Los debates internacionales sobre la capacidad nuclear de la República Islámica de Irán no parecen tener efecto directo sobre la población de Teherán. En esta ciudad de más de 14 millones de habitantes la vida transcurre con absoluta normalidad y no hay señales de que la población se esté preparando para el peor escenario.
Para uno que ha tenido la oportunidad de haber estado en un país bloqueado como Irak poco tiempo antes de la invasión norteamericana de 2003 la comparación es inevitable, pero las diferencias enormes.
En Bagdad el bloqueo impuesto por Estados Unidos desde 1991 se sentía en
todos los ámbitos de la vida cotidiana. En los mercados prácticamente
no había comida, gran parte de la población dependía de los pocos
alimentos que distribuía Naciones Unidas, pocas cosas funcionaban, y los
continuos cortes de luz y agua afectaban la vida de todos.
Teherán, por el contrario, es una ciudad vibrante. Durante el día
cientos de miles de autos surcan las extensas, amplias y modernas
autopistas que atraviesan esta ciudad gigantesca -que de norte a sur
tiene más de treinta kilómetros- y los embotellamientos son peores que
cualquier hora pico de Buenos Aires o el Distrito Federal de México.
El boom de la construcción no cesa y por doquier hay edificios de
departamentos a estrenar y barrios cerrados que se ofrecen como si el
futuro fuera esplendoroso y no hubieran nubarrones de guerra.
En Bagdad los negocios a duras penas abrían sus puertas porque no había
lo que vender y es imposible olvidar la imagen de las oficinas de la
línea aérea Iraqi Airways reconvertidas en locutorios porque el
aeropuerto estaba bloqueado y la única manera de llegar a Bagdad era
atravesando el desierto desde Jordania.
En Teherán nadie se recluye en su casa a esperar lo peor. Los negocios
con artículos de conocidas marcas europeas, japonesas o norteamericanas
están repletos de compradores, y los restaurantes
desbordan de gente a toda hora.
Ni siquiera la inflación -que es el tema que aparece en cualquier conversación- parece amortiguar la fiebre de consumo.
Gran contraste con Bagdad donde había mucha pobreza, salarios mensuales
de tres dólares y adultos o niños desesperados pidiendo limosna en
cualquier esquina.
En las calles de Teherán tampoco hay presencia militar ni áreas
restringidas como sucedía en Bagdad que era una ciudad militarizada y
los pocos extranjeros que llegaban tenían múltiples restricciones para
moverse, fueran solos o acompañados. En Bagdad todos presentían lo peor.
Algunos iraníes piensan que las recientes medidas de la Unión Europea no
son diferentes del cerco que ya impuso Estados Unidos hace varios años y
no parecen tan preocupados. ¿Pensarán que es imposible una guerra?
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