En su columna de Télam, el periodista Walter Vargas analiza el pobre presente que atraviesan los jugadores, equipos y campeonatos hoy en día. ¿Cuáles son los motivos por los que llegamos a este mediocre presente?
La creciente mediocridad de los torneos argentinos no debería sumirnos en el mero desencanto, porque más bien supone una buena oportunidad para analizar por qué se ha llegado a este estado de cosas.
Que los espectáculos no son brillantes ni mucho menos, que escasean
las jugadas lucidas e incluso los goles es una realidad que atravesó
todo 2011, y esto con independencia de los legítimos merecimientos de
Vélez y Boca, campeón del Clausura y campeon del Apertura, en ese orden.
En primer lugar, cabe volver a reponer en la agenda un
ingrediente primordial: es imposible disponer de una gran liga cuando el
ochenta por ciento de los mejores futbolistas argentinos están en el
exterior.
El éxodo y el éxodo del éxodo se llevan el pescado
grande, y salvo honrosas excepciones lo que nos queda oscila entre
jóvenes en proceso de maduración y veteranos camino de los cuarteles de
invierno.
(En el segundo lote consta una virtuosa paradoja:
¡gracias al Altísimo que siguen jugando clarividentes como Juan
Sebastián Verón y Juan Román Riquelme y goleadores como el Bichi
Fuertes!).
O sea: la generación intermedia, la que goza del
punto de cocción, de la cresta de la ola, está en Europa o, por decir
algo, en México.
Llegado este punto se vuelve contundente el argumento de que las razones del euro, por ejemplo, son irrebatibles.
Sin
embargo, tampoco se trata de licuar las responsabilidades de los
dirigentes, por lo usual compelidos a vender hasta las joyas de las
abuelas al modo de un desesperado intento de maquillar pésimas
administraciones.
Sea por impericia, sea por comisión de
ilícitos, son incapaces de construir economías tan sanas que les
faciliten demorar lo máximo posible la venta de sus mejores jugadores.
Cuando Lanús pudo tal cosa, le fue muy bien, lo mismo Banfield, qué decir de Estudiantes de La Plata y ni hablar de Vélez.
Otro
elemento que conspira contra la calidad del juego es de índole
organizativa: la brevedad de los torneos multiplica sensiblemente lo que
es per se un fútbol cargado de premuras, de exitismos, cuando no de
franco dislate.
Hoy por hoy, salvo el director técnico del
campeón vigente, todos, absolutamente todos, sos sospechosos que gozan
de libertad condicional.
Así planteado el escenario, sin
perjuicio de señalar otra paradoja (en la tierra de los gatos pardos hay
más vulgaridad pero también más emoción) y de abogar por un fútbol más
grato, no estaría de más contribuir con una dosis de piedad y valorar
los chispazos que supimos conseguir.
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