En su flamante libro de memorias “Ahora y siempre”, la actriz Diane Keaton utiliza como excusa el reencuentro con unos cuadernos íntimos de su madre para desandar su propia biografía, en la que elogia a su ex pareja Woody Allen, revela que fue bulímica y que estuvo loca por Al Pacino.
La protagonista de “Annie Hall. Dos extraños amantes” -un hito tanto en
su carrera como en la de Allen- entrelaza sus recuerdos con los de su
madre, Dorothy, fallecida en 2008 tras una lucha contra el alzheimer, y
traza un entrañable autorretrato exento de glamour y narcicismo, dos
“carencias” que confirman su desinterés por pertenecer al mundo de las
estrellas de Hollywood.
Portadora de una carrera irregular, enferma de bulimia durante años
-"ninguna de mis insensatas incursiones en el mundo de la belleza podía
compararse a la fascinación que sobre mí ejercía la comida"-, madre
adoptiva pasados los cincuenta: sobre estas señas particulares pivotean
gran parte de las confesiones que circulan por la obra.
“Diane Keaton. Ahora y siempre”, recién editado por el sello Lumen, es
la (auto) semblanza de una actriz de emociones vacilantes y vulnerables,
pero muy resuelta a la hora de defender sus convicciones.
El eje del relato es el paralelo que la actriz elige entablar entre su
vida y la de su madre, a la que acompañó a lo largo de toda su
enfermedad. "Deseo presentar mi vida junto a la suya para, tal y como
escribió, llegar a un punto en que yo empiece a verme (y a verla a ella)
de un modo más inteligible", desliza.
El primer tramo del libro está centrado en su infancia, aunque lo más
interesante llega con su mudanza desde la apacible California hacia a la
fascinante Nueva York: "No recuerdo el momento en que subí al avión que
me llevó a tres mil millas de casa cuando tenía diecinueve años",
asegura la actriz, y acota "Nueva York era mi destino".
Fue allí que descubrió un día que ya existía una Diane Hall -tal su
verdadero nombre-, así que decidió comenzar a usar el apellido Keaton:
"Dejar de ser yo me produjo cierta perplejidad", reconoce en sus
memorias.
Uno de los pasajes más atractivos de libro es cuando la actriz relata
cómo en 1968 conoció a Woody Allen, con quien coincidió en la obra
teatral “Sueños de un seductor”: "Durante los ensayos me enamoré del
Allen del guión, pero también de Woody -confiesa-. Formábamos una pareja
curiosa, a cual más reservado”.
“Mucha gente dio por sentado que ‘Annie Hall’ era la historia de nuestra
relación”. Después de treinta y cinco años, ¿a quién le importa?", se
pregunta Keaton en sus memorias.
La pareja se disolvió en 1975, lo que no ha impedido a Keaton mantener
una excelente relación con el director: “Echo de menos a Woody. Se
estremecería si supiera cuánto le aprecio. Soy lo bastante lista para no
sacar el tema. Sé que casi le repugnaría lo grotesco de mi afecto por
él. ¿Qué le voy a hacer? Todavía le quiero".
La actriz de “El club de las divorciadas” también se hace tiempo para
recordar a otras de sus ex parejas, el actor Warren Beatty, de quien
asegura que se sintió atraída desde el primer momento en que lo vio
(“levanté la cabeza y vi mi hombre ideal en persona") - pero se explaya
con más entusiasmo todavía cuando evoca su pasión por Al Pacino.
Ambos se conocieron durante el rodaje de la primera parte de “El
padrino” y se reencontraron años después para iniciar una relación
intermitente: "Estoy bastante segura de que para Al solo era una amiga
con la que charlar. Por mucho que me gustara escucharle, yo quería más,
mucho más. Quería que me quisiera tanto como yo a él", admite.
"Mientras rodábamos ‘El padrino III’ en Roma, le di un ultimátum: cásate
conmigo o al menos ten en cuenta la posibilidad. (...) Pobre Al, nunca
lo quiso", acota con resignación.
La biografía también aborda sus trabajos cinematográficos.
Así, Keaton asegura que “Annie Hall” le cambió la vida, que “Reds” fue
una dura experiencia y que su favorita fue “Alguien tiene que ceder”,
donde trabajó junto a Jack Nicholson bajo la dirección de Nancy Meyers.
“Fue la oportunidad que me brindó Nancy (Meyers, la directora), el beso
de Jack (Nicholson) y una parte de los beneficios -apunta-. Siempre será
mi película preferida, no solo porque fue algo inesperado a los
cincuenta y cuatro años, sino también porque me proporcionó la
maravillosa sensación de estar con dos personas extraordinarias que me
dieron dos regalos y un beso".
Keaton no es partidaria de los ajustes de cuentas públicas, por lo tanto
las revelaciones que aparecen en la obra no son tan sorpresivas ni
contundentes. Tal vez el mayor encanto de este puñado de escritos radica
en que su experiencia de actriz está tan presente como cabría esperar y
permite acceder a particularidades atractivas sobre rodajes y
trastiendas de filmaciones.
Así por ejemplo se destaca el relato de la filmación de la tercera parte
de “El padrino”, en la que mientras los actores ensayan desorientados,
el realizador Francis Ford Coppola se pregunta cómo terminar la saga y
plantea todo tipo de finales.
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