"Nací en Mendoza pero me formé en Madrid, cumplí 10 años en el aire, sobre el mismo océano que había unido a mis padres pero en sentido contrario, y me deformé reiteradamente en cada viaje", se presenta Fernanda García Lao, una de los tres escritores locales que la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara descubre entre "Los 25 secretos mejor guardados de América latina".
"Nací en el 66, me fui en el 76 (con el último golpe militar) y volví en
el 86 (con la democracia), me he enamorado varias veces pero nunca me
fui siguiendo ningún amor. Se vino toda la familia, fue una repatriación
colectiva", repasa la autora de "La piel dura", "Muerta de hambre" y
"La perfecta otra cosa", las novelas de Cuenco de Plata que hasta el 4
de diciembre expone el local de sellos independientes argentinos en la
FIL.
García Lao es "muy ósea", dice, "lo que hago es ponerle carne al hueso,
embarazar las frases, y si vengo normalita, meto una bomba que le dé
sentido a esa normalidad anterior, no me banco que no pase algo en el
lenguaje".
"Me importa mucho el lenguaje, soy muy cocinera y si tengo pocos
ingredientes invento algo que parezca más de lo que es, y todo el tiempo
juego a arrastrarme por el texto y a sobrevolarlo después", cuenta a
Télam con una cadencia particular en las voz, las dos cosas producto de
sus múltiples viajes y de ser artista, asegura.
"Cuando llegué a España (Francisco) Franco recién había muerto y seguían
con la idea de que el sudamericano hablaba mal -cuenta- y tenía una
profesora tipo `Naranja Mecánica` que todos los días me llamaba a leer.
Ahora llevo mil años viviendo acá pero me quedó la `Z`, o sea, jódanse,
hablo con `Z` porque me exilié".
Dirigió, actuó y escribió teatro, estudió piano y danza clásica, pinta:
"en casa me entrenaron en el arte de la conversación, la literatura y el
absurdo, y yo soy una más de ese clan de locos donde cada uno siguió su
camino".
De hecho, la pintura hiperrealista que ilustra la portada de uno de sus
textos, nada realista, es obra de una de sus hermanas: se trata de "La
perfecta otra cosa", siete monólogos de hombres, mujeres y niños que
encarnan diferentes versiones de una familia en desgracia, "cada uno
buscando esa perfecta otra cosa es su propia idea de trascendencia".
"Con la escritura me juega el inconsciente, invento lo que no tengo y lo
que no soy, pretender ser verosímil me da risa. Cuando el texto está
muy sobrio no me gusta, no me gusta la literatura solemne, pretenciosa,
literal, hay muchas cosas a las que yo le escapo, como lo previsible y
repetir estructuras", explica García Lao.
Escribió "Vagabundas", la novela donde la valija y el desapego también
son su signo: "en el primer viaje papá nos dijo `elijan una valija y un
libro`, yo me quedé con mis cartas", dice, las mismas que usó para
contar el derrotero de Eusebia, una de las antihéroes que pueblan la
novela que editó El Ateneo.
Se mudó 20 veces y cambió de nombre otras tantas: Maida en Madrid,
Fernanda Brack cuando actuaba, Fernanda de nuevo en España -"allá no
había muchas y acá era la gallega", acota-, Lao a secas después, y
finalmente García Lao desde que se decidió a publicar.
"Siempre cambiaba una sola parte, para tener un ancla".
El ancla es el nombre del hotel donde transcurre "Vagabundas", una playa
ventosa que conoció en Bahía Blanca haciendo turismo looser en pareja
(poca plata, anti-destinos), en parte así surgen sus climas y
personajes, gente en tránsito, al borde de algo.
"Todo lo que sea una excusa para pensar desde un lugar nuevo me sirve
-asegura-, pero nunca me planteo un tema, aprendo a escribir mientras
escribo y cada libro es diferente, es en el trayecto donde me defino".
Para ella "son seres que se revelan, hay algo de arqueología, empezás a
raspar y aparece una cara, veo el papel y me imagino por quién está
habitado y ahí sale, rápido".
Su padre murió cuando tenía 16 años y aunque siempre fue autogestiva, su
paso por el teatro independiente lo acredita, ahí entendió que "sólo
existe el presente, y supongo que fue cuando empecé a tener problemas
con la autoridad -se ríe- siempre fui un poco anarquista, desde
chiquita".
Ella estaba en Madrid e intentaba escribir poesía, "cuando llegaba de
noches locas quería hacer algo para que ese día merezca haber existido
-recuerda-, pero fracasaba cada noche".
Llegó al destape en España y volvió a Buenos Aires cuando algo concluía,
"murió Luca al toque, Virus se terminaba" -repasa- pero "ya estaba
embarazada y me sentía como parte de un acto mágico muy trascendental.
No sé, me pegó por ese lado, el destino te quita vida y te da vida.
Tenía 21, me senté a escribir y todo lo que había callado salía como
dictado".
"Cuando era chica pensaba: - quiero ser actriz, así voy a vivir el triple o el cuádruple de lo que me toca.
Después pensé que la verdad estaba limitada y que no podría hacer de
perro, anciana, hombre u obesa como la protagonista de "Muerta de
hambre" -una adolescente que decide comer para explotar-. Cuando escribo
sí", remata.
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