Organizaciones internacionales difundieron amplios informes sobre la existencia de intensivos procesos de extranjerización de tierras en América Latina, el Caribe y África, en especial la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Por Miguel Grinberg, para Télam.
Tras un estudio centrado en tal situación en territorio africano, la FAO
promovió una investigación en 17 países de América Latina y el Caribe,
en el que se destaca la adquisición creciente de enormes extensiones de
suelos fértiles necesarios localmente para producir alimentos.
En ese sentido, los datos recopilados documentan compras de alrededor de
71 millones de hectáreas para la explotación minera, la producción de
biocombustibles, la tala de bosques madereros, la radicación de
industrias y los reservorios de agua potable.
El término técnico utilizada por la FAO para encuadrar la situación es
“acaparamiento de tierras” (land grabbing, en inglés), y resalta que “el
fenómeno de concentración y extranjerización de la tierra y de las
cadenas de valor del sector silvoagropecuario es un asunto que afecta a
gran parte de la región”.
Pablo Groppo, especialista de la División de Tierras y Agua de la FAO,
resaltó que “la cantidad de hectáreas de los suelos de Clase A (los de
mayor capacidad productiva) está limitada y es cada vez menor, por la
expansión de zonas urbanas.”
El técnico se manifestó a favor de la extensión a la mayor parte del
mundo del programa Sistema Imaginativo del Patrimonio Agrícola Mundial,
sobre comunidades rurales, que desde hace varios años se está
desarrollando en algunos países de África, Asia e Iberoamérica.
Otro documento, titulado “Los derechos de la tierra y la fiebre por
ella”, fue publicado por el Instituto Internacional del Medio Ambiente
(IIED), el Centro de Cooperación Internacional en Investigación
Agronómica para el Desarrollo (CIRAD) y la International Land Coalition
(ILC).
Sus investigaciones han revelado que un amplio segmento de las
transacciones de tierras no ha sido informado ampliamente por los medios
locales de comunicación social, con frecuencia vinculados a élites
nacionales que coparticipan de las adquisiciones.
Los analistas estiman que de los 71 millones de hectáreas así
acaparadas, un 22 por ciento tiene por finalidad la minería y la
forestería, mientras que tres cuartas partes del 78 por ciento restante
se destina a la producción de biocombustibles.
Los expertos que intervinieron en este estudio sostienen que “el reto es
detener el desposeimiento y las asignaciones de tierras que no
respondan a un genuino interés público, reconocer legalmente los
derechos de los pobres de las áreas rurales, y asimismo generar modelos
más equitativos que doten a los actuales usuarios de la tierra de un
modelo clave que cubra las demandas de alimentos y recursos”.
La introducción a “Los derechos de la tierra y la fiebre por ella”
indica que “la desposesión y la marginación de los pobres de las áreas
rurales no son nada nuevo: más bien, la actual fiebre por la tierra
representa una aceleración de procesos en marcha, y parece seguro que
continuará”.
La conclusión del informe “es que nos encontramos en muchas áreas del
Sur global en una encrucijada con respecto del futuro de las sociedades
rurales, la producción basada en la tierra y los ecosistemas.”
Y añade que “los flujos de capital trasnacional e internacional están
presionando la tenencia de la tierra y los sistemas de producción
basados en la tierra en una dirección que parece alejarse cada vez más
de lo que puede considerarse como una alternativa óptima”.
Todo indica que la fiebre por la tierra está induciendo cambios
considerables en los ecosistemas, con pérdidas conexas de servicios
ecosistémicos y biodiversidad, donde no sólo los bosques son afectados:
los estudios revelan que las tierras de pastoreo, los pantanos y los
manglares son también objetivos de la conversión del uso de la tierra.
La economista Martine Dirven, jefa de la Unidad de Desarrollo Agrícola
de la CEPAL y experta en el desarrollo rural de América del Sur, ha
afirmado que “estamos ante una nueva ola de un importante proceso de
extranjerización de tierras: en diez años ha crecido en siete veces el
precio de la tierra en Uruguay, y hay un tremendo proceso de
concentración de tierras en América Latina”.
Los especialistas coinciden en que la última fiebre por tierras
cultivables fue provocada principalmente por la crisis de los precios de
los alimentos ocurrida durante el período 2007/08, pero, lejos de ser
un fenómeno de corta duración, afirman que es probable que la fiebre por
la tierra continúe a largo plazo.
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