Por orden de Juan Lavalle, es fusilado en la localidad bonaerense de Navarro el prócer de la Independencia, militar, periodista y gobernador de la provincia de Buenos Aires Manuel Dorrego, partidario de un sistema de gobierno republicano, representativo y federal. Ver "El federalismo doctrinario y latinoamericano de Manuel Dorrego". VIDEO del programa “Algo habrán hecho”
Por Maximiliano A. Molocznik
Dorrego era un hombre desprendido, leal, sarcástico, iracundo y apasionado. Como muchos jóvenes de su generación, fue ganado por los fastos de la revolución. Fue su carácter volcánico el que le generaría más problemas. Dueño de una honestidad brutal, no dudaba en apostrofar a quien fuera, incluidos sus superiores, cuando veía que se cometían errores de táctica militar.
Junto con San Martín pertenecía a la logia de los Caballeros Racionales, compartían las retóricas emancipadoras, los horizontes igualitaristas y, sobre todo, el proyecto de poder de la logia. Es muy verosímil, entonces, la sospecha de que el destierro de Dorrego haya tenido más que ver con razones disciplinarias internas de la logia que con cuestiones de disciplina militar.
La orden de destierro fue firmada el 15 de noviembre de 1816 por Pueyrredón, pese a la oposición del Congreso de Tucumán. Y el 20 Dorrego debe embarcarse rumbo a las Antillas. Lo llevan luego a EEUU, donde toma contacto con French y otros morenistas, también exiliados por Pueyrredón, y se nutre de las lecturas de los teóricos del federalismo norteamericano.
La idea de libertad vinculada a la de una sociedad igualitaria, el respeto a la ley y a sus autoridades y la importancia del periodismo como difusor de ideas y arma de ataque son las principales enseñanzas que recogió en su exilio. Y enterado de la caída de Pueyrredón, regresó el 6 de abril de 1820.
Convencido de la necesidad de colaborar con el proyecto de la unidad continental, en 1825 viaja -munido de una carta del Dean Funes- a entrevistarse con Bolívar, a quien le promete que con el apoyo de los caudillos del interior luchará por hacer fracasar las tentativas unitarias de una constitución centralista. A raíz de esto, los unitarios de su tiempo y los historiadores mitristas de hoy, lo acusan de traición a la patria y de querer entregarle el país a Bolívar.
El 13 de febrero de 1826 será electo diputado nacional por la provincia de Santiago del Estero. Sus intervenciones como diputado y sus escritos periodísticos son los fundamentos teóricos de nuestro federalismo.
Defendió los derechos del ciudadano, la soberanía del país y pidió la protección para el interior frente al poder avasallador de la ciudad puerto. Denostó a Rivadavia y a su política por considerar que pisoteaba la opinión de los hombres del interior y se opuso al voto calificado que impulsa el unitarismo denunciando que "la aristocracia del dinero vaciará de contenido a la república".
El 12 de agosto de 1827, tras la ruinosa caída del elenco rivadaviano, la Junta de Representantes de la provincia de Buenos Aires lo eligió gobernador. Su popularidad, su verba inflamada, su carisma, sus aires de macho cabrío, el amor del pueblo y, sobre todo, sus conexiones con los caudillos del interior permiten explicar su llegada al poder.
Desde el primer día de su gestión la conspiración unitaria se puso en marcha. Apostaba a que Dorrego tendría que hacer una paz deshonrosa con el Brasil y que no podría gobernar con sentido nacional.
Se equivocaron. Su gestión progresista y exitosa los hizo arder en odio. La prensa unitaria clamaba por sangre. Sólo necesitaban una oportunidad. Y la tuvieron de la mano de Lavalle, la "espada sin cabeza" que se transformó en el brazo ejecutor.
Lavalle fue incentivado por deleznables personajes que le enviaron cartas incendiarias como aquella de Juan Cruz Varela -ex ladrón de dineros del Estado- que le pedía la vida de Dorrego y le decía "estas cartas se rompen" o el miserable Salvador María del Carril quien le "explicaba" que "esta revolución es un juego de azar en la que se gana hasta la vida de los vencidos", todo esto bajo la atenta mirada de Martín Rodríguez, a quien por sus diferencias políticas y su odio personal podemos sindicar como el autor intelectual del asesinato.
Ocurrió en la calurosa tarde del 13 de diciembre de 1828, cuando Manuel Dorrego fue fusilado por orden de Lavalle, luego de lo cual la cosmopolita y liberal urbe porteña comenzó a respirar aliviada. Con un tiro en el pecho y siete en la cabeza cree haber puesto fin a ese federalismo irredento que les impuso trato igualitario con "la chusma".
Nuevamente se equivocaban. Muy pronto, las fuerzas profundas del país real saldrían a la luz para poner fin a sus sueños al servicio de su graciosa majestad británica. (Télam)
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