El Mercosur concentra la mitad del comercio global de soja, que para varios de los países de la región representa el principal rubro de exportación, pero la consecuencia de su cultivo intensivo ha sido el impacto ambiental y la erradicación de comunidades rurales, señaló el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
El organismo en su informe sobre "La eficiencia en el uso de los recursos en América Latina", detalló que la superficie sembrada creció de 1.486.833 hectáreas en 1970 a 40.834.467 hectáreas en 2008 en Brasil, Argentina, México, Paraguay y Uruguay.
En igual período y en los países mencionados, la producción de soja se multiplicó de 1.793.236 toneladas a 113.882.842 toneladas. Brasil con 21.271.762 hectáreas y Argentina con 16.380.038 hectáreas se han colocado a la cabeza de la siembra de soja, pero Paraguay, donde en 1970 existían apenas 28.300 hectáreas sembradas, en 2008 trepó a 2.645.000.
En términos de proporción con el área agrícola total de cada país, la mayor cantidad de hectáreas destinadas a la soja se registra en Paraguay, que le decida hasta el 65 por ciento de su superficie cultivable.
Brasil es el mayor productor de soja en términos absolutos, mientras que Argentina es el principal exportador de productos procesados como aceite y harina de soja.
Por el contrario Chile, donde en 1980 existían 1.200 hectáreas cultivadas con soja, carece de producción relevante desde entonces. En términos económicos la soja y sus derivados se han convertido en el principal rubro exportador de algunos países, como Uruguay, pero expansión del cultivo de soja ha tenido "fuertes impactos ambientales" advirtió PNUMA en su informe.
Entre las secuelas negativas mencionó "el avance de la frontera agropecuaria sobre áreas naturales, la pérdida de especies nativas de fauna y flora, la reducción de la biodiversidad, la contaminación de suelos y aguas por agroquímicos y la erosión localizada de los suelos".
PNUMA advirtió sobre "la ampliación de la frontera agropecuaria sojera sobre áreas silvestres, especialmente en Brasil y Paraguay, y en menor medida en el norte de Argentina".
La segunda advertencia del organismo fue sobre la sustitución de cultivos, especialmente en el centro pampeano de Argentina y en Uruguay, detalló.
El informe de PNUMA también advirtió que la expansión de la soja afecta al menos nueve ecoregiones (Mata Atlántica, bosques de Araucaria, Cerrado, Amazonia, Chaco húmedo, Chaco seco, Espinal, Pampa y sabana uruguayense). Los países latinoamericanos(en especial en el Cono Sur) también se han ubicado entre los más dinámicos a la hora de incorporar cultivos genéticamente modificados. Esta tendencia es mayormente explicada por la soja, pero también por variedades genéticamente modificadas del maíz y el algodón. En 1996 se plantó en Estados Unidos la primera semilla genéticamente modificada con fines comerciales, y en 2006 los cultivos genéticamente modificados ocupaban 102 millones de hectáreas en todo el mundo, recordó PNUMA. El país con mayor superficie de cultivos genéticamente modificados era Estados Unidos (53,5% del total mundial)en 2006, seguido por Argentina (17,6% del total mundial) y Brasil (11,3 por ciento).
La suma de la superficie plantada con cultivos genéticamente modificados en Brasil, Argentina, México, Paraguay y Uruguay acompaña la tendencia mundial creciente y en 2006 significaba el 31% del total mundial, resaltó el informe.
Supuestamente la utilización de semillas genéticas reduce la canasta de agroquímicos empleados por los productores agropecuarios, "pero el balance total sigue siendo incierto, ya que aumenta notablemente el consumo de glifosato (herbicida)", lamentó PNUMA. Por ejemplo, Argentina pasó de consumir 1 millón litros equivalentes de glifosato en 1991-92, a casi 60 millones a finales de la década de los noventa.
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