La industria discográfica intenta librar a nivel mundial la última batalla contra la piratería de la mano de la Ley Sopa, aunque América Latina y en especial en Argentina, la derrota frente a los piratas de la manta y los hackers digitales, ya parece sellada en contra de las compañías.
Por Adrián Mouján
Al gran avance tecnológico y digital a favor de quienes piratean discos,
la industria discográfica en Argentina debe luchar contra la falta de
una campaña cultural que eduque sobre los beneficios de bajar música
digitalizada abonando una cifra, pero a ese deben sumarse que esta
modalidad cuenta con una pésima imagen entre los músicos y el público.
Mientras en países como Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y Alemania
las discográficas lanzaron hace más de una década varias campañas para
enseñar a los consumidores a comprar sus tarjetas y bajar música en
formato digital de la manera legal, en el Cono Sur, este tipo de
iniciativas brillaron por su ausencia.
En Argentina, la responsabilidad corre por cuenta de las discográficas
que no realizaron el esfuerzo correspondiente y tardaron más de 15 años
en digitalizar el catálogo de artistas como Charly García, Mercedes
Sosa, Luis Alberto Spinetta, Carlos Gardel y Astor Piazzolla.
Ni hablar de los artistas del palo del rock, ya que son muy pocos
aquellos cuyos catálogos están digitalizados por las compañías, mientras
que en Europa y Estados Unidos las grandes compañías se apuraron a
digitalizar el catálogo de Beatles, Rolling Stones, Pink Floyd, The Who,
Led Zeppelin, The Kinks y Elvis Presley.
En pocas palabras, podría decirse que en Argentina la industria conspira
en contra de sí misma al no cuidar su catálogo -que siempre es fuente
de buenos ingresos- pero a eso se le suma un dato concluyente: las
compañías discográficas nacionales ya no salen a buscar nuevos talentos y
además se han desprendido de la mayoría de los artistas locales,
devolviéndoles sus contratos.
Músicos del rock, el tango y el folclore que trabajan de manera
independiente y que han crecido en su convocatoria en público, aseguran
no haber recibido jamás la oferta de una multinacional discográfica o la
visita de un directivo de estas empresas.
Esa reacción tan lenta es una característica de la desinversión con la
que las multinacionales han tratado a los artistas locales, con el
agravante de que la mayoría de los artistas de rock y casi el 100 por
ciento de tangueros, folcloristas y jazzeros se mueve por fuera de las
grandes compañías.
Sólo uno de los cinco artistas rockeros más vendedores de álbumes
anualmente, Andrés Calamaro, trabaja para una compañía grande (Warner).
El resto -Indio Solari, La Renga, Skay y Andrés Ciro Martínez- lo hacen
de manera independiente.
Nada más que Pop-Art y sus subsellos -aliados a Sony Music- reunen a
gran parte del rock argentino- aunque a la hora de hablar de calidad,
los artistas reunidos por esa empresa ya acusan el cansancio de la
repetición de sus sonidos y eso comienza a percibirse en la baja de sus
ventas de sus CD`s.
Las páginas de descarga legal de música argentina, son muy pocas y nadie
sabe cómo se hace para conseguir las tarjetas para bajarse discos o
canciones y ni siquiera como se llaman estas empresas.
Mientras tanto, los músicos nuevos apuestan a la autogestión y al
cooperativismo, a punto tal de convertir a Unión -el sello de la Unión
Músicos Independientes (UMI)- en la discográfica con el mayor y mejor
catálogo de música local, aunque no sea una compañía discográfica y no
se quede con dividendos por las ventas de CDs.
Un estudio reciente de la consultora internacional MCPS/PRS Alliance
determina que en el caso de la venta de un CD o de la bajada digital de
un disco, el artista sólo recibe el 9 por ciento de la ganancia,
mientras que el 90 por ciento restante se lo reparten entre la compañía,
las disquerías, las tarjetas de crédito y el soporte de internet.
Este dato es de registro mundial y marca desde hace años una tendencia:
los artistas obtienen su ganancia más jugosa en las giras y shows, ya
que el CD se ha convertido un vehículo casi molesto para difundir sus
canciones.
De manera similar a la UMI y casi con espíritu filantrópico en Argentina
trabajan los sellos independientes como DBN, Ultrapop, Scatter Records,
Estamos Felices, Los Años Luz, Acqua, Crack, Laptra y Cala, entre
otros.
Algunos gobiernos han tomado nota de esto y han comenzado a ayudar a los
artistas de sus distritos como la provincia de Buenos Aires que armó
catálogos de sellos pequeños de folclore, tango y rock, financió los
viajes de los artistas al extranjero a tocar y hasta armó ediciones en
CD.
Hace poco, Bono, el líder de U2 reclamó medidas contra la piratería
digital pero fue desautorizado por artistas como los integrantes de
Rolling Stones, Mick Jagger y Keith Richards, así como el ex Oasis Liam
Gallagher.
"Descargar música es lo mismo que yo solía hacer, yo grababa las
canciones que me gustaban de la radio. Odio a todas esas grandes y
tontas estrellas del rock que se quejan. Tenés cinco inmensas mansiones,
así que cállate la boca y agradece que alguien se baja tus discos y
escucha tu música. Eso es lo que hay que agradecer, que hay alguien
escuchando tu música", dijo Gallagher.
En la Argentina una rareza la constituye el líder de Las Pelotas Germán
Daffunchio, que despotrica constantemente contra la piratería olvidando
su pasado independiente tanto en esta banda como con Sumo.
En el otro extremo, un artista alejado del rock, pero que es de los más
taquilleros como Piñón Fijo, le dijo hace pocos meses a Télam que ya no
trabaja con compañías discográficas ya que sube directamente sus discos a
su página web.
"Prefiero subir mis discos en forma gratuita a la web y que los chicos
los descarguen y sepan mis canciones cuando las toco para ellos en mis
giras. No hay sensación más espantosa que guardarse, por capricho, el
material de uno, y que después un teatro lleno no sepa que estas
cantando", dijo una de las figuras más importantes del mercado infantil.
Si el Parlamento argentino sanciona este año la Ley de la Música y crea
el Instituto de la Música, habrá dado un paso gigante y ejemplar a nivel
mundial, que dejará sepultados a los dinosaurios burocráticos que hoy
son las grandes compañías y habrá puesto a salvaguarda el patrimonio
musical de la Argentina.
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