.

El eje del relato es el paralelo que la actriz elige entablar entre su vida y la de su madre, a la que acompañó a lo largo de toda su enfermedad. "Deseo presentar mi vida junto a la suya para, tal y como escribió, llegar a un punto en que yo empiece a verme (y a verla a ella) de un modo más inteligible", desliza.

El primer tramo del libro está centrado en su infancia, aunque lo más interesante llega con su mudanza desde la apacible California hacia a la fascinante Nueva York: "No recuerdo el momento en que subí al avión que me llevó a tres mil millas de casa cuando tenía diecinueve años", asegura la actriz, y acota "Nueva York era mi destino".

Fue allí que descubrió un día que ya existía una Diane Hall -tal su verdadero nombre-, así que decidió comenzar a usar el apellido Keaton: "Dejar de ser yo me produjo cierta perplejidad", reconoce en sus memorias.

Uno de los pasajes más atractivos de libro es cuando la actriz relata cómo en 1968 conoció a Woody Allen, con quien coincidió en la obra teatral “Sueños de un seductor”: "Durante los ensayos me enamoré del Allen del guión, pero también de Woody -confiesa-. Formábamos una pareja curiosa, a cual más reservado”.

“Mucha gente dio por sentado que ‘Annie Hall’ era la historia de nuestra relación”. Después de treinta y cinco años, ¿a quién le importa?", se pregunta Keaton en sus memorias.

La pareja se disolvió en 1975, lo que no ha impedido a Keaton mantener una excelente relación con el director: “Echo de menos a Woody. Se estremecería si supiera cuánto le aprecio. Soy lo bastante lista para no sacar el tema. Sé que casi le repugnaría lo grotesco de mi afecto por él. ¿Qué le voy a hacer? Todavía le quiero".

La actriz de “El club de las divorciadas” también se hace tiempo para recordar a otras de sus ex parejas, el actor Warren Beatty, de quien asegura que se sintió atraída desde el primer momento en que lo vio (“levanté la cabeza y vi mi hombre ideal en persona") - pero se explaya con más entusiasmo todavía cuando evoca su pasión por Al Pacino.

Ambos se conocieron durante el rodaje de la primera parte de “El padrino” y se reencontraron años después para iniciar una relación intermitente: "Estoy bastante segura de que para Al solo era una amiga con la que charlar. Por mucho que me gustara escucharle, yo quería más, mucho más. Quería que me quisiera tanto como yo a él", admite.

"Mientras rodábamos ‘El padrino III’ en Roma, le di un ultimátum: cásate conmigo o al menos ten en cuenta la posibilidad. (...) Pobre Al, nunca lo quiso", acota con resignación.

La biografía también aborda sus trabajos cinematográficos.

Así, Keaton asegura que “Annie Hall” le cambió la vida, que “Reds” fue una dura experiencia y que su favorita fue “Alguien tiene que ceder”, donde trabajó junto a Jack Nicholson bajo la dirección de Nancy Meyers.

“Fue la oportunidad que me brindó Nancy (Meyers, la directora), el beso de Jack (Nicholson) y una parte de los beneficios -apunta-. Siempre será mi película preferida, no solo porque fue algo inesperado a los cincuenta y cuatro años, sino también porque me proporcionó la maravillosa sensación de estar con dos personas extraordinarias que me dieron dos regalos y un beso".

Keaton no es partidaria de los ajustes de cuentas públicas, por lo tanto las revelaciones que aparecen en la obra no son tan sorpresivas ni contundentes. Tal vez el mayor encanto de este puñado de escritos radica en que su experiencia de actriz está tan presente como cabría esperar y permite acceder a particularidades atractivas sobre rodajes y trastiendas de filmaciones.

Así por ejemplo se destaca el relato de la filmación de la tercera parte de “El padrino”, en la que mientras los actores ensayan desorientados, el realizador Francis Ford Coppola se pregunta cómo terminar la saga y plantea todo tipo de finales.


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