El último Informe Mundial sobre Desastres de la Federación Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja (FICR) encuadra al hambre y la desnutrición como los peores enemigos de la humanidad.
Por Miguel Grinberg
Bekele Geleta, Secretario General de la FICR destaca que el sistema alimentario mundial “le está fallando a mil millones de hambrientos y desnutridos”, y en su introducción al estudio señala que durante décadas las imágenes de personas famélicas impactó la conciencia mundial, pero con escasa visibilidad de “millones que sufren hambre crónico”.
Esa muchedumbre invisible incluye a uno de cada siete habitantes del planeta, en su mayoría en regiones donde se producen desastres ambientales que magnifican las penurias imperantes y aniquilan a pueblos enteros.
El documento sostiene que ambos problemas, perfilados como “una crisis creciente”, niegan a los niños, incluso al nacer, la oportunidad de expresar plenamente su innato potencial genético para el desarrollo físico y mental.
Y remarca que “los minifundistas que producen la mitad de los alimentos del mundo forman parte de los 1.000 millones de personas que cada noche se acuestan con hambre, de modo que esa expansiva inseguridad alimentaria debilita la resiliencia frente a desastres y enfermedades, y una creciente volatilidad de los precios de los alimentos se hace sentir en todas partes.”
Los expertos piensan que incluso si el día de mañana se adoptaran medidas adecuadas para limitar esa volatilidad, prevalecerían factores importantes de incertidumbre, como el precio del petróleo o los fenómenos meteorológicos: por ello, “es de vital importancia romper el esquema de confianza en que los mercados mundiales proveerán alimentos a precios asequibles”.
El capítulo 3 del Informe de la FICR indica que tras decenios de estabilidad, 2007 marcó el inicio del aumento de los precios internacionales de los principales cereales, que se habían duplicado ya para principios de 2008.
En un año, los precios mundiales del trigo aumentaron en un 150 por ciento, con el consiguiente incremento en más del doble del precio del pan, aunado al alza del costo del transporte y de los productos manufacturados como resultado de los altos precios del petróleo.
Durante 2009/2010 se observó una leve recuperación en las existencias mundiales de alimentos; no obstante, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación ha calculado que desde entonces se redujeron hasta un nivel de 479 millones de toneladas en 2011.
David Nabarro, Representante Especial de la ONU para la Seguridad Alimentaria y la Nutrición, comenta que “los niveles actuales de infra-nutrición reflejan un masivo y evitable desastre para millones de habitantes del mundo, y es inexcusable y moralmente inaceptable que tal situación persista hasta la actualidad”.
La FICR sostiene que cada año, cerca de 9 millones de niños mueren en todo el mundo antes de cumplir los cinco años, y un tercio de esas muertes prematuras son atribuidas a la desnutrición.
No obstante, contrariamente a lo que se suele pensar, la gran mayoría de las muertes relacionadas con la inadecuada nutrición no se produce durante las hambrunas y las crisis alimentarias repentinas, sino como consecuencia del hambre crónica.
Por cada niño que muere a causa de la desnutrición varios millones sobreviven pero con consecuencias adversas permanentes para su salud, de modo que hoy en día, unos 178 millones de niños menores de cinco años sufren un retraso del crecimiento debido a la desnutrición, y alrededor de 55 millones están aquejados de carencias agudas de nutrientes.
Los expertos de la Cruz Roja enfatizan que el período decisivo para el crecimiento y el desarrollo de una persona son los primeros mil días de su vida, desde el momento de la concepción hasta su segundo cumpleaños.
Y subrayan que el problema del retraso del crecimiento se origina en la nutrición deficiente durante este período: un 50% de las causas del retraso del crecimiento hasta los dos años de edad se deriva de la carencia aguda de nutrientes durante el período fetal.
El hambre y la malnutrición no están circunscritos a los países de ingresos bajos sino que también afectan al próspero Occidente, ya que en los Estados Unidos de América, en 2010, 5,7 millones de sus 311 millones de habitantes recibieron asistencia alimentaria semanal a través de Feeding America, la principal organización nacional dedicada a combatir el hambre en ese país.
En la Unión Europea, uno de cada seis habitantes de los 27 Estados miembros, o sea, alrededor de 80 millones de personas, vive por debajo del umbral de la pobreza, definido como el 60% del ingreso medio nacional, lo cual supone inevitablemente que las personas con bajos ingresos no siempre pueden comprar alimentos nutritivos.
La malnutrición no es consecuencia únicamente de la falta de alimentos; el consumo excesivo de alimentos inadecuados es igualmente perjudicial, por lo tanto la obesidad ha adquirido proporciones epidémicas en el mundo rico.
En los Estados Unidos se registra la tasa más elevada de prevalencia de obesidad, a saber, el 26,7 por ciento de la población adulta; mientras que en el Reino Unido, se prevé que el 60% de la población adulta podría ser obesa en 2050: allí el sobrepeso pasó a ser la norma para algunos adultos y una cuarta parte de ellos y el 10 por ciento de los niños son ahora obesos. (Télam).-
(El autor es periodista especializado en Medio Ambiente)
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